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CORONAVIRUS

Crónica de una repatriación: tras estar dos meses varada en México, logró volver a Formosa

Este fin de semana, después de cumplir la cuarentena en la Escuela de Cadetes, vuelve a su casa.



Belén empezó a planear sus vacaciones en Playa del Carmen con varios meses de antelación, viajaba sola y allá se encontraría con una amiga. Estaba todo planeado al detalle, lo que no imaginó fue que por una mala broma del destino, dos semanas se convertirían en dos meses.

Salió de Formosa el 6 de marzo por Paraguay. El coronavirus existía pero en ningún momento imaginó que se volvería un problema serio en América tan rápido. Tan sólo unos días antes, el 3, se había conocido el primer caso en Argentina y el 11 de marzo la OMS declaró la pandemia.

El 18, cuando estaba en Bacalar, me llegó un mail de la aerolínea avisándome que el vuelo estaba cancelado. Fue de un segundo a otro, empezaron a cancelar todos los vuelos y a cerrar las fronteras”, contó a La Mañana.

El 19 el presidente Alberto Fernández anunció el comienzo de la cuarentena en Argentina. “El 20, después de leer todas las noticias fui al aeropuerto a averiguar si había alguna posibilidad de irme. Ya estaba desesperada y angustiada. El aeropuerto de Cancún era un caos, estaba lleno de gente, todos desesperados, familias enteras durmiendo ahí, las aerolíneas no daban ninguna respuesta era una situación de mucho estrés. Fui lista con la valija a ver si podía subir a algún vuelo. Me dijeron que no podía porque Paraguay ya había cerrado sus fronteras y solamente ingresaban residentes, que la única alternativa era esperar. No sólo dependíamos de Argentina y Bogotá (porque la aerolínea por la que viajaba es colombiana), también se tenía que habilitar El Salvador o Lima para hacer escala”, explicó.

Siempre hay un formoseño

En el aeropuerto se encontró con un formoseño: Pedro. “Yo no lo conocía, sabía que era de allá, pero nunca había hablado con él. Me acerqué, le pregunté si era de Formosa y me dijo que si”, contó. Los dos estaban en la misma situación: ella tenía pasaje de vuelta para el 28 y él y su familia para el 29. Desde allí quedaron en contacto. Lo que no sabía en ese momento es que Pedro y su familia serían la clave de su regreso a casa. En el aeropuerto no les dieron soluciones, y no quedó otra que volver a Playa del Carmen. Después de eso le reprogramaron el vuelo en tres ocasiones, todas fueron canceladas, fue ahí cuando supo que volver no sería tan fácil.

Belén tuvo la suerte de poder quedarse en la casa de Flor, la amiga formoseña a la que fue a visitar: “No pagué hospedaje, pero esa fue mi situación particular. Del resto de los varados muchos se quedaron sin plata, algunos durmieron en el aeropuerto. La embajada y cancillería no nos daban respuesta, no atendían los teléfonos, nadie nos decía nada”. Ella tuvo la suerte de estar con una amiga y sentirse acompañada.

Logística

Los varados se empezaron a organizar, la misión era clara: volver a casa. “Teníamos un grupo de WhatsApp según la aerolínea. Un grupo de personas se encargaban de organizar y hacer formularios para ver en qué situación estaba cada uno”. Muchos varados ofrecían su ayuda según su especialidad: psicólogos, odontólogos y médicos, cada uno mostró su solidaridad. “Empezamos a completar un montón de formularios de cancillería con los datos del vuelo y donde estábamos parando, y no quedó otra que esperar”, explicó.

La situación en México se empezó a sentir más fuerte, se empezó a cerrar todo, primero las playas, después los restaurantes. Estaban asustados porque se hablaba incluso de la posibilidad de saqueos.

Volando a casa

Estuvo dos meses en México hasta que cancillería se comunicó con la familia de Pedro y le piden los datos para agregarlos en el vuelo de repatriación del 4 de mayo.

Pedro se comunicó conmigo y me agregó a su grupo familiar para poder acceder a los pasajes. Al día siguiente, Aerolíneas nos pasa un link para comprarlos. Los vuelos de repatriación no son gratis, tuve que pagar un pasaje nuevo. Yo tenía la suerte de contar con el dinero, hay muchos que no podían pagarlo”, entendió Belén.

El vuelo salió el 4 de Mayo desde Cancún, eran 290 personas aproximadamente, les hicieron todos los controles médicos, las preguntas de rutina, todos estaban con barbijo, no hablaban con nadie, mantenían la distancia, les tomaron la temperatura y finalmente llegó el momento de subir al avión.

Respecto a la situación en Ezeiza, recordó: “Esperamos un par de horas, desde ahí salían colectivos a distintas provincias, pero a nosotros nos mandaron a un hotel porque Formosa aun no autorizaba nuestro ingreso. Ya sabíamos que esto era una posibilidad, así que fuimos al hotel en la zona de San Telmo, que si bien era muy lindo, los días allí fueron duros. Estuvimos encerrados cada uno en una habitación, no podíamos ir salir ni al pasillo. Si bien teníamos todas las comodidades, estábamos súper encerrados, nos dejaban la comida y cada vez que abríamos la puerta para buscarla si había alguien salía corriendo, la paranoia era terrible”.

Última parada: la Escuela de Cadetes

Finalmente, tras cuatro días en el hotel, el viernes a las 6 de la mañana suena el teléfono: “Prepárense que el colectivo pasa a buscarlos”. Nuevamente, la toma de temperatura y las preguntas de rigor.

En el colectivo eran 11 las personas autorizadas a volver a Formosa, pero en algún momento del trayecto suben otros 9 formoseños sin permiso.

Ese imprevisto hizo que estuvieran otras 12 horas demorados en Mansilla, “fue el viaje más largo de nuestras vidas, no teníamos agua ni comida, esperamos ahí hasta que autorizaron el ingreso”, aseguró.

Finalmente, tras el control en la UPAC, los llevan a la Escuela de Cadetes para cumplir con la cuarentena.

Al llegar nos preguntaron los antecedentes médicos, nos tomaron la temperatura y nos dieron los elementos de limpieza y nos dividieron por circuitos. En mi circuito hay 4 habitaciones. Los días acá son bastante llevaderos, tenemos un patio, si bien estamos aislados no es tan difícil como en el hotel.

Los policías son súper atentos, todo el tiempo nos preguntan si estamos bien, si necesitamos algo. Las camas son cómodas, el lugar estaba súper limpio. La comida es rica, nos traen fideos, milanesas con puré, pizzas. Nuestra familia también nos puede traer comida, menos alcohol”, contó a La Mañana.

Allí pasan sus días jugando a las cartas, escuchando música, leyendo, y jugando al voley o al pádel.

Todos los días desinfectan las piezas a las 10 am, vienen los médicos y nos toman la temperatura”, aseguró.

Este fin de semana, prácticamente después de dos meses y medio, finalmente Belén podrá ver a su mamá, volverá a su casa y dormirá en su propia cama, y esta historia será una anécdota más que tenga para contar.



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