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Nueva ola de dengue



El dengue, con muertes, ha vuelto al centro de la escena. Aun cuando sea del todo preocupante la información referida al aumento más que significativo de casos, no lo es menos que este grave problema sanitario -reiterado- no parezca tener respuestas preventivas dentro de nuestra comunidad. Nos referimos a quienes tienen la responsabilidad de velar por la salud pública, pero también a la vecindad en su conjunto.

Gran parte del país, con la región litoral a la cabeza y Formosa ocupando una de las zonas de más alto riesgo, enfrentan nuevamente un momento de extrema peligrosidad en referencia a las distintas afecciones -dengue, zika y chikunguña- que transmite el Aedes aegypti.

Podrá alegarse que las temporadas particularmente lluviosas complican la solución, por el crecimiento de los reservorios de agua estancada y de los yuyales, o que las autoridades sanitarias no han dado hasta aquí respuestas exitosas en la materia; pero lo cierto, también, es que la sociedad misma pone poco cuidado en la cuestión, desoyendo constantemente las campañas de prevención que ya llevan años.

Hace tiempo ya que el dengue avanza sobre el territorio nacional. A partir de situaciones descontroladas en el norte, ha alcanzado provincias del centro del país como Córdoba y la propia Buenos Aires. Y no es muy alentador apreciar que, con cada estío, el problema reaparezca poniendo en alerta a gobiernos de distinto signo, ya que los mosquitos no diferencian entre fronteras políticas.

Con respecto a Formosa en particular, conformamos una sociedad bastante irresponsable, que siempre espera encontrar al funcionario adecuado que cargue con culpas propias y ajenas, mientras eludimos realizar lo que mínimamente se espera de nosotros/as, como puede ser el descacharrado y desyuyado domiciliario.

Pero reiteramos: no alcanza con deslindar toda la responsabilidad en los díscolos vecinos/as. Hoy sabemos con bastante antelación lo que la meteorología nos depara para cada temporada, y esto debería facilitar la planificación de campañas preventivas en función de las condiciones generales. Si no se hace, o si se falla una y otra vez, también es preocupante, porque es una forma de darle pasto a quienes -a nivel nacional- vienen por el achicamiento o la desaparición de “áreas improductivas” del Estado; lo que algunos ya leen como “despidos masivos”. Y ya sabemos lo que sucede cuando alguien agarra la motosierra y corta sin analizar caso por caso: terminan pagando justos/as por pecadores/as.

El dengue constituye un enorme desafío sanitario para provincias y municipios. Difundir más y controlar más no parece imposible, de la misma manera que existen mecanismos adecuados para evaluar si las campañas de difusión dan resultado o deben ser reformuladas, dada su escasa penetración.

En suma, es necesario entender que hay responsