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Amigo y aliado



Suerte tenemos los formoseños/as de vivir en una ciudad poblada de árboles y no en un “desierto” de ladrillo y cemento. Mucho peor sería soportar el calor en otras condiciones.

De tan acostumbrados, no nos damos cuenta, pero basta dar un paseo para comprobar la abundancia de ejemplares arbóreos, y disfrutar de la sombra fresca que producen.

No es, por cierto, la situación que viven otras urbes del país, importantes muchas desde el punto de vista demográfico, pero desprovistas ellas de una cubierta forestal que permita mitigar los rigores del verano.

Especialistas en medio ambiente consideran que lo ideal es que en cuadras de 100 metros haya hasta 20 ejemplares, uno cada número, que es fácil de encontrar en distintos barrios formoseños, se vuelve utópico en otras ciudades argentinas.

Por mencionar sólo un caso, una experiencia realizada en la capital cordobesa permitió detectar zonas donde sobran los dedos de las manos para contar los ejemplares que sobreviven. Además, en toda el área central se contabilizaron alrededor de tres mil árboles, un promedio de 20 por manzana y de 5 por cuadra. Muy lejos del ideal recomendable sobre arbolado urbano.

Cuando en otras provincias se consulta sobre este déficit, la respuesta es que el tamaño de las veredas y la circulación vehicular, entre otras cosas, dificultan la implantación y la supervivencia de los árboles. Es verdad, hay ciudades antiguas -como la misma Córdoba- cuyas veredas son muy angostas y no se puede colocar nada. Pero también es cierto que en algunas de ellas abundan las cazuelas vacías.

No es el caso de la joven Formosa, por suerte, cuyas generosas calzadas permiten plantar una suficiente cantidad de árboles. Ahora bien, que éstos abunden en nuestra ciudad no significa que todos estén en buenas condiciones. De hecho, no es fácil encontrar a vecinos/as que se hagan responsables de sus veredas y de los ejemplares que hay en ellas.

El mal estado por falta de cuidado y/o de inspecciones municipales que permitan detectar a tiempo una enfermedad puede ser causal no sólo de muerte de un árbol, sino también de su caída “accidental” en días de tormenta, con el peligro que ello implica para viviendas, vehículos, cableados, y para la integridad física de las personas.

Por eso, no se trata sólo de plantar la mayor cantidad de árboles recomendable, sino además de velar por su buen estado y seguridad, asignatura esta última en la que Formosa no se venía destacando.

La mejor forma de amigarse y cuidar el arbolado público es conocerlo, y en este sentido vale ponderar una iniciativa que arrancó en agosto del año pasado en el arboretum de la Facultad de Recursos Naturales de la UNaF y se extendió luego al centro de la ciudad: la identificación por código QR de distintas especies.

Hoy, por ejemplo en la plaza San Martín, cualquier persona puede apuntar con su celular al QR de un árbol y acceder a la información correspondiente, como la denominación vulgar, el nombre científico, etc.

La tecnología aplicada a la difusión del conocimiento de la flora abre una nueva era en nuestra relación con el árbol, gran amigo y aliado en la lucha contra el estío.



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