Este año se concretó el regreso a la “presencialidad plena” en todos los Niveles del sistema educativo argentino, lo cual representa una oportunidad para pensar en todas aquellas cuestiones que se deben modificar, atender las diferentes falencias que existen desde hace años y mejorar de manera sostenida los procesos de enseñanza y aprendizaje.
Según algunos expertos, la continuidad de las políticas educativas en la Argentina parece una misión imposible de lograr. En este sentido, de acuerdo a una conocida especialista en Educación, un niño que entra en nuestro sistema escolar pasa, al menos, 12 años en la escuela, pero con frecuencia (y en algunos casos, cada dos años), existen cambios drásticos en la estructura y el direccionamiento del proyecto educativo vigente. Esto impide pensar políticas a largo plazo, y lograr resultados que sean claros y sostenibles en el tiempo.
Cabe recordar que nuestro país mantiene una deuda enorme con los aprendizajes y también con las trayectorias de los alumnos y alumnas; y lo más triste es cuando se observa la pérdida de entusiasmo en ciertos docentes, una problemática que debe ser enfrentada con proyectos pedagógicos acertados, y con el pago de salarios dignos a todos los educadores y educadoras.
Por otra parte, es importante mencionar que desde el retorno de la democracia, la Argentina tuvo 19 ministros de Educación, quienes plantearon diferentes enfoques pedagógicos, conceptos, formas de enseñar y evaluar, prioridades y estrategias de mejora, lo cual impidió mantener proyectos de largo plazo en esta área.
Por lo expuesto, resulta fundamental que la dirigencia política deje de lado los intereses partidarios y el corto plazo, para pensar en una mejora real de los contenidos que se brindan, y de los procesos pedagógicos.
Asimismo, en lo concerniente a la deserción escolar, el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC) propuso que cada provincia del país implemente un Sistema de Alerta Temprana para detectar a tiempo cuándo hay riesgo de abandono de la escolaridad, a través de la presencia de factores específicos que contribuyen o anticipan al abandono, como las bajas calificaciones en determinadas asignaturas.
Estas cuestiones deben ser atendidas con seriedad y con urgencia, sin dejar de lado temas como la financiación del área de Educación, las obras de infraestructura educativa, la posibilidad de sumar más tiempo en las aulas y la incorporación de nuevas tecnologías. Necesitamos una educación que responda a los requerimientos de los alumnos y las alumnas, y que tenga en cuenta las necesidades del mundo en que vivimos.
En síntesis, se necesita que los diferentes actores involucrados en estas cuestiones estén a la altura de las circunstancias, y empiecen a sentar las bases de un plan a largo plazo para generar mejor educación, y con mayor inclusión. Hay que dejar de desaprovechar oportunidades históricas, para lograr avances concretos, que deriven en una formación de calidad para las nuevas generaciones.