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Ajuste debilitante



Desde hace décadas existen tensiones en los sistemas de salud; tensiones como la que hoy atraviesa la relación entre el IASEP y algunos prestadores médicos y que provoca angustia en la enorme masa de afiliados/as a dicha obra social.

A los problemas recurrentes en el país se le sumaron hace un año y medio los efectos fulminantes de la pandemia de coronavirus a nivel mundial. Sistemas con distintos valores, modelos de financiamiento, tipos de cobertura y arreglos entre sectores y jurisdicciones se vieron desbordados. Una respuesta general fue la asignación de recursos económicos extraordinarios para enfrentarlos.

La demanda de atención resultó tan grande que tanto la Nación como las provincias se vieron obligadas a incrementar de manera extraordinaria las partidas presupuestarias previstas para el campo de la salud.

Ahora bien, en algunas jurisdicciones (de Formosa no hay información oficial detallada aun) se han hecho cálculos según los cuales esos recursos extraordinarios asignados por la pandemia no implicarían más que la recuperación de los porcentajes habituales para el sector que habían sido reducidos como parte de políticas de ajuste a partir de 2015.

Pudo determinarse, asimismo, que la recuperación de recursos financieros y humanos se hizo de manera concentrada sobre aquellas áreas o rubros directamente involucrados en la lucha contra el COVID-19, mientras que otros sectores se mantuvieron casi paralizados o soportando restricciones presupuestarias muy significativas.

En general, el análisis no sólo muestra el aumento de recursos destinados a insumos y a aparatología médica, sino también la apuesta a un modelo de gestión que -hace tiempo ya- incrementa personal por la vía del Monotributo y la tercerización de nuevos servicios a empresas privadas (centros de hisopados, vacunatorios, servicios de emergencias, entre otros), en lugar de fortalecer la planta estable de las carteras de Salud. Vista desde este costado la situación, podría afirmarse que el coronavirus trajo mayor precarización laboral en el sector.

La pandemia encontró sistemas de salud provinciales que arrastran problemas estructurales crónicos y, en algunos casos, vienen siendo sometidos a procesos de ajuste, más allá de puntuales inauguraciones hospitalarias. Por eso se considera que el incremento de recursos de los últimos 18 meses, más que un aporte extraordinario sería apenas la recuperación de lo perdido en el último lustro. Así y todo quedan deudas importantes en la atención de las dimensiones psicosociales o de salud mental.

Es casi imposible que un país, cualquiera, tenga un sistema de salud preparado para enfrentar tamaña catástrofe sanitaria. Determinada abundancia de equipamiento e insumos contra el COVID no se justificaría en tiempos normales, donde las prioridades generalmente son otras. Ahora, la amarga experiencia vivida, que esperamos por el bien de la humanidad no se repita, debe hacer entender a quienes gobiernan que los sistemas de salud sometidos a políticas de ajuste no son la mejor arma para enfrentar contingencias dramáticas.



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