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En momentos de crisis, la comunidad necesita de sus líderes compromiso y equilibrio

Una columna de Mario Brignole



Ya está aquí, cerca de nosotros. Debemos asumir la probabilidad de que, tarde o temprano, pueda estar en nuestras comunidades.

Tenemos tres casos sospechosos, 30 muestras, más nuevas 14 en estudio en la provincia.

Cada día llegan de regreso formoseños de distintos destinos, muchos de zonas de contagio.

A nuestros pueblos regresan estudiantes de Resistencia y Corrientes, zona de posible circulación viral.

En el control del Puente Libertad, localizamos a tres turistas europeos sin estar registrados y ayer otros dos más.

El mundo global es incontrolable, sumado a la estupidez de muchos compatriotas que llegan a escondidas ocultando su lugar de origen para no someterse a controles.

Esperamos con optimismo lo mejor, que nunca llegue a nuestra Patria chica. Pero, por nuestras responsabilidades, nos preparamos para lo peor, esperando que no sea necesario.

Ayer fui parte de una reunión con los actores de la vida comunitaria. No había banderas partidarias, nos abrazaba la unidad que ha sido marca registrada de nuestra historia. Ante los problemas, todos juntos; sin desconocer que somos diversos y plurales.

Como dijo uno de los asistentes, somos la famosa comunidad organizada.

Las autoridades sanitarias explicaron lo suyo, la seguridad aportó su programa de acción, el comercio planteó sus problemáticas, los líderes de la fe llevan a sus bases el mensaje de cuidarse cada uno para cuidar a todos. El Municipio, como buen heredero del histórico Cabildo de la época de la colonia, hace de aglutinador y trata de coordinar.

No es la primera crisis que atraviesa mi comunidad y probablemente no será la última.

Siempre hemos sobrevivido, desde el origen de esta ciudad de pioneros, porque aprendimos de ellos que para sobrevivir hay que juntarse, sin negar las diferencias pero anteponiendo el bien común.

Qué importante resulta juntarse. Y qué necesario resulta que cada líder comunitario pueda conservar la lucidez y creatividad para construir caminos de solución, la templanza para no sobreactuar la crisis, la serenidad para evaluar cada paso, proyectando las consecuencias a corto y mediano plazo.

Mientras discurría la reunión, valoraba la capacidad de nuestros liderazgos para llevar este barco en la tormenta.

Cuánta calma proyecta el Presidente para que el ciudadano de a pie se sienta contenido y protegido.

Cuán importante es la provisión cotidiana de información oficial sobre la evolución de esta situación, para confrontar con los traviesos de las redes que enloquecen a los vecinos con información trucha que muchos, con inocencia, reenvían aumentando el daño.

Es verdad que tenemos ventajas sobre China y Europa: sus experiencias permiten a nuestros líderes anticipar y actuar antes de la expansión.

Para que esa ventaja comparativa sea útil, qué bueno sería que muchos compatriotas dejen de confundir aislamiento y cuarentena con vacaciones, para que empresarios y comerciantes dejen de remarcar precios tratando de sacar ventaja de la desgracia.

Y para que muchos idiotas útiles dejen de usar las redes sociales para generar pánico en sus vecinos.

Y en eso podemos aportar cada uno desde el lugar que la comunidad nos otorgó.

Llegar a los vecinos con información precisa y seria, llevar la calma a cada hogar porque el miedo causa más daño que la pandemia, prepararnos para el caso de que tengamos infectados entre nosotros; mantener la calma en medio de la tormenta también es la función del buen capitán del barco colectivo.

Sobre todo, hacer de la crisis una oportunidad.

Una oportunidad para juntarnos con sentido fraterno, que luego servirá para ser mejores como comunidad; para hacer de las problemáticas sanitarias un problema de la comunidad y no un asunto burocrático de un gobierno; para que discutamos cómo ayudar en las cuestiones de la seguridad colectiva, que ni el Gobierno ni la Policía pueden resolver en soledad sin nuestro involucramiento.

Para recuperar el sentido de comunidad, un colectivo diverso que vive en común unión y que a veces, por el calor de alguna diferencia, se divide y se debilita.

Que la crisis será resuelta por la acción colectiva y que el mañana nos encuentre más unidos y solidarios.

Entonces sí que mereceremos llamarnos comunidad.



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