Mientras los educandos están de vacaciones en todo el país, las autoridades educativas -las que llegaron con los cambios de gobierno el año pasado y las que continúan en sus gestiones provinciales- tienen por delante el enorme desafío de resolver las distintas problemáticas que plantea el sistema en su conjunto y en especial el ciclo medio, el más estratégico.

La Argentina tiene un nivel óptimo de concurrencia a la escuela primaria (98 por ciento), considerado incluso un ejemplo internacional. Pero en el ciclo siguiente pierde todos los méritos pues la tasa de abandono se eleva al 40 por ciento.

Esa importante brecha hace que muchos compatriotas no adquieran conocimientos suficientes para aspirar a acceder a un puesto de alguna relevancia en el futuro; puesto que, obviamente, requiere un cierto mínimo grado de formación cultural y técnica especializada.

La situación lleva por lo menos dos décadas, sin que los gobiernos que se han sucedido en ese período tomaran medidas adecuadas para corregir tan grave circunstancia. Algunas publicaciones en este sentido reflejan crudamente la realidad y llevan a preguntarse si el camino hacia la graduación secundaria no se está convirtiendo en una misión imposible en nuestro país.

Hace años que los especialistas vienen advirtiendo sobre “la crisis de la escuela secundaria”. Pese a que hasta mediados del siglo veinte no había establecimientos en muchas ciudades, el nivel formativo era muy bueno pues los jóvenes concurrían a centros urbanos más grandes a proseguir sus estudios. Los respectivos cuerpos de profesores, por entonces, eran muy aptos y exhibían una vocación altamente encomiable.

Más tarde se fueron habilitando escuelas secundarias hasta en los lugares más inhóspitos; sin embargo, ello fue en desmedro de su calidad pues el proceso no estuvo acompañado por una cantidad suficiente de docentes debidamente formados. En muchas provincias esto no se ha logrado superar hasta el presente y sigue constituyendo un problema condicionante.

Las autoridades educativas en general deben ser conscientes de tal falencia y encarar una profunda reforma en todo el país, entendiendo que para satisfacer las necesidades deben establecer una mejor relación con los adolescentes hasta en los pueblos más remotos. En la actualidad, lamentablemente, la situación de muchos jóvenes depende del lugar donde han nacido y del nivel cultural de sus padres.

No menos preocupante resultan las diferencias notorias según la jurisdicción. En la ciudad de Buenos Aires la interrupción prematura se reduce al 20 por ciento de los alumnos que inician el segundo ciclo. En el otro extremo, hay provincias del norte donde dicha relación porcentual supera el 50 por ciento de los ingresantes.

Por lo que representa en estos tiempos, el ciclo medio es el más estratégico y debería ser objeto de un tratamiento especial. El escenario descripto demanda preferente atención para que en la Argentina se implemente no sólo una modernización de planes y contenidos, sino para mejorar el nivel de los docentes que, en algunos casos, deja bastante que desear.