Algo está cambiando en la relación del Gobierno nacional con las provincias. Lamentablemente, al menos por ahora, las señales de ese cambio, que va más allá de las discutidas transferencias, o de la coparticipación federal propiamente dicha, no son positivas.
Por lo que se ve, hay todavía dos puntos centrales que saldar en la agenda política. El primero es la manera de gestionar y de resolver los conflictos. Cada sociedad tiene sus formas y, en definitiva, son éstas las que definen o separan a los países que avanzan de los que siguen recorriendo los mismos círculos viciosos. El segundo punto pendiente es cómo las y los ciudadanos concebimos el poder, en su formación, acumulación y conservación.
Con respecto al primer punto, la Argentina sigue una vieja lógica para resolver sus diferencias, que es el esquema amigo-enemigo. La resolución de los conflictos, entonces, resulta de la supresión de uno por el otro. Esta supresión del otro, a lo largo de nuestra historia, recorrió caminos que han ido desde la persecución y la censura artística, intelectual o política hasta la desaparición física.
Durante el largo conflicto con el campo por la fallida resolución 125, en 2008, el reclamo social fue de diálogo y consenso como forma de resolverlo. Pero, lamentablemente, la dirigencia política no lo comprendió y los dos bandos en pugna en ese momento coincidieron por primera vez en algo: en rechazar esta nueva forma de resolver el conflicto. Ambos aceptaron como legítimo en términos políticos que existieran vencedores y vencidos. En consecuencia, el problema de las retenciones sigue vigente, confirmando el fracaso de la política.
Hoy, gran parte de la sociedad argentina aún espera que aquellos dirigentes a los que elige para gestionar sus conflictos los resuelvan, pero de una determinada manera, con diálogo y consenso, tendiendo puentes, no dinamitándolos.
El segundo punto está fuertemente influenciado en términos culturales por una visión centralista de la administración del poder. Visión que más allá de quien gobierne, siempre ha estado presente y que se ha ido agudizando en las últimas décadas. “A partir de ahora hay que trabajar sobre la realidad”, dijo el intendente Jorge Jofré en declaraciones a La Mañana sobre la crisis en el transporte público. Hace años que muchos gobernadores y jefes comunales expresan una realidad común: la del interior del país, que plantea dificultades para resolver los problemas de sus pueblos y provincias por no contar con los recursos para hacerlo, transformando las políticas de tierra adentro en una eterna peregrinación hacia Buenos Aires para gestionar los fondos que den solución a distintas cuestiones.
La falta de federalismo es una realidad de vieja data en la Argentina, por lo que cabe trabajar en una evolución cultural que permita dejar atrás una antigua forma de ver el poder y de vernos a nosotros mismos como sociedad, para empezar a tomar responsabilidades desde cada uno de los gobiernos locales y abandonar definitivamente la visión paternalista que fomenta el actual sistema de concentración y acumulación en unos pocos.