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La otra pandemia

Una columna de Mario Brignole



La situación frente a la pandemia muestra nuestras mayores debilidades y aflora, también, fortalezas escondidas. Que antes del COVID nuestra estructura sanitaria a nivel país era débil y famélica, era harto conocida.

Una debilidad que arrastramos desde hace décadas, producto de políticas nacionales erróneas donde debemos anotar la matriz liberal desde la dictadura de transferir a lo bruto la sanidad pública a las provincias, sin dotarlas de recursos acordes para esa transferencia. En pocos años, Nación pasó a no tener ningún hospital a su cargo, destruyendo los lineamientos de los gobiernos de Perón en tal sentido.

Fueron exigencias del endeudamiento externo del país, cuando los acreedores exigían achicamiento del Estado nacional. También pasó con la educación pública.

Sin dudas, este cuadro se agravó con el Gobierno de Macri, que hasta bajó de rango al Ministerio de Salud y desmanteló lo poco que quedaba (recordemos las vacunas vencidas, 4 hospitales modulares sin habilitar, etc).

Baste decir que al comienzo de la pandemia, sólo había escasa capacidad para hacer test de PCR por día en el Malbrán para todo el país.

La crisis sacó también buenas cosas: con alambres, nuestros científicos demostraron capacidades ignoradas. Hoy se hacen test en todo el territorio.

Aparecieron tratamientos de apoyo innovadores: el plasma de convaleciente, la inhalación con solución de ibuprofeno, la ivermectina, el suero equino.

Pero la realidad no ayuda: pasamos el millón de contagios y decenas de miles de muertos.

El mundo no está mucho mejor. Los países líderes en recursos y tecnología la están pasando mal también: EEUU, el más rico y equipado, paga las consecuencias de malas estrategias y de un conductor al cual la vida humana le es indiferente; Europa, que creía estar de vuelta, padece una segunda ola, más severa aun que la primera. Los datos duros dicen que no es tan fácil y que nadie encontró aún el agujero del mate.

Subyace la pandemia económica

¿Y por casa cómo andamos?

Una buena estrategia de bloqueo exigiendo cuarentena estricta y test de control a todo ingreso mantiene al virus bajo control. Que tenemos casos, pero se controlan los brotes.

Tal vez la única jurisdicción que ha logrado cierto control. Queda la angustia por los varados e ingresos pendientes, que seguramente se podrán encauzar a corto plazo.

El problema son los tiempos. ¿Cómo aguantar este proceso hasta que lleguen las vacunas? ¿Y si no llegan?, ¿o llegan en bajos números?

Porque subyace otra pandemia emergiendo de la primera: la económica, ya que más de la mitad de la población no tiene sueldos ni ingresos fijos. Y la angustia de miles de familias que están pendientes de familiares radicados temporalmente fuera de Formosa.

Esa es nuestra tarea desde cada una de las 37 localidades de la provincia: mientras el Gobierno provincial maneja lo macro sanitario, nos toca a cada gestor de cada comunidad hacer el acompañamiento y contención a cada vecino, en lo económico y en lo afectivo y social.

También a los empresarios; para ellos esta cuarentena tiene un alto costo económico que no debemos ignorar y que contribuye a sostener la situación sanitaria. Cada trasbordo en los centros de ruptura, en cada comunidad, tiene costos en dinero y tiempo, y obliga a una logística compleja que en el tiempo desgasta cualquier estructura.

No todas las actividades han podido reactivarse: hay sectores como la hotelería, gastronomía, turismo, transporte (desde colectivos y remises), gimnasios y los espectáculos masivos.

Hay que decirlo también y agradecer a cada uno de ellos por la paciencia y el sacrificio.

Podemos ayudar y, de hecho, lo hacemos, aunque nunca será igual. Y podemos hacerlo porque nuestra provincia está equilibrada financieramente. Se pueden pagar los sueldos y los insumos, hay recursos para los gastos extraordinarios que la situación exige. De hecho, en mi Municipio tenemos casi 40 trabajadores en la línea de fuego cotidianamente, a los que debemos asistir y contener para que resistan cada día.

Y en momentos de muchas críticas, está bueno reconocer el gran trabajo del ministro Jorge Ibáñez y el contador Miguel Antinori, como ejecutores del programa económico-financiero del gobernador Insfrán, en el correcto manejo de los recursos. Eso me permite a mí, como a los 36 demás intendentes, dar la batalla con armas suficientes.

Que esto está difícil, ni duda cabe. Que estamos aprendiendo a cada momento cómo manejar algo impensado meses atrás, también es cierto. Que no termina rápido, lamentablemente.

Pero que tengamos un rumbo, un camino a recorrer coherente, es una fortuna en tiempos tan complejos.

Ojalá Dios nos ilumine para estar a la altura de estos momentos.

Que en la cancha se ven los pingos.



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