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Anacronismo puro



Los problemas carcelarios en la Argentina son innumerables. Van desde violaciones a los derechos humanos, a la falta de incentivos para la reinserción social de las personas privadas de su libertad, pasando por una amplia gama de irregularidades que, incluso, comprende la complicidad de algunos guardias para la consumación de fechorías desde el interior mismo de las prisiones, además del “perfeccionamiento” de muchos reos/as en el malvivir. No en vano el saber popular define a la cárcel como “la universidad del delito”.

En este contexto no son extraños los hacinamientos, los colapsos, los motines ni las refriegas, como la producida el viernes último en la Unidad 10 del Servicio Penitenciario Federal, en esta ciudad, que dejó como saldo siete heridos (dos internos y cinco agentes).

Al parecer, el enfrentamiento se desató luego de una requisa considerada “abusiva” por los presos. El tema ya es materia de investigación por parte de la justicia federal, donde obra un hábeas corpus presentado justamente por quienes se sienten víctimas de presuntos abusos.

Mientras la justicia hace su trabajo, y a la espera del esclarecimiento del preocupante hecho acontecido hace unas horas, no podemos dejar de señalar un dato que sigue inquietando: la ubicación de la U-10.

A fin de evitar cualquier posible malentendido vamos a tomar como fuente la página de la cárcel federal de Formosa. Allí dice que se trata de “un establecimiento cerrado de mediana seguridad con alojamiento colectivo distribuido en cinco pabellones”, habilitado en 1.897.

“En 1895 -agrega la historia oficial- el presidente argentino Julio Argentino Roca dispuso la creación de la Cárcel Pública y, un año después, el gobernador de Formosa, José María Uriburu, elevó un informe sobre la ejecución de las obras de lo que sería el ´edificio más importante de la ciudad` (…) El establecimiento se habilitó en los primeros meses de 1897 y, en 1923, pasó a depender del Poder Ejecutivo Nacional a través del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública. El 18 de julio de 1930 se inauguró un nuevo pabellón”.

Estamos, pues, frente a una cárcel largamente centenaria que hace muchas décadas dejó de ser “el edificio más importante de la ciudad” de Formosa para convertirse en un presidio absolutamente anacrónico -además de peligroso- enclavado en el micro-centro mismo de la capital provincial.

Es cierto que existen en otras ciudades argentinas cárceles mucho más antiguas aun que, con el correr del tiempo, también fueron quedando fuera de contexto, por decirlo de alguna manera. Pero no recordamos ninguna que siga alojando presos en la avenida principal, frente a la Catedral, a 50 metros de un cine o rodeada de oficinas, comercios y entidades bancarias.

A esta altura cualquier cosa puede esperarse de un establecimiento que hace por lo menos medio siglo ha dejado de cumplir con los estándares de seguridad carcelarios más modernos. Por eso, sea cual fuere el resultado de la investigación en marcha, lo que se impone es una reubicación urgente de la U-10, cuya vieja sede debería funcionar como museo histórico y no como penitenciaría.



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