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HOLOCAUSTO DE VILLA JARDÍN

A 30 años, “lo que más duele es la complicidad para ocultar una tragedia que sigue generando dolor”

Marcelo Moreno es hermano de Angel, uno de los adolescentes que murieron el 16 de octubre de 1989. Con La Mañana, recordó cómo detenían a su hermano delante de él y la última charla en la ambulancia



Hoy se cumplen 30 años de las trágicas muertes de ocho niños y adolescentes por un incendio en la Comisaría del Menor, en el barrio Villa Jardín, lo que se conoce como “el holocausto formoseño”. Pese a haber transcurrido el tiempo, muchas preguntas aún esperan una respuesta y los familiares de las víctimas siguen reclamando justicia.

Marcelo Moreno es hermano de Angel Moreno, quien tenía 17 años ese fatídico día, y aún hoy rechaza la versión “oficial” de los hechos. “Lo que más duele es el olvido y la complicidad generalizada de la Justicia para no buscar a los responsables”, expresó.

“En aquella comisaría perdí a mi familiar y un amigo. Sin embargo, en todo este tiempo, y pese a las distintas versiones que se manejan, el Estado no activó un mecanismo para saber la verdad. Hasta ahora no sabemos qué realmente pasó, más allá de que siempre insistimos con el pedido de justicia. Todo quedó en la neblina”, dijo.

Agregó: “La versión oficial de que los mismos chicos provocaron el incendio con los colchones para llamar la atención no se ajusta a la realidad. Detenidos de las celdas contiguas a la tragedia me contaron que en ese lugar había vejámenes y maltratos por parte de la Policía, con fuertes torturas para los alojados. Decían que el fuego fue intencional para eliminar evidencias de las humillaciones”.

En ese mismo octubre de 1989, Angel había iniciado los trámites en Corrientes para tratar de ingresar a la Armada. Quería pertenecer a la fuerza y viajaba a dedo para cumplir con los papeles. Sin embargo, los hermanos Moreno se encontraron con la Policía en el barrio Guadalupe, que les pidió documentos. Marcelo, quien habla con La Mañana, los llevaba consigo. Tenía 15 años. Su hermano mayor no, y por sólo ese motivo se lo llevaron. “Lo detuvieron y trasladaron a la Comisaría del Menor, en donde unos días después se desató lo que hoy llamamos el holocausto de Villa Jardín”, refirió Marcelo.

El incendio

Consultado sobre cómo se supo del incendio, Moreno comentó a La Mañana: “Me enteré por una radio local que se había quemado la comisaría. De inmediato me fui para allá y me encontré con cuerpos calcinados. Pregunté por mi hermano y me dijeron que estaba bien. Sin embargo, se encontraba en el Hospital Central con quemaduras en su cuerpo. Junto a mi abuela, lo acompañamos hasta el aeropuerto El Pucú todavía con vida, porque lo iban a tratar en el hospital del quemado en Capiatá, Paraguay. Eso me pareció raro”, comentó.

En la ambulancia no hablaron del incendio propiamente dicho, sino que Marcelo sólo se limitó a decirle a Angel que todo iba a estar bien. Nunca nos imaginamos que esa misma madrugada iba a fallecer”, relató.

El hombre, quien lamenta que sus cuatro hijos sólo conozcan a su tío “por una foto”, expresó su impotencia frente a una “complicidad generalizada” del sistema judicial para “esquivar una verdad que se viene postergando hace 30 años”.

“No buscamos un resarcimiento económico para los familiares, sino claridad y sobre todo justicia. Son muchas las familias que llevan el dolor a cuesta y sin embargo no hay ningún responsable juzgado. Genera mucha impotencia saber que los mismos abogados te recomiendan no seguir con una investigación”, concluyó.

Los hechos de aquel fatídico 16 de octubre

Los menores detenidos estaban alojados en pequeñas celdas, sin ventanas. La versión más conocida dice que como represalia al trato que recibían de los guardias, incendiaron sus colchones y murieron asfixiados por el humo. Los policías que debían cuidarlos no estaban: “Se habían ido a pescar al río Paraguay, ubicado a dos cuadras”, comentan.

Un día antes del incendio, el recordado Marcilio Leguizamón, comprometido con los chicos, los había visitado y constatado el maltrato que recibían.

El propio Leguizamón recordaba en una nota con La Mañana: el día de la tragedia, "me llamaron por teléfono a la una de la tarde, era el Día de la Madre. Cuando llegué, estaban cerradas las puertas. En ese momento, sacaban al chico Dañacón. A dos los llevaron a Buenos Aires y a los otros a Asunción, pero finalmente murieron ocho".

Sobre los policías que debían cuidar a los menores, recordó que "ellos tomaban; cuando se produjo el incendio, no estaban en la comisaría y los chicos gritaban pidiendo auxilio".

“Ellos estaban en una comisaría ilegal y allí se puso al descubierto la violencia oculta: maltratos, torturas, abusos sexuales, hambre, de menores con pecados de una infancia ausente, por los que debieron pagar con sus propias vidas”, señaló Marcilio Leguizamón, quien junto al padre Delis Luque, también fallecido, se dedicaban a trabajar a favor de los jóvenes en situación de vulnerabilidad. La respuesta a estos hechos fue la creación de la casa “Ñande Mitá”, para la contención de los menores.



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