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Naderías, no



Conocidos ya los distintos sectores políticos y los candidatos y candidatas que irán por cargos ejecutivos y legislativos provinciales y municipales el próximo 25 de junio, lo que queda por esperar son las propuestas.

Si bien por las disputas internas los dos primeros trámites no fueron sencillos -en especial dentro del dividido arco opositor-, el que resta no suele ser muy simple que digamos, por más que quien hace política debería tener claro por qué y para qué lo hace. Es en el terreno de las propuestas donde más suelen resbalar los candidatos/as, sea porque no las tienen, porque no las saben transmitir, porque asoman fuera de contexto, o por ser impracticables.

Las campañas (queda exactamente un mes -hasta que comience a regir la veda- para que cada sublema desarrolle a fondo la suya) constituyen una oportunidad para que los distintos espacios se comuniquen con las y los votantes. Durante su actividad proselitista, las y los políticos tienen ocasión de establecer un verdadero diálogo con la ciudadanía, y en esta interacción es tan importante escuchar con atención como proponer con sabiduría y moderación. Para conectarse con el electorado, hay que romper la barrera del desinterés y la indiferencia que provocan los discursos políticos vacíos de contenido y de credibilidad.

Entre los aspectos más negativos de las campañas podemos mencionar los recitados de naderías (listas interminables de expresiones de deseos, despojadas totalmente de algún indicio de realización) y los desmadres en las promesas (exceso desmesurado que conlleva ineludiblemente al incumplimiento de éstas, minando definitivamente la credibilidad del que promete).

Resulta obvio, pero los candidato/as -para conquistar el voto- deberían ser capaces de conectarse con la gente. Para ello, es necesario que hagan propuestas acerca de los temas que le interesan a ésta. En general, las y los electores no saben qué piensan los candidatos/as acerca de los problemas que les preocupan. Por lo tanto, muchas veces no tienen claro a quién votar.

La persona que aspira a un cargo político debería ser capaz de transmitir sin dobleces las razones por las que la o el votante debe elegirla y no a su rival. El ciudadano/a ansía saber qué van a hacer por él sus representantes, qué beneficios concretos obtendría votando a tal o cual candidato/a.

Las convicciones también son imprescindibles. Nadie puede convencer si no las tiene. Nadie puede transmitir lo que no siente. Nadie puede entusiasmar si no está entusiasmado por un proyecto que debería ocuparse del bienestar y felicidad del pueblo mandante.

Finalmente, son necesarios espacios donde poder confrontar las propuestas, de forma tal que se vean los diferentes posicionamientos en relación con las políticas públicas que presentan y se conozcan las formas en las que las van a llevar a cabo, ya que en la enunciación de las mismas nunca se explicita “el cómo”, que es lo que realmente se tiene que discutir. De lo contrario, se coincide en “el qué” y nunca se pone en tela de juicio la viabilidad de las propuestas, esto es, la consistencia de los planteos.



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