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HABLEMOS DE IGUALDAD

Marta Dillon, una de las fundadoras del movimiento Ni Una Menos: “Nuestra voluntad es la de cambiarlo todo”

Hablemos de igualdad, una columna escrita por Heliana Guirado



Marta Dillon en la última marcha de Ni Una Menos.



Ni Una Menos es, sin dudas, una marea que marcó a fuego al feminismo en Argentina, porque logró masificar la voluntad de lucha y visibilizar nacional e internacionalmente el problema de la violencia de género. Pero, ¿cuáles fueron las primeras ideas que dieron origen al colectivo?, ¿con qué soñaban las feministas que lo idearon?, ¿por dónde se mueven las acciones de trabajo? Estas preguntas y otras tienen respuesta de la mano de Marta Dillon, una de las fundadoras del movimiento, que habló en exclusiva con La Mañana.

Su extensa y reconocida carrera como periodista y activista feminista, la describe entre muchas otras cosas como editora del suplemento Las 12, del diario Página 12, y creadora y editora del suplemento Soy en el mismo medio.

Escribió en revistas nacionales como la Rolling Stone, Planeta Urbano y Latido, y en las mexicanas National Geographic en español y Luna Córnea.

Autora de libros y reconocida con premios que hablan de su lucha por la igualdad, esta mujer es una de las referentes de una ola que llegó para quedarse.

¿Cómo surgió la idea del movimiento Ni Una Menos?

“La idea surgió en principio de una serie de femicidios que se venían sucediendo con mucha repercusión mediática y con víctimas muy jóvenes: Lola Chomnalez, Melina Romero (cita como algunos de los ejemplos). Sentimos la necesidad (que se fue contagiando de unas a otras, a través de trabajo que realizábamos o del compromiso con el tema), de en principio juntarnos para hacer una maratón de lecturas contra los femicidios. O sea, era un manotazo desesperado, hacer una acción que era pequeña y endogámica. Ya la habíamos hecho a favor del aborto legal, con una maratón de lectura que duró toda la noche, donde compartimos el tiempo, nos reconocimos entre muchas, diciendo: ‘Estamos en esta lucha’.

Así surge Ni Una Menos contra los femicidios, hasta donde vinieron familiares de Lola Chomnalez, de Wanda Taddei, que fue quemada por su pareja, y de otras víctimas de femicidios.

Estábamos por hacer la segunda reunión cuando sucedió el femicidio de Chiara Páez, y eso hizo que tomáramos la decisión de no volver a reunirnos, sino más bien de reunirnos para organizar una concentración, que en principio la pensábamos pequeña y que fue desbordando a medida que se fue organizando”.

Estamos luchando, pero nos siguen matando, y eso da cuenta de la complejidad del sistema heteropatriarcal que nos atraviesa. ¿Qué rol debería cumplir el Estado en esta lucha?, ¿es necesario repensarlo, teniendo en cuenta por ejemplo que la violencia institucional es una de las formas más comunes de agredir a las mujeres e identidades disidentes?

“El Estado tiene la responsabilidad de garantizar la igualdad de oportunidades y garantizar que todas las personas puedan desarrollarse en la máxima libertad posible (para no afectar la libertad de les otres), en la integridad de sus cuerpos y en las decisiones libres que se puedan tomar.

La violencia machista y patriarcal, que es el modo en que el Estado se organiza en este momento, hace que esto no sólo no suceda así, sino que más de la mitad de la población esté siendo sometida a un régimen de violencia y de obediencia permanente, porque impone a las mujeres formas de ser y de estar en el mundo que describen lo que quiere decir mujer y si no lo cumplís quedás del lado de las malas, de las putas, de las que no merecen nada, que son amenazantes.

Entonces sí, el Estado tiene la responsabilidad de educar por fuera de estos prejuicios y esta educación tiene que llegar a todes, tanto a adultos y adultas como a les niñes en todas las escuelas y a las adolescentes. Incluso en la universidad debería haber espacios para pensar la perspectiva de género en todo sentido.

