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Salud mental: ¿Cuáles son los desafíos para trabajar esta área con perspectiva de género?

Las profesionales sostienen que no se puede abordar esa área de la salud sin este enfoque porque se vulneran derechos básicos estipulados por ley. Y proponen como primer paso cuestionarse lo normalizado y acceder a información de calidad



Por Florencia Zanello

Camila, Florencia, Rita y Camila son estudiantes a punto de recibirse de licenciadas en Psicología y decidieron abordar la salud mental con perspectiva de género para sus prácticas profesionales.

Realizaron varias actividades de promoción articulando con distintos organismos, como la Dirección de Cuestiones de Género de la Municipalidad y la Escuela Popular de Formación de Género, e innovaron con herramientas para comunicar de manera efectiva los ejes que trataron.

“Para atender la salud mental con perspectiva de género, el profesional no debe dejar de lado la subjetividad de las personas”, explicaron.

Y siguieron: “El concepto de salud mental dice que es un proceso histórico, social, cultural y un montón de cuestiones que suman. Entonces, inmersas en ese contexto, no podemos dejar de tener en cuenta la perspectiva de género y no solamente tratándose de personas disidentes en torno a lo que son ahora las nuevas orientaciones sexoafectivas, sino también a las hegemónicas: hombres y mujeres cis género”.

Y si un profesional no respeta estas cuestiones, afecta el doble la salud mental.

En ese sentido, la Ley de Salud Mental plantea que el objetivo es el pleno goce de los derechos humanos de todas las personas; entonces, “¿de qué derechos vamos a hablar si hay alguien que por una cuestión de género no accede a los mismos derechos que una mujer o un hombre hegemónico?”, se preguntaron.

No ser llamado por su nombre o no poder asistir a un centro de salud es una vulneración de derechos, sostuvieron.

“Hay personas trans que no van por las miradas despectivas, ¿cómo una persona no va a acceder a la salud pública por eso?”, remarcaron.

Además, aseguraron que la perspectiva de género no tiene que ver con una ideología, sino con tener una mirada crítica en torno a lo que reproducimos, ya sean prácticas o discursos, “que no hacen más que marginar a otros sectores de la sociedad y se pone en juego un lugar de poder”.

Como recurso comunicativo, encontraron la red social Twitter, por ser la más utilizada por los jóvenes, y con la idea de que llegue a más personas adultas, ya que consideran es la población “más resistida” en torno a estas cuestiones. Y descartaron la opción de los folletos porque no podían tener certezas de si la persona accedía a la información, a diferencia del Twitter, donde existe la posibilidad de un feedback, ya sea por una interacción o una respuesta concreta del usuario.

Armaron una cuenta que se llama @saludgenero y desde allí publicaron hilos sobre distintas temáticas enmarcadas en la salud mental con perspectiva de género.

Además, realizaron talleres de Educación Sexual Integral y relaciones saludables. Y participaron como espectadoras en una charla sobre violencia obstétrica que se hizo en la Escuela Popular de Género.

“Está muy naturalizado. En la Escuela de Género, cuando se empezó a hablar de qué era, había personas jóvenes, adultas que contaban sus experiencias y no tenían idea de que eso se llamaba violencia obstétrica y recién ahora pudieron significar y darle nombre”, comentaron.

También problematizaron cómo a los varones cis género les cuesta acceder a una consulta médica o psicológica desde los estereotipos sociales que les imponen: el hombre no llora, es fuerte, no necesita de nadie para resolver sus problemas. “Y no se permite interpelarse por eso”, agregaron.

“Si bien sobre todo son dejados de lados los disidentes, mujeres y niños, quisimos incluir también a los hombres para que vean que son afectados por esto que llamamos patriarcado. Nadie está exento de sufrir un daño colateral”, aclararon.

Sobre el taller de relaciones saludables, que llevaron a cabo en una academia de baile y un colegio secundario, destinado a adolescentes, coinciden en que fue bien recibido, con mucha participación y experiencias compartidas.

La propuesta apuntó no sólo a relaciones de parejas, sino también de amistades y familia.

“Lo que se entendería como saludable es una relación donde exista el respeto, el diálogo, compartir el tiempo en un momento, pero sin perder su privacidad”, argumentaron. Y agregaron: “Donde no hay una relación desigual de poder, es decir que uno no hace abuso de poder sobre otra persona. Eso es violento y para nada saludable”.

En esa línea, manifestaron que algunos indicios de las relaciones asimétricas son el control de los celulares, los celos infundados, los mitos del amor romántico como que los noviazgos deben durar para siempre porque hay que soportar todo. O en las relaciones familiares, que las tareas del hogar se les asignen a las mujeres de la familia y deban criarse dentro de ese estereotipo desigual de género.

Por eso, el grupo propone como primer término para transformar las prácticas y discursos que oprimen a los géneros, “empezar a cuestionarse y preguntarse por qué las cosas son como son”.

“Lo fundamental es empezar a deconstruirnos en base a las prácticas y discursos de los micromachismos que terminan en un femicidio y vulnerando derechos de otras personas”, indicaron.

Pero a esta problematización de lo normalizado se le agrega el acceso a la información, para poder pensar e imaginar otro paradigma posible dentro de los impuestos.

Por eso, creen una herramienta fundamental, no sólo la difusión a través de redes sociales, sino también a partir de estas charlas-talleres, para llegar a más personas.

“Hay algunos que quizás no asisten a una charla, aunque tengan voluntad, porque les queda lejos. Entonces, llegar a los barrios periféricos también es importante”, formularon.

Y finalizaron: “Buscar que las personas se empoderen es el objetivo, pero lograr que se pregunten por qué pasan estas cosas es el comienzo”.



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