Estos
cuatro elementos mencionados en el título se podrían asociar a los cuatro tipos
de energías necesarias y disponibles que necesitamos en la vida para accionar
ya que no siempre respondemos de la misma manera ni con la misma intensidad por
que las situaciones no son iguales y demandan un tipo de energía específica
para cada circunstancia particular, ellas son: La estabilidad, la determinación,
la flexibilidad y la apertura, que pueden manifestarse en déficit o exceso.
Conocerlas
nos permite gestionarnos e ir auto regulándonos de acuerdo a la necesidad de la
ocasión.
La
vida presenta escenarios en la que debemos dar algún tipo de respuesta
emocional, mental, actitudinal ya sea para avanzar, para solucionar, para
decidir, para tomar o soltar, dejar ir, requiriendo de nuestra parte una
específica y particular emoción, conversación, corporalidad y acción.
Comenzando
con la estabilidad, se podría asociar con la tierra y es cuando estamos bien
parados en la vida, energía ideal para sostener relaciones personales,
laborales, comerciales estables con base sólida, manifestamos habilidades como
la perseverancia, la tranquilidad, la armonía, la serenidad, la paz y la
corporalidad se muestra con nuestros movimientos seguros y equilibrados y
podemos sostener la mirada.
Cuando
la energía de estabilidad es excesiva exteriorizamos apego impedidos de soltar,
dejar ir, nos mostramos retentivos, somos protectores en demasía o ponemos límites
excesivos, con inacción y o comodidad. Nuestro discurso tiene muchos no.
Y
por el contrario cuando hay déficit nos sentimos desganados, cansados, flojos,
reaccionarios, peleadores, reactivos, nuestra corporalidad es flácida y con un
discurso de mucho si, sin poder contextualizar o poner límites.
Podríamos
asociar con el fuego la energía de la determinación, cuando nos mostramos
apasionados por algo o alguien, cuando somos enfocados y comprometidos,
entusiasmados, con una alta capacidad de concentración, cuando tomamos
iniciativa o cuando empezamos algo nuevo, cuando somos optimistas, ideal para conseguir
nuestras metas, para poner límites, aquí nuestra mirada es fija focalizada,
nuestro tono muscular se muestra alto.
El
exceso de esta energía es cuando existe la necesidad de controlar, de
manipular, de manejar, de ordenar todo el tiempo y no fluir, la emocionalidad
típica es de ansiedad, autoritarismo, soberbia, enojo.
En
defecto esta energía es cuando hay desgano, cansancio, dejadez, cuando se
posterga o abandonan las tomas de decisiones o las cosas.
Hablar
de la energía de flexibilidad podríamos
asociar con el aire, esta energía invita a fomentar las relaciones y vínculos,
ideal para ejercitar el desapego, poder soltar, movernos con soltura y realizar
cambios necesarios, para aprender cosas nuevas, explorar, conectar con el
placer, el optimismo, la liviandad, el disfrute y gozo.
Cuando
esta energía de flexibilidad está en exceso, podemos mostrarnos superficiales,
ser triviales, rendirnos con facilidad frente a los desafíos, comenzar algo y
no terminar y poca capacidad para comprometerse.
Cuando
hay déficit de flexibilidad podemos enojarnos con facilidad, dificultad para
cambiar o modificar algo, no intentar probar algo nuevo, estar ansiosos y los
movimientos que realicemos se presentan tensos o rígidos.
La
apertura asociaríamos con el agua, favorece el escuchar, la capacidad de recibir,
de comprender, el conectarnos, disposición para conocer y explorar, nos
mostramos tiernos y amorosos, empáticos, conformes, en paz, dispuestos a
recibir y aceptar, nuestra corporalidad es relajada.
Cuando
hay exceso de apertura nos volvemos dependientes, necesitados de aceptación, dificultad
para recibir, buscamos reconocimiento permanentemente, se es servil, o se
invade, dificultad para tomar de la vida, damos, damos y damos.
Y
en déficit de esta energía, se nota cuando hay incapacidad para escuchar, nos
mostramos retraídos, inhabilitados para aprender o desaprender, somos reiterativos
y mucha lógica racional.
La
vida es movimiento y cada situación requiere su tipo particular de energía, con
sus modos y tiempos, es importante saber cuánto, cuándo, cómo, qué y para qué.