Héctor Vidal Casco tiene 35 años y vive de lo que otros tiran en los contenedores ubicados en la intersección de la avenida Ana Elías de Cánepa y Beata Nazaria Ignacia March, entre los barrios El Porvenir y Urbanización Maradona de esta ciudad.
Su historia está cargada de infortunio, de necesidades básicas insatisfechas, de falta de oportunidades, de olvidos y desventuras. Héctor es un testimonio viviente de lo que es subsistir en la absoluta indigencia.
Sobrevive de lo que encuentra en la basura desde hace 11 años. Si es alimento, lo consume; y si se topa con algún material plástico, hierro o cobre, lo recicla y lo vende.
La Mañana fue hasta el lugar y lo entrevistó debajo de una palmera, que desde hace dos meses se convirtió en “su casa”, en un sector de monte, lindante al basural.
Aseguró que la Policía lo desalojó y prendió fuego a su precaria vivienda, construida con lonas porque el predio que ocupada tiene dueño.
“No molestaba a nadie en mi casita, acá a mitad del monte. Ahí tenía una huerta. Nunca molesté a nadie ni me molestaron a mí; pero desde que quemaron mi casita, estoy a la intemperie. Antes vivía con mis padres; pero cuando murieron, una hermana vendió la casa y me quedé en la calle”, expresó.
Más allá de su carencia extrema, Héctor no renuncia a sus sueños y aspira A formar una familia y poder ofrecerle un techo digno, pero para eso necesita de la solidaridad de la gente y -¿por qué no?- del propio Estado provincial.
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