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Sábado 27 de Julio de 2024

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Penurias otoñales



Mientras oficialismo y oposición en la provincia comienzan a cruzarse públicamente por el tarifazo eléctrico -que ya está impactando, y muy fuerte, en las boletas de luz, tanto en comercios como en casas particulares-, el servicio de REFSA continúa en deuda con los usuarios/as.

En efecto y contra todos los pronósticos, la llegada del otoño no hizo cesar esta vez los cortes ni las oscilaciones en la tensión. Es más, a estar por lo que vienen sufriendo vecinos/as de distintos barrios formoseños, pareciera que las lluvias -típicas de la estación que estamos transitando- favoreciesen la interrupción del servicio, sin explicación lógica.

Como los “picos de consumo” por olas de calor ya no pueden ser tomados como excusa, el ingenio popular hace que surjan especulaciones irónicas, como la de una señora que, consultada por La Mañana, dijo que “la culpa ahora la tienen las lluvias, porque se le mojan los cables y los enchufes a REFSA”.

La extensión en el tiempo de los cortes del servicio, así como las temidas altas y bajas de tensión, suceden en paralelo con un aumento disparatado de las tarifas. Una combinación fatal que debería ser especialmente tenida en cuenta por gobernantes y funcionarios -nacionales y provinciales- implicados en el tema.

Las fallas de energía eléctrica, como lo hemos dicho hasta el cansancio en esta columna, generan graves dificultades en comercios y viviendas familiares. Además de otros trastornos directos, como los cortes de agua que se derivan cuasi automáticamente.

Si la carencia de ese servicio esencial -que, como advertimos, afecta también el suministro del agua corriente- se produce en días en que el calor se torna insoportable y, peor aún, en un riesgo cierto para la salud, la situación deviene ya en perjuicios graves. Pero los inconvenientes que provocan los cortes de luz son siempre y en cualquier época del año, serios. Y así deben ser tomados hoy, por más que el estío haya terminado.

No puede dejar de mencionarse, en este marco, el enojo que causan las interrupciones sorpresivas y reiteradas del servicio en muchos barrios de esta capital (en algunos, varias veces al día). El malhumor social otoñal llega por momentos a emparentarse con el de verano cuando algunos cortes programados del servicio, para “la realización de trabajos destinados a mejorar el servicio” -lo que constituye en principio una razón atendible-, se llevan a cabo en los días más calurosos (si la atención de la compañía estuviera focalizada en los efectos sociales, tal vez, como “programados” que son, esos cortes se podrían evitar en jornadas con pronósticos agobiantes).

Está claro que el mayor consumo de energía que se produce durante la canícula tiene relación directa con el aumento de las fallas que se registra en esos meses. Pero cuando el consumo baja, las tarifas se disparan y los cortes se mantienen, el problema adquiere un color más oscuro que no hace más que reflejar la necesidad de inversiones en la infraestructura y el equipamiento del servicio; inversiones que, a juzgar por las penurias que siguen pasando muchos usuarios/as, no pueden demorarse más.



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