Esta semana se cumplieron diez años de la consagración como Santuario del templo y el altar del Divino Niño Jesús, un punto que congrega a miles de formoseños cada mes, para vivir una de las mayores manifestaciones de fe en la provincia.

Fue el 11 de agosto de 2012 cuando el obispo, monseñor José Vicente Conejero, consagró el altar y las paredes del templo, e impuso las reliquias de santos y beatos, que están desde ese momento incrustadas en el altar, con un cristal con aumento que permite a los peregrinos observarlas en detalle.

Una de las reliquias pertenece a Santo Domingo Savio, patrono de las cunas, de los niños recién nacidos y de las madres con dificultades, además de ser modelo para los niños y jóvenes. También hay reliquias de la beata Magdalena Morano, una educadora que se dedicó al trabajo con los más pobres y las del beato argentino Ceferino Namuncurá -regalo del obispo-, el joven mapuche. Además, el altar tiene nada menos que reliquias de Don Bosco, padre y maestro de la juventud.

Este viernes, el padre salesiano Alejandro Gómez, quien animó durante muchos años las multitudinarias misas de los días 25 de cada mes, dialogó con La Mañana en su visita a Formosa, en ocasión de este aniversario.

Al respecto, aseguró que en ningún otro lugar del país observó una devoción como la de esta ciudad al Divino Niño Jesús, con novenas y convocatorias masivas todos los meses, “renovando ese contrato de amor”.

Actualmente, el querido y recordado sacerdote está en Rosario, como párroco de la parroquia María Auxiliadora de esa ciudad. Sobre su reencuentro con la comunidad, describió: “Fue un momento muy lindo, muy emotivo. Amo particularmente a Formosa y me siento realmente amado por su gente. Para mí, venir es encontrarme con amigos, con gente con quien he caminado un tramo de mi vida y mi fe. Fueron siete años muy lindos, de mucho crecimiento y entrega”.

Dijo que hace diez años, al momento de la consagración, el Santuario estaba “como una niña de 15 años, que se prepara para su fiesta”. En la actualidad ya vio al lugar “más grande, muy bonito y cuidado por la comunidad”, que ha retomado las actividades “después de la pandemia que ha paralizado mucho y ha generado temor”.