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Comunicación científica



La crisis sanitaria mundial desnudó la falta de formación de muchos comunicadores en un tema científico puntual. Podría decirse que muchos medios “hacen camino al andar” en el tratamiento de la pandemia de un virus complicado que tomó por sorpresa, incluso, a la comunidad internacional de expertos.

No obstante este entendible traspié, la comunicación de la ciencia ha venido ganando espacio en los últimos años. Después de un largo período en el cual se buscaba que esta actividad formara parte del día a día de la sociedad, y sobre todo tras la masiva preocupación que despertó el coronavirus, se llegó a un punto donde hablar sobre ciencia es algo, al menos, un poco más habitual. Pero este avance presenta, al mismo tiempo, nuevos desafíos: comienza ahora la etapa de reflexionar sobre algunos criterios para el buen ejercicio de la práctica comunicacional.

No existe en la Argentina una cultura extendida y afianzada acerca de la formación de los comunicadores científicos. Si bien hay algunos posgrados e iniciativas aisladas, la formación académica de comunicadores científicos es bastante limitada a nivel nacional, aunque algunas universidades cuentan con interesantes proyectos para cubrir este vacío.

Quienes advirtieron esta falencia mucho antes de que se desatara la pandemia destacan tres puntos útiles en el diseño de lineamientos generales para la práctica de la comunicación científica: formación, dedicación e interacción. Esta mirada no tiene como objetivo constituirse en una receta sobre cómo hay que comunicar la ciencia, sino que nos plantea por qué es necesario profesionalizar la comunicación científica, algo que tanta falta hace aún en los medios más grandes e influyentes del país.

El comunicador científico engloba a profesionales que, viniendo de distintos orígenes formativos, han elegido comunicar la ciencia como actividad principal. Lo más común es que los comunicadores sociales se dediquen a esta rama, en la mayoría de los casos sin haber recibido una preparación acorde para consultar o responder a requerimientos que sobrepasan sus conocimientos.

Un comunicador que no se especializa en ciencia y llega a entrevistar a un científico/a se encuentra bastante limitado en su formación como para saber de qué le están hablando. Pero no sólo eso: tampoco tiene herramientas para discernir si el entrevistado está dando información cierta o no, cosa que pasa habitualmente en muchos medios.

Dada la popularidad alcanzada por este campo “gracias” al coronavirus, empieza a ser necesario que también egresados de otras carreras (física, química o la biología) comiencen a explorar la posibilidad de dedicarse a la comunicación científica.

El comunicador científico necesita tener herramientas de comunicación y de ciencia. Por esta razón, aquellos que provienen del campo comunicacional por formación se verán beneficiados de incorporar conocimientos científicos (los cuales dependerán del área de interés) y los profesionales de las “ciencias duras” incrementarán sus capacidades por la incorporación de herramientas comunicacionales.



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