El Día del Escritor fue establecido en reconocimiento a Leopoldo Lugones, quien nació un 13 de junio de 1874. Fue uno de los más reconocidos y polémicos escritores argentinos, además de haber sido fundador de la Sociedad Argentina de Escritores. Al ser consultada sobre este tema, la doctora en Letras María Ester Gorleri de Evans aseguró a La Mañana que toda aquella persona que quiera escribir textos literarios debe formarse, conocer otros autores y perfeccionar su escritura para poder compartir su trabajo, publicar y de ese modo ser considerado alguien que eligió el oficio de escribir. “Hay que trabajar con el lenguaje, el género literario en el cual incursiona, la imaginación y el entorno del mundo”, remarcó.
A continuación, la profesora Gorleri mencionó a Orlando Van Bredam, Humberto Hauff y Sandro Centurión como tres destacados autores locales de ficción que siguen activos en la actualidad. No obstante, comentó que en el siglo XXI, las “grandes ausentes” son las autoras formoseñas de literatura. “No me refiero a la escritura de temas femeninos, ni a aquellas autoras que publicaron en el siglo XX, sino a mujeres que en este siglo se dediquen a la escritura en Formosa. Esperamos poder leer a aquellas mujeres que participaron del taller literario brindado el año pasado por Van Bredam, quienes apuntan a ser futuras escritoras y cuyos trabajos serán publicados este año”, puntualizó.
Por su parte, la investigadora aclaró que la escritura que ella suele elaborar y publicar en soledad o en colaboración con otras personas no es considerada la labor de un escritor/a; y añadió: “Pareciera que los escritores son aquellos que hacen ficción o poesía. En realidad, escritor es todo aquel que ha hecho de esa actitud frente a la palabra un oficio, y que se ha ocupado de ese oficio, sin importar el género, ya sea ficción, poesía o ensayo”.
“El ser un ‘buen escritor’ es una cuestión de valor. Algún texto que aparezca en una revista o en un suplemento cultural, en el cual un hijo homenajea a una madre que cumple años en formato de verso, para ese hijo es poesía, y una ‘buena poesía’, porque está guiada por la emoción. En verdad, lo bueno está muy sujeto, según las nuevas teorías del lenguaje, a la recepción: quién lee el texto y lo valora como bueno, más allá de que existen otros valores más o menos objetivos para considerar que una escritura sea ‘buena’”, explicó Gorleri a este diario.
A su vez, la especialista se refirió a aquellos principios que desde la crítica especializada son tenidos en cuenta a la hora de evaluar la calidad de un texto literario. “La buena escritura implica un trabajo sobre el lenguaje, el género y las circunstancias en que se pretende dar a conocer a otros. Entendemos por escritor o escritora a quien comparte sus escrituras, no a quien expresa en palabras lo que piensa y lo que siente y luego lo guarda en una caja”, recalcó.
“A veces, tiene sentido escribir y no darlo a conocer. Muchas veces, la escritura también es catarsis: poner en palabras aquello que abruma, preocupa o genera felicidad. En esos casos, es bueno poner lo que se siente en palabras. La trasposición de lo que pensamos a la palabra y al lenguaje implica una transformación que no es sencilla y que tiene su complejidad. Quien está pensando sólo en hacer catarsis no piensa en estos detalles. Pero quien quiere compartir esa escritura, publicar y convertirse en un escritor, sí tiene que prestar atención a estas cuestiones. Por eso, pienso que el escritor se ‘hace’. No se nace con esa habilidad”, especificó.
“Por otro lado, todo buen escritor tiene que ser un ávido y un amplio lector. No se puede ser escritor sin haber leído a otros escritores. Esto no significa emularlos o imitarlos. El hacer un camino en la ficción, en la poesía o en el ensayo implica haber leído bastante de esos géneros, incluso para emanciparse y diferenciarse de aquellos autores que influyen”, agregó.
Para finalizar, María Ester Gorleri se refirió a la formación de aquellos autores que se dedican al oficio de escribir en la actualidad. “Existen diferencias en lo referente a percibir el entorno, por los soportes que se utilizan hoy para la comunicación. La fragmentación visual y de escritura que ocurre a través de Internet y con las distintas aplicaciones que se utilizan hoy revolucionó el mundo de la escritura contemporánea, y la puso en crisis. Con el tiempo, habrá que evaluar si esto se dio para bien o para mal, y conocer cuál fue el efecto en los lectores y en los propios escritores, sobre todo en los más jóvenes. Hubo cambios, pero todavía no los podemos ponderar con amplitud o con profundidad”, manifestó.