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Repensar las masculinidades



La sentencia dictada ayer por el Tribunal Oral en lo Criminal 1 de la ciudad de Dolores -provincia de Buenos Aires- en el caso Fernando Báez Sosa (cadena perpetua a cinco de los imputados y tres condenas a 15 años de prisión) abre la posibilidad de reflexionar sobre la violencia en nuestro país.

Es grave la situación en la Argentina, donde la violencia tiene múltiples caras, desde aquella que se genera en el marco del delito propiamente dicho, a la policial, pasando por otras formas que asume en nuestro medio social: la violencia de género, familiar o doméstica, la violencia en el tránsito, la violencia en ámbitos educativos, la violencia en el deporte, la violencia en espectáculos públicos, e, incluso, la violencia en los medios por parte de muchos políticos y de algunos comunicadores.

En este amplio abanico se inscribe el ataque en manada del que fuera víctima Fernando, paradójicamente, un chico sin antecedentes violentos, asesinado a patadas y golpes de puño por jóvenes que sí los tenían.

No viene al caso discutir aquí las penas, si debieron ser ocho perpetuas en lugar de cinco, o cosa por el estilo. Más allá de las diferentes opiniones entendemos que en este momento es imperioso repensarnos como sociedad.

No es cuestión de cargar las tintas tampoco sobre una disciplina deportiva en particular, ni sobre las familias que hoy sufren porque sus hijos deberán pagar con largos años de cárcel el crimen cometido; pero sí debe advertirse la necesidad de revisar cómo crecen y cómo educamos a nuestros hijos/as.

El asesinato de Fernando no pasó porque sí, no surgió de la nada. Había antecedentes violentos en el grupo de jóvenes que lo atacó, que debieron ser visibilizados por sus padres y/o madres, por sus docentes o por sus entrenadores. Dado el resultado trágico al que se llegó, nadie hizo nada a tiempo.

La muerte de Fernando y el castigo a sus asesinos deben servir para cambiar todo lo que está mal dentro de un sistema. La familia, la escuela y los clubes -no importa el deporte- deberían comenzar a replantearse los mandatos de la masculinidad tradicional y empezar a trabajar seriamente en una sin violencia, a través de un abordaje integral.

Lo peor que le pueda pasar a la sociedad argentina es naturalizar los episodios de violencia que se repiten con demasiada frecuencia en todo el país. Como el machismo tiene mucho que ver, hay quienes proponen capacitar profesionales para trabajar en una “escuela de nuevas masculinidades”. Tal vez esta sea la clave: crear nuevos modelos de masculinidad o mejor dicho masculinidades que no acepten la violencia como un rasgo de virilidad.

Hoy más que un día para festejar condenas, es un día para hablar con nuestros hijos, explicarles que la violencia nunca es el camino, que la diversión nunca puede ser, bajo ninguna circunstancia, sinónimo de violencia.

Los actos tienen consecuencias y que la Justicia haga que los asesinos respondan por lo que hicieron es lo que corresponde, pero lastimosamente no resuelve la cuestión de fondo. Esperamos que el lamentable asesinato de Fernando Báez Sosa marque un antes y un después en nuestra sociedad, que sea el puntapié de un debate profundo, para repensar las masculinidades, nuestra forma de educar, para trabajar en la prevención de la violencia y así poder evitar que esto vuelva a pasar.



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