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Debacle social



Tres definiciones de un comunicador social que hace décadas trabaja en la asistencia de sectores vulnerables marcan a las claras que Formosa no es ajena al deterioro social que se extiende a lo largo y ancho del país. “Pasamos muchas crisis, pero esta se nos instaló y no se quiere ir”, “el salario quedó por debajo del costo de la canasta alimentaria”, “cada día se nota más que muchas familias la están pasando mal”, reconoció Agustín “Pity” Torres, aunque manteniendo viva la esperanza: “Tengo fe en que se saldrá adelante”.

Evidentemente, la situación social se ha agravado en el país y nuestra provincia no es la excepción. Con sólo ir al supermercado, se puede comprobar la pérdida que, semana tras semana, sufre el poder de compra, a pesar de los intentos del Gobierno nacional por torcer el rumbo.

Los precios de productos esenciales para conformar una canasta familiar acorde con las necesidades cotidianas han evolucionado en los últimos años por encima de las metas trazadas tanto por el gobierno de Mauricio Macri como por el de Alberto Fernández. Un fenómeno que se viene reflejando en los índices inflacionarios desde hace más de un lustro.

En varios rubros, se trata de incrementos constantes que se observan casi a diario en las góndolas y que repercuten de manera directa en los acotados bolsillos de las y los consumidores. De nada han servido, entre otras medidas, el congelamiento temporario del precio de algunos productos para el hogar (además de la energía eléctrica, del gas y de los combustibles). El imperio del dólar como valor de referencia pudo más que las buenas intenciones oficiales.

La inestabilidad de la mayoría de las variables económicas y el contexto de incertidumbre política tiene preocupados por igual a los grupos empresarios y a los usuarios/as. Sin embargo, no es difícil inferir que los mayores damnificados de las crisis a las que estamos habituados las y los argentinos son casi siempre los mismos: los sectores poblacionales por debajo de la línea de pobreza y una clase media que tambalea en esa franja de necesidades básicas insatisfechas.

Son por ahora inciertas las medidas que, en la semana que comienza, tomará Sergio Masa al frente del ampliado Ministerio de Economía de la Nación, por lo que urge un llamado a la sensatez. Es decir, un compromiso de prudencia que baje desde los formadores de precios de las grandes cadenas de distribución alimentaria, pasando por los supermercados y por los almacenes de barrio de los que se proveen muchos vecinos/as.

Hay cuotas de responsabilidad ineludibles en esta debacle social: desde el Gobierno a las grandes corporaciones, pasando por especuladores a granel. Ergo, no debe haber excepciones a la hora de comprender los graves problemas económicos que abruman a millones. Ya no sólo en materia alimentaria, sino también en el acceso a medicamentos impagables o a servicios públicos que, como la energía eléctrica, aumentarán antes de fin de año.

Corren tiempos de cambio, pero también de enormes expectativas respecto de lo que vendrá. Una etapa de transición que debe llamar a serenar los ánimos y las conductas lucrativas.



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