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Tenía que pasar



Tarde o temprano tenía que pasar. Exactamente un año y dos días después de haber sido desalojado y su perímetro vallado, se derrumbó parte del antiguo edificio ubicado en Belgrano y Brandsen, uno de los puntos de mayor oferta y demanda comercial en la ciudad hasta fines de 2019.

Por esas cosas que tiene el destino, el último temporal hizo que la tradicional esquina del mercadito paraguayo colapsara de madrugada sin producir ningún herido, lo cual difícilmente habría sido así si el desplome hubiera ocurrido en otro horario, 368 días antes.

Técnicos y especialistas consultados por La Mañana desde hace varios años siempre coincidieron en el peligro que representaba esa vieja estructura, con desprendimientos permanentes de mampostería y ornamentaciones y balcones inhabilitados que a simple vista parecían varias espaldas de Damocles pendiendo sobre comerciantes, clientes y peatones. Por eso este diario insistió durante tanto tiempo en la urgencia de clausurar el edificio.

Es cierto que el cierre se demoró más de lo prudencial, pero cabe recordar aquí la dura resistencia que opusieron los feriantes de la zona cada vez que la autoridad competente quiso intervenir. Durante años, cada intento de llevar seguridad al lugar fue rechazo de manera violenta por los puesteros y gente que los apoyaba.

Felizmente, el objetivo pudo cumplirse hace un año y el edificio fue desalojado definitivamente. De no haberse tomado aquella medida y esa esquina del mercadito paraguayo hubiera seguido trabajando normalmente, hoy los formoseños/as -si los fuertes vientos que azotaron la ciudad en las últimas semanas se hubieran registrado de día- podríamos estar lamentando una tragedia de proporciones. Tragedia que de milagro no ocurrió antes.

El estado precario y riesgoso de muchos edificios es un problema que se repite en ciudades de todo el país. Aun en aquellas jóvenes como Formosa (todavía no cumplió150 años), resulta evidente la presencia de construcciones de prosapia histórica o artística, y de otras sin ese rasgo pero igualmente añosas, descuidadas. Es el caso de este edificio, cuyas instalaciones se siguieron usando -encima con fines comerciales- mucho más allá de lo aconsejado por expertos en seguridad edilicia.

La Argentina carga con una larga lista de “accidentes” trágicos producidos por el derrumbe de balcones y otras estructuras. Precisamente esa pluralidad de ejemplos luctuosos -que no se reduce a viejas construcciones- marca que se está frente a situaciones previsibles, que no son producto de un castigo divino, ni de agentes misteriosos ni del mero azar; son producto de la desidia o la negligencia.

En Formosa se actuó a tiempo -casi sobre la hora- con esa parte del mercadito paraguayo. Lo ideal, empero, sería no dilatar la toma de decisiones en favor de la seguridad ciudadana. Una buena medida es el relevamiento riguroso y periódico, a partir del cual sea posible adoptar mecanismos de conservación que nos pongan a cubierto de los peligros señalados.



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