“La necesidad de contar con un medio de transporte eficiente, confiable y accesible para hacer frente al incremento de las operaciones asociadas al movimiento de carga, tanto agrícola como mineral, renovó el interés de los países y de los empresarios de la región en un aprovechamiento más intenso de esta vía navegable”, sostenía el Ministerio de Economía, Obras y Servicios Públicos de la Provincia, allá por el año 1999, al resaltar la importancia estratégica de la Hidrovía Paraguay-Paraná, a la vez que destacaba beneficios asociados como “la reducción del flete y la creación de puestos de trabajo”.
Aquella exposición oficial -una copia de la cual conserva este diario- sintetizaba obras, proyectos, acuerdos y ejes de comercialización fundamentales para el desarrollo de Formosa y la región como ser el Mercosur, la mencionada Hidrovía, el corredor bioceánico, el Gasoducto del NEA, la Zona Franca Clorinda, la reactivación del ferrocarril, el Puerto Nuevo, la pavimentación de rutas, emprendimientos hidráulicos, energéticos y otros.
Un repaso rápido de aquella carpeta permite reconocer las deudas del Gobierno nacional en muchas materias en lo que va del siglo. Desde un Mercosur en vía muerta (responsabilidad de otros países de la región también) hasta obras que siguen sin terminarse (Gasoducto), que virtualmente ya no forman parte de los planes de la Casa Rosada (Ramal C-25, Zona Franca Clorinda) o que se hicieron pero nunca, por diferentes motivos, pudieron ser aprovechadas al ciento por ciento (Puerto Nuevo).
Punto aparte para la Hidrovía Paraguay-Paraná. Sin desconocer la importancia de este megaproyecto, lo cierto es que en las últimas décadas es más lo que se escribió que lo que se hizo para optimizar el aprovechamiento de esta excepcional ruta fluvial, que une cuatro países a lo largo de más de 3.400 kilómetros.
Aparte, los antecedentes muestran un lado oscuro del que poco se habla: la falta de controles convierte a esa vía, clave para la salida de las exportaciones de granos argentinos, en una ruta ideal para el narcotráfico en Sudamérica.
Diversas investigaciones han concluido que la Hidrovía es utilizada, además, por eslabones del crimen organizado para el contrabando de drogas, un auténtico agujero negro en materia de controles y acuerdos desdibujados.
Hace un año, en La Paz (Bolivia), la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito advirtió sobre los peligros de que la Hidrovía Paraná-Paraguay se transforme “en una nueva vía para el tráfico de drogas”. El organismo internacional alertó sobre la “rearticulación” del tráfico de cocaína en Sudamérica a través de la Hidrovía durante la pandemia, e indicó que Paraguay se convirtió en una zona de acopio de la droga producida en Perú y Bolivia, para darle salida hacia África y Europa desde sus puertos.
Mientras esto sucede por un lado, por el otro los países que la integran no logran avanzar en un marco normativo para realizar operativos conjuntos. Se sigue priorizando que los controles no corten el flujo comercial, sin prestarle debida atención al claro avance del crimen organizado.