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HABLEMOS DE IGUALDAD

Entre el dolor menstrual y el dolor de bolsillo

Una columna de Heliana Guirado



¿Cuánto cuesta menstruar? ¿Por qué muchas mujeres no tienen acceso a toallitas o tampones? ¿Otra vez el dinero es un limitante? Estas son algunas de las preguntas que surgen desde que gracias a la lucha feminista, se analiza este tema con una mirada global y perspectiva de género.

Para comenzar, es importante definir qué significa menstruar. Según explica la médica Daniela Am, “es la caída del endometrio funcional con pérdida de sangre y flujo”. “Todos los meses, el útero se prepara para albergar un embrión y cuando no se produce la fecundación, ese endometrio que se estaba preparando para que se implante el embrión, recibe señales de que no hay embarazo y se cae, generando el sangrado ciclo a ciclo”, agrega.

Desde siempre, este tema estuvo plagado de mitos, sombras y silencio, porque nadie quiere hablar de eso y “mancharse” significa algo casi imperdonable.

En Argentina, la situación es mil veces mejor que en otros lugares. Así lo demuestra un informe escrito por expertas y expertos de la ONU, quienes afirman que “en algunos países, las mujeres o niñas son consideradas ‘contaminadas e impuras’ mientras están menstruando y se les imponen restricciones de todo tipo. No se les permite tocar el agua ni cocinar, no pueden asistir a ceremonias ni sitios religiosos o culturales y no pueden participar en actividades comunitarias. Peor aún, en ciertos lugares ni siquiera pueden entrar a las casas y se les confina a cobertizos donde sufren frío y aislamiento, además de correr el riesgo de contraer enfermedades o sufrir ataques de animales”.

Agregan además que “estas prácticas refuerzan el estigma y la vergüenza emanadas de los estereotipos que envuelven a la menstruación y que impactan todos los aspectos de la vida y el goce de los derechos humanos de mujeres y niñas”.

Por último detallan: “A esta situación se suman las dificultades que tienen para conseguir productos e instalaciones de higiene y saneamiento, por lo que muchas veces dejan de ir a la escuela o al trabajo, con las implicaciones que conlleva en el avance de su educación o situación económica”. Y es que sí, la desigualdad que existe entre varones y mujeres también se refleja en algo que para muchas es muy común: comprar toallitas o tampones. Para otras, esto puede significar un verdadero lujo y hasta incluso algo inalcanzable.

Economía Femini(s)ta, la organización que desde 2015 visibiliza la desigualdad de género a través de datos, estadísticas, contenidos académicos y producción original orientadas a todo público, realiza una campaña que define cuestiones sobre las que poco se habla en relación a la menstruación, por ser algo que sucede como parte de un proceso natural. Sobre eso no hay dudas, sin embargo también es innegable que además de ser un tabú (que adquiere diferentes escalas, dependiendo del país), esconde aspectos relacionados con la economía de las personas que deben costear los elementos necesarios para amortiguar cada sangrado vaginal.

CIFRAS IMPORTANTES

En “Menstruacción”, lxs profesionales de Economía Femini(s)ta realizaron un estudio a través del cual obtuvieron el precio por unidad de tampones y toallitas en cada provincia de Argentina, para calcular un promedio anual nacional, ponderando la cantidad estimada de mujeres entre 13 y 49 años en cada región. Así, los resultados son los siguientes:

  • PRECIO DE TAMPONES: $ 7,44
  • PRECIO DE TOALLITAS: $ 6,75
  • 13 CICLOS POR AÑO X 22 PRODUCTOS POR CICLO
  • GASTO POR AÑO DE TAMPONES: $ 2.136
  • GASTO POR AÑO DE TOALLITAS: $ 1.924

Desde la organización, explican que “casi siete de cada diez personas del sector de menores ingresos de la Argentina son mujeres y promedian un ingreso de $ 2.566 pesos por mes. Para ellas, el costo estimado para gestionar la menstruación mediante el uso de toallitas o tampones representa casi un 10% de sus ingresos”.

“Este gasto no es optativo para las personas que menstrúan y, sin embargo, ganan un 27% menos que los varones. La carga económica que genera la menstruación resulta central para considerarla un factor de desigualdad”, agregan.

Actualmente, existe una nueva manera de evitar un gasto mensual: la copa menstrual, definida por Am como “un recipiente de silicona médica que introducimos en la vagina durante nuestro ciclo y es muy fácil de usar”. Algunas de sus ventajas son una mayor capacidad de retención, duración de cinco a diez años, eliminación de la posibilidad de contraer irritaciones e infecciones y lo más importante: con su uso “inicia un camino que lleva a reconectarte con tu sangrado y a un entendimiento del cuerpo que teníamos olvidado con el uso de desechables”, para “dejar de ver al ciclo menstrual femenino como algo asqueroso y hasta como un padecimiento”.

Muchas personas ya están usando este elemento, y otras se encuentran buscando información y asesoramiento para tomar una decisión. Sin embargo, y más allá de que la copa menstrual tenga muy buenas definiciones, lo cierto es que la elección de cualquier objeto o método para atravesar un período menstrual, debe estar movida por el deseo o la necesidad ante prescripciones médicas.

De ninguna manera se puede seguir permitiendo que mujeres de todo el mundo vivan una situación que es sinónimo de buena salud como algo horrible y traumático. Porque no existen dudas sobre el profundo daño que genera en ellas la limitación de no poder acceder a productos que son necesarios.

La menstruación llega cada mes. Que sea de la manera deseada y con acompañamiento del Estado.



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