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Las cosas importantes se hacen entre todos

Una columna de Mario Brignole



Ya está, es un hecho.

La Organización Mundial de la Salud le puso rótulo.

El coronavirus es una pandemia.

No existen maneras posibles para frenar su propagación.

El mundo globalizado, con aviones que trasladan millones de personas en horas de un extremo al otro del mundo, impide ponerle un cerco físico al nuevo virus.

Ante la realidad, debemos prepararnos.

¿Qué podemos hacer para enfrentar el problema?

Un buen punto de partida es asumir que el problema existe.

Este es el precio que la humanidad paga por la interdependencia global. Antes fue la gripe asiática, H1N1, el SARS y ahora este nuevo virus.

Frente al problema, hay que reaccionar.

No es un problema del área de salud, frente al cual los demás miramos. Hay que dar una respuesta social para mitigar sus efectos.

Creo que como aporte vale lo que ocurrió en mi ciudad hace pocos años.

Vecinos de la ciudad volvieron de vacaciones de Brasil y trajeron el dengue, y se volvió autóctono.

En pocos días, el mosquito que siempre estuvo aquí, picó a un infectado y lo transmitió a otros vecinos.

Frente a decenas de casos, logramos una respuesta colectiva. Nos reunimos con las autoridades sanitarias, y con su coordinación, donde fue clave el rol del Dr. Moreyra, convocamos a las organizaciones sociales para consensuar la respuesta.

Milagrosamente funcionó: en especial por el apoyo de los pastores de las iglesias locales.

El Colorado cuenta con decenas de iglesias de distintas ramas, cuyos responsables se pusieron la tarea al hombro.

Cada día manteníamos reuniones con decenas de familias en cada iglesia concientizando sobre el descacharrado y la prevención. Llegamos a hacer decenas de reuniones y durante el día, promovidos por los pastores, acometíamos en conjunto tareas de limpieza y fumigación en sectores que los mismos vecinos identificaban como problemáticos.

Ese despliegue permitió llegar a cada barrio, a cada hogar, y acompañados de las fuerzas de seguridad y la presencia del juez Bitar se removieron obstáculos para que cada domicilio, predio o lugar sea fumigado y limpiado.

En unas semanas, decrecieron los casos de dengue y finalmente desapareció el brote.

Lo más importante, ese equipo de trabajo colectivo interinstitucional acudió a cada medio de comunicación para generar la conciencia y el acompañamiento de los vecinos.

La respuesta colectiva, generada por esa iniciativa, pudo frenar el brote de dengue, pero además dejó la base de acciones futuras por parte de los vecinos para evitar otra situación semejante.

La comunidad se hizo cargo del problema y generó las respuestas. Generamos anticuerpos de respuesta frente a crisis de este tipo, que esperamos permanezcan en la memoria del pueblo.

Cuento esta experiencia porque el nuevo virus, como el dengue, no se puede combatir ni con vacunas o medidas parecidas. Necesitan la respuesta de cada vecino, de cada familia, para tener la oportunidad de mitigar sus efectos y proteger a los demás.

El caso del dengue es una buena medida para enfrentar esta crisis sanitaria.

Brasil superó el millón de casos con decenas de miles de muertos, en Paraguay estiman en más de 100.000 infectados este año y 19 muertos. En Formosa, hace años que el Gobierno provincial encaró el problema con políticas activas: se concientizó a la población, se compraron equipos de fumigación, Laformed apoyó con larvicidas y repelentes. Mientras otras provincias fronterizas miraban, Formosa actuó con energía. Tal vez por ello el número de infectados, pese a tener la frontera más extensa con Paraguay y a pasos de Asunción (el pico de casos), no registramos una situación tan grave.

Pero por mucho que haga un gobierno, por muchos recursos que aporte a combatirlo, nada funcionará si cada familia de cada pueblo y ciudad de la provincia no toma el toro por las astas.

En una manzana urbana, viven entre 20 y 30 familias.

Si logramos que 29 de ellas tomen medidas preventivas para erradicar el mosquito, bastará que un vecino irresponsable, haragán o insolidario no lo haga, para que todos los demás estemos en riesgo. Esta batalla no la ganan los gobiernos.

Se necesita que cada vecino haga su aporte.

Sin embargo, sí depende del gobierno de cada comunidad generar espacios para llegar, por distintas vías, a cada familia para que haga su aporte para combatir las epidemias de la sociedad moderna. Lo que hicimos en El Colorado respondió a esa lógica.

Buscar el interlocutor adecuado para llegar a cada hogar. Sea el pastor, las instituciones civiles, los medios de comunicación, las fuerzas de seguridad, el vecino con consenso en su manzana, y hacer de este esfuerzo un trabajo colectivo.

En mi ciudad hay una frase muy usada, que no me pertenece, pero que la aplico como regla de gestión: “A las cosas importantes, hay que hacerlas entre todos”.

Así hacemos pavimento por consorcio de vecinos, ripio en los barrios, iluminación urbana, promovemos las cooperativas.

Frente a los grandes desafíos, hay que movilizar a la sociedad para resolverlos. Solo, ningún gobierno cambia la realidad.



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