POZO DEL TIGRE - En un verano muy cálido como fue el del año 2010, un fenómeno inusual puso en jaque a toda la localidad de Pozo del Tigre cuando, en la tarde del 21 de octubre, a las 17.45, un tornado se llevó medio pueblo y se cobró la vida de cuatro personas.
La destrucción y la muerte llegaron a esa comunidad del centro oeste formoseño de manera repentina y bajo la forma de un violento tornado que dejó a su paso más de un centenar de heridos, 35 de ellos de gravedad.
El golpe fue breve pero tremendamente brutal: no duró más de 20 minutos, pero ese tiempo fue suficiente para destrozar al 80% del pueblo de 10 mil habitantes, situado 265 km al oeste de la capital provincial sobre la RN 81.
Aquel mismo día, a las nueve de la mañana y a las 3 de la tarde, el Servicio Meteorológico Nacional había emitido dos alertas para la zona. Pero esa información nunca llegó o jamás fue valorada como grave, y Pozo del Tigre siguió su curso hasta que llegó el tornado.
Primero fueron fuertes vientos, después lluvia y granizo y casi al mismo tiempo el viento que arrasó todo: casas, el gimnasio cubierto de la EPEP Nº 9, el Centro Deportivo Municipal, árboles y postes de las redes eléctricas. El pueblo quedó sembrado de chapas, hierros retorcidos, árboles destroncados de raíz, ramas, calles inundadas y sin luz. Más de la mitad de la estructura del pueblo, entre viviendas privadas y edificios públicos quedaron destruidos, y se dañaron severamente los servicios de agua potable y energía eléctrica.
Los barrios más castigados fueron España y El Hornero. Allí murieron Rosana Tolaba, de 29 años; Sergio Madrigal, de 19; José Sosa, de un año y cuatro meses; y Paulo Espínola, de 86 años. Rosana, pese a haber perdido la vida, fue heroína en la tragedia: logró sacar de la casa que se caía a sus tres hijos chicos antes de que parte de una pared la golpeara en la cabeza.