pixel facebook
Sábado 15 de Junio de 2024

24 ° C Clima

Logo Editorial


Infantes en desventaja



Mientras dirigentes de distinto signo político polemizan cada tanto sobre si hay o no hay hambre en la Argentina (entre quienes piensan esto último se encuentra hoy el senador nacional por Formosa Francisco Paoltroni, de La Libertad Avanza), hay otro flagelo cuya presencia en nuestro país no puede ser puesta en discusión: la desnutrición infantil.

Tenemos, por un lado, la ya conocida y visible desnutrición crónica, con chicas/os de baja estatura y algunos más agudizados con problemas leves de atraso, que es padecida por un alto porcentaje de los pequeños habitantes de los asentamientos más vulnerables. Otra desnutrición es la aguda, producto de las grandes hambrunas de África, con sus niñas y niños flacos de vientres prominentes.

Pero hay otra desnutrición preocupante que también puede llegar a producir criaturas en desventaja. Si bien el grueso de quienes la padecen pertenece a los sectores de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), no es extraño que la sufran los hijos/as de familias de clases más altas.

Esta desnutrición, llamada “oculta” porque no se percibe a simple vista, está signada por la falta de nutrientes básicos para el desarrollo en la alimentación. Por ejemplo, falta de hierro, lo que puede derivar en niñas y niños anémicos, con los problemas de salud que se derivan de ello.

Especialistas en la materia explican que la falta de hierro en los menores produce una disminución en el estado de alerta, dificultades en el aprendizaje, menor defensa ante posibles infecciones. Es decir, produce infantes en desventaja.

En cuanto a la malnutrición, un problema a ser considerado también es la obesidad infantil. Algunos chicos/as son considerados “obesos desnutridos o anémicos” a causa de una dieta en base a farináceos (polentas, guisos, fideos, papa, mucha grasa y escasa carne), que aportan calorías que a los adultos les sirven para volcarlas en trabajo y actividad, porque es barata y satisface; pero que a las y los menores no les sirve porque, además, necesitan para su desarrollo otros nutrientes, como por ejemplo hierro, zinc o vitamina A, además de todo el complejo vitamínico.

Los comedores comunitarios suelen contener esa alimentación farinácea porque, además, es el tipo de alimento no perecedero, que puede ser almacenado. Los niños/as que concurren a ellos, por ende, no comen bien, y la baja estatura, la obesidad o la delgadez es por falta de nutrientes. Esta desnutrición “oculta” se combate agregándole a la dieta carne, huevos, verdura fresca, frutas y leche; aunque esto plantea problemas de logística y distribución.

Como se ve, hacen falta cambios urgentes. No cerrar los comedores (aunque muchos ameriten ser auditados prioritariamente); sí incorporar a los planes asistenciales alimenticios dietas más acordes para el mejor desarrollo de nuestra niñez más desvalida, instrumentándose mecanismos que permitan la llegada rápida de alimentos perecederos. Y al mismo tiempo, impulsar programas de educación alimentaria en los barrios carenciados, ya que muchas familias, por obvias razones, no están habituadas a ese tipo de dieta.



Comentarios
Los comentarios publicados al final de cada nota son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden generar sanciones legales. La empresa se reserva el derecho de moderar los comentarios y eliminar aquellos que sean injuriosos o violatorios de cualquier legislación vigente.
Todos los Derechos Reservados © 2024 Editorial La Mañana

La Mañana
RSS
Sitemap

Redes Sociales
Facebook
Instagram
Twitter

Miembro de
Logo Adepa
Adherente a Programas
ONU mujeres

Logo Footer