La violencia institucional es la que ejerce el Estado, que es sumamente patriarcal en su organización, en su manera de ver los conflictos sociales, de administrar la Justicia, en su manera de otorgarnos a las mujeres determinadas tareas sin ser reconocidas como trabajo y negarnos otras.

Además, sabemos que en las calles la Policía, que es el brazo armado del Estado, persigue a las feministas, persigue a las chicas que le parece que son lesbianas porque tienen el pelo corto, a las personas trans”.

La opresión hacia las mujeres es histórica y siempre que intentaron romper con el orden hegemónico fueron perseguidas. Hoy, de distintas maneras, eso sigue sucediendo. ¿Cuánta consciencia real se tiene sobre el movimiento feminista en Argentina?

“Hemos sido perseguidas y estigmatizadas. Hubo manifestaciones en las que la represión fue clara y directa sobre nosotras y nosotres, porque insisto, en las manifestaciones feministas siempre se están llevando a las compañeras que por los parámetros que tienen estos policías formados de manera patriarcal y con muchos prejuicios, piensan que son lesbianas o que pueden ser más agresivas por eso mismo.

Sin embargo, la persecución no es algo que haya detenido al movimiento feminista. En todo caso, me parece que lo que sí amenaza al movimiento son las reacciones conservadoras y la imposición permanente de que hay formas correctas e incorrectas de ser, de estar y de amar. Que hay formas que son naturales y otras que son ‘lo aberrante’, de tener sexo, de relacionarse, de mirarse, de habitar el mundo, que hay cuerpos correctos e incorrectos. Y esto lo tenemos que desarmar y lleva muchísimo tiempo y trabajo de concientización. Somos muchísimas las que marchamos, las que nos cuestionamos, las que preguntamos, pero por cada una de nosotras tiene que haber otras tres compañeras que se sigan sumando con las que hay que hablar, a las que hay que acercarse para decirles que tienen derecho a ser libres, que tienen la posibilidad de vivir su sexualidad de otra manera, de revelarse frente a las jornadas laborales dobles o triples porque hay que hacerse cargo del cuidado de les niñes.

La tarea es enorme y creo que en el movimiento de Argentina se está dando porque por cada compañera que viene a las manifestaciones hay otras o esas mismas que están en los barrios, multiplicando los debates, formando a otras que quieren cambiar el mundo, sentirse libres, disfrutar de la vida, aun teniendo que sobrevivir en la pobreza, pero con otra perspectiva de lo común”.

¿Cuáles son los lineamientos de trabajo que sigue el movimiento actualmente y en vistas al futuro?

“Desde el colectivo Ni Una Menos, nuestras líneas de trabajo se basan en ampliar los debates, poder coordinar con la máxima cantidad de compañeras posibles programas feministas que nos permitan poner en práctica la transversalidad de la que hablamos siempre, que es política pero también de sentidos. O sea, pensar cómo enfrentar la feminización de la pobreza, cómo organizar un sistema de cuidado que sea social, comunitario, recíproco y que no implique la explotación de las mujeres y que sea reconocido como trabajo. Es también seguir formándonos, haciendo talleres.

Esta marea no es espontánea, venimos hace muchos años generando una masa crítica de feminismo que va a los encuentros nacionales de mujeres y discute de todos los temas, desde los que nos atraviesan el cuerpo a los de la macroeconomía y eso lo tenemos que seguir alimentando.

Ni Una Menos fue un cambio en la masividad del movimiento, más allá de los movimientos de mujeres, y eso no cesó porque hubo la voluntad de seguir alimentándolo, de seguir agitando, de seguir inventando modos de intervención en el espacio público, como es el Paro Nacional de Mujeres, como fueron los paros internacionales, como es la llamada de emergencia y las asambleas en la calle cuando pasan cosas como el fallo de Lucía Pérez.

La idea es seguir insistiendo en ese camino, porque nuestra voluntad es la de cambiarlo todo”.



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