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Acoger e integrar



La migración de personas no es un fenómeno nuevo en el mundo; sin embargo, en los últimos años se ha convertido en un drama que conmueve a través de imágenes impactantes vinculadas con tragedias en el mar o el levantamiento de muros entre países. Y está generando crisis políticas de envergadura en Europa y América, fundamentalmente.

Aunque algunos no se den por enterados o prefieran esquivar el tema por falta de sensibilidad, decenas de millones de seres humanos huyen en estos días de su lugar de residencia, atenazados por el hambre y la pobreza o por la violencia política y la guerra. En lo que va de este lustro, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) viene registrando el movimiento forzado de unos 65 millones de personas al año. La suma es escalofriante.

El mencionado organismo reconoce tres categorías: los refugiados (posición que tramita el expresidente boliviano Evo Morales en la Argentina), los que piden asilo y los que se desplazan internamente. El 70 por ciento de los desplazamientos forzosos remiten a sólo un puñado de países, por lo que es de suponer que si la comunidad internacional hiciese un esfuerzo para solucionar los conflictos que atraviesan esas naciones, las cifras bajarían de manera vertiginosa.

El problema aflige al Vaticano, desde donde el Papa Francisco lanzó hace un par de años una propuesta que recupera los principios del humanismo: “Con los refugiados hay que conjugar cuatro verbos: acoger, acompañar, promover e integrar. Todos los países deben recibir a cuantos migrantes puedan integrar y dar trabajo”, alentó.

Esta invitación de la Iglesia católica choca de frente con las políticas de “tolerancia cero” que esgrimen algunos gobiernos. Sin embargo, Donald Trump, en Estados Unidos, se vio obligado a dar marcha atrás con su decisión de separar a los niños de sus padres cuando estos son detenidos bajo la acusación de ingreso ilegal. La crisis humanitaria que él mismo creó todavía está en plena evolución.

En Hungría, el Parlamento aprobó hace un tiempo un paquete de medidas que castigan con penas de hasta un año de cárcel a quienes ayuden a los inmigrantes irregulares, aunque sólo les brinden asesoramiento o información sobre el procedimiento para solicitar asilo. En la propia Italia se clausuraron puertos y se le declaró la guerra a varias organizaciones no gubernamentales que se dedican a rescatar migrantes en el Mediterráneo. Un ministro alemán, en tanto, llegó a presionar a la canciller Angela Merkel para que cierre las fronteras de ese país a los inmigrantes.

Pero no sólo Estados Unidos y Europa tienen estos conflictos. En la Argentina también se abrió la polémica durante la gestión de Mauricio Macri -sobre todo a partir de la dura posición del excandidato a vicepresidente Miguel Angel Pichetto- y es un tema a resolver por el actual gobierno.

Los principios más caros del humanismo deben primar en la solución de cada conflicto que implique a los migrantes. Es preferible enfrentar problemas por su inclusión que admitir su exclusión bajo el argumento de que podrían generar problemas a las sociedades que los reciban.



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