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Brisa esperanzadora



En pleno proceso de estanflación (recesión económica con inflación), se acaba de anunciar en Formosa la firma de convenios entre la Provincia y el Consejo Federal de Inversiones (CFI) para otorgar asistencia crediticia a pequeñas y medianas empresas locales.

Las nuevas líneas ya están vigentes y abarcan tres áreas: el “financiamiento verde”, asociado a la instalación de paneles solares y a programas de eficiencia energética; otra dirigida a empresas lideradas o integradas mayoritariamente por mujeres en su gerenciamiento, y una tercera destinada a generar valor a la productividad formoseña.

Se trata de una brisa esperanzadora en medio del agobio que vienen produciendo los sucesivos ajustes y tarifazos, dispuestos por la Casa Rosada pero que repercuten de la peor forma en las provincias.

La falta de crédito para el crecimiento de las empresas y por ende de la economía en general es un viejo reclamo en nuestro país, pues representa un grave impedimento para nuestro desarrollo.

Nadie duda que el crédito en todas sus formas, y especialmente para la inversión productiva, es absolutamente indispensable para lograr un crecimiento sostenido de la economía. Es justamente la relación o proporción del total de crédito en relación al Producto Bruto Interno un indicador del buen funcionamiento de un sistema financiero y económico. Esta relación en la Argentina es cuasi inexistente en relación a los países desarrollados, y muy baja cuando se la compara con algunas naciones cercanas. De ahí que el reclamo apuntado por falta de crédito responde a una realidad objetiva.

Pero este es un problema de vieja data de la economía argentina que debe ser analizado con cuidado en razón de que existen responsabilidades compartidas entre las empresas, el sistema financiero y el Estado. La historia del crédito en nuestro país no es ejemplar. En los períodos de abundancia, de crédito fácil, ha sido frecuente la existencia de privilegios, de ventajas para algunos, créditos a tasas de interés negativas y que se devolvían tarde, mal o nunca.

Por otro lado, no pueden olvidarse las repetidas crisis bancarias en que las y los depositantes perdieron todo o parte de sus ahorros. La consecuencia de ello es la natural desconfianza del que ahorra de colocar el dinero a plazos largos. A esto cabe agregar que hoy los depósitos a plazo fijo, casi la única forma de ahorro monetario genuino, están disminuyendo por la fuerte caída de las tasas de interés.

Es indiscutible que sin ahorro privado y público genuino no hay crédito genuino, y sin instrumentos atractivos de ahorro a mediano plazo, tampoco hay posibilidad de créditos a largo.

En un contexto económico como el actual, y ante un futuro por demás incierto, hasta resulta sorpresivo que se abran líneas de crédito para las PyMEs formoseñas. Aunque no deja de ser por eso una señal alentadora, es preciso estar alertas, para que las asistencias no caigan en saco roto -en términos productivos- como en otras épocas, cuando los desmanejos y distorsiones que la propia política fue introduciendo en el sistema, desviaron a muchas de de su loable objetivo.



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