La conjunción de un expresidente brasileño muerto en extrañas circunstancias, un peón discapacitado mental y un médico pueblerino es el punto de partida de un apasionante relato urdido por José Gabriel Ceballos bajo el título “Caso Goulart: daños colaterales”.
Es cierto que toda literatura es engaño, simulación de la realidad y, acaso, manipulación de la credulidad del lector, pero ese juego de experimentar con lo verosímil, en esta nueva novela de Ceballos, es tan seductor como atrapante.
Hay una historia real, la del expresidente brasileño exiliado en Mercedes (Corrientes), Joao Goulart, y la noticia de que un infarto terminó con sus días. Pero lo que hace el autor es rodear esos hechos reales con las vidas ficcionales del doctor Vaccari y de un peón -Turú Almeida- a quien un accidente dejó lelo.
Así planteados la trama y sus personajes, la lectura me evocó el “non fiction” de algunas novelas de Truman Capote y Norman Mailler (“A sangre fría” y “La canción del verdugo”, por dar ejemplos), textos que mixturan hechos reales con hechos imaginados por el autor.
Ceballos, presentado el escenario, teje una trama con un ritmo cinematográfico y un tono que, lejos de ser omnisciente, se carga de inminencias y expectativas, angustiosas si se quiere, que van profetizando el plano inclinado de la tragedia.
El argumento literalmente policial y político es atravesado por la sorpresiva revelación del asesinato del expresidente Goulart a manos de nada menos que el Plan Cóndor, ideado por EEUU y llevado a cabo por los sicarios de las dictaduras del Cono Sur en los 70 y 80, revelación que irrumpe como un fantasma sangriento.
Ceballos, dueño de una escritura elegante, exacta y sobria, juega a la perfección con las escenas y sus cortes, a la manera del cine, avanza y retrocede en el tiempo creando una dinámica que no deja de amarrar al lector a las páginas.
A ello habría que agregar el gran trabajo de construcción de los personajes, tanto de los protagonistas Vaccari y Turú Almeida como de los que aparecen haciendo de “extras”: Ernesto Sábato y el expresidente Raúl Alfonsín, quienes -dosificados- cumplen su tarea de dotar a la ficción de un realismo inesperado.
Estamos ante una novela que exhibe la consolidada madurez de José Gabriel Ceballos. Es un verdadero lujo leer su tono refinado que, íntimamente, admiro. Esa elegancia, esa distinción, se debe por un lado al fluir natural de nuestro autor y, por el otro, es fruto de un industrioso trabajo sobre la escritura y reescritura, según imagino.
“Caso Goulart: daños colaterales” es una de esas novelas en las que uno lamenta cerrar la última página.