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“La Tierra sin mal”: la propuesta de recuperar categorías propias



Por Florencia Zanello

Juan Eduardo Lenscak es el profe al que todos y todas conocemos porque alguna vez lo hemos escuchado hablar: en el aula, en los medios, en algún acto o en cualquier lugar que se respire cultura y debate.

Esta vez, a través de su nuevo escrito al que llamó “La Tierra sin mal”, el profe nos invita a pensar y re pensar (nos) dentro de nuestro contexto contemporáneo y recuperar aquellos significados y significantes que hacen a nuestra cultura popular, con la educación pública como estandarte.

Con el tono suave pero pedagógico que lo caracteriza, el profe explica que “La Tierra sin Mal” es la utopía pero de “tipo guaranítica”, el hacia dónde vamos.

“Los guaraníes tenían esa manera de concebir la vida, creían en los profetas que anunciaban a todo el pueblo, que hay una dimensión éticamente superior, pero posible. Por eso es tierra, tierra sin mal, donde no haya problemas que aparecen con la convivencia. Es la categoría que hay que recuperar”, fundamenta con certeza.

Entiende que muchas veces algunos dicen: “Eso está muy lejos”, “está dentro de cada una de las étnicas y no tiene que ver con la conformación de ser argentino”. Pero asegura que no es así, porque nosotros contamos con leyendas como la Flor de Ceibo, Anahí, que es la metáfora de la resistencia cultural; o con el Padre de la Patria, San Martín, que nació en Yapeyú, supo hablar guaraní y “tiene el mismo esquema que Anahí”.

También tomar mate es una costumbre que nos distingue del resto y no sólo porque lo popularizamos, sino porque se diferencia del hábito europeo de tomar té o café, que es “altamente competitivo e individualista”, porque no se comparte. En cambio el mate sí, con el mecanismo más primitivo de placer y familiaridad que existe: la succión.

“Cada uno tiene su estructura mental que es distinta: hay una forma mucho más competitiva y agresiva, la otra es mucho más servicial, más amigable digamos”, dice Juan.

Y eso es lo que nos propone rescatar: aquellas categorías que ya están metidas dentro de nuestras maneras de pensar y determinan nuestras acciones.

En el libro también se hace un análisis desde las distintas filosofías que han impregnado nuestro sistema educativo y nuestra forma de ser: escolástica, neoliberal, marxista, pero empezando a pensar en categorías propias de Latinoamérica, que muchas son acunadas en la zona andina, con la Pachamama y la militancia por el medio ambiente.

Al final del escrito, propone la tesis de si el justicialismo es filosofía, porque se autodefine como tal: simple, popular, práctica, profundamente humanista y cristiana.

“En general nosotros pensamos nuestra sociedad con categorías escolásticas en la época del virreinato, con categorías liberales después de la revolución de mayo y con categorías más socialistas cuando se comenzó a criticar este modelo neoliberal que es el modelo de la emancipación” argumenta el profe.

Y asevera que “el justicialismo abreva de todas pero no se circunscribe a ninguna”.

En un principio fue la justicia social, después apareció el termino liberación que acuña toda la filosofía y teología de la liberación en la época de resistencia peronista; y luego profundiza este paradigma con la consigna La Patria es el otro, e incorpora toda la nueva corriente del pensamiento feminista. Lenscak lo grafica con el nombre propio del “gran movimiento que se armó para este momento”: el Frente de Todos, Todas y Todes.

Democratizar la educación es la tarea

El material, cuenta el profe, surgió de lecturas, escritos, análisis que dio durante sus clases en la Facultad de Humanidades de la UNaF, que por un lado le pareció pertinente sintetizar pero también tuvo que ver con creer en la educación pública como herramienta.

“Dentro del campo nacional y popular, hemos tenido problemas muy serios porque no hemos tocado a la educación como hay que tocarla: no mirando para atrás, sino hacia adelante; no escuchando lo que dicen los maestros sino los estudiantes”, enfatiza.

Hay un capítulo donde se transcribe una premisa que dijeron los estudiantes en el Foro Federal de Educación que se realizó en la provincia y describe a la perfección la propuesta de Lenscak: “Somos hijos de un programa del Siglo XIX, con maestros del siglo 20 para alumnos del siglo XXI”.

No es una cuestión cronológica, sino ideológica.

Por eso, el objetivo es pensar en categorías de este siglo que nos motivan y convocan, no en las que nos generaron los problemas que ya tenemos: el patriarcado, la explotación del hombre por el hombre y la explotación irracional de los recursos. Esa visión agresiva hay que modificarla “de cuajo”.

“Si no, nos va a pasar lo mismo que les sucedió a los revolucionarios de mayo, que hicieron la revolución política en 1810 pero un siglo después recién llegan a tener la revolución en las universidades. Un siglo después tardó el liberalismo en entrar en la materia gris de los argentinos. A nosotros nos está pasando lo mismo porque en todo el esquema educativo, tanto la universidad como institutos superiores, no sólo en la provincia sino en el país, los egresados salen de cuño liberal”, dice. Ese pensamiento pondera al lucro. Por el contrario, él promueve una visión más comunitaria donde el sujeto sea colectivo; y cree que la solución es cambiar la currícula escolar y democratizar el Sistema Educativo, porque no se puede enseñar una teoría cuando en la práctica no existe un solo ámbito de participación democrática.

Repensarnos es el paso inicial. Recuperar categorías propias es la premisa. Y transformar los paradigmas que nos han oprimido históricamente es el afán; que se facilitará sólo si hay un sistema educativo que piense, reconozca y parta desde el educando y no, desde sus propios intereses.

Si te interesó la propuesta y querés leer más, el profe Lenscak, como buen entendedor de la tarea de multiplicar, nos democratiza su libro para liberar al oprimido.

Encontralo en el siguiente link:

http://xurl.es/ozzz8



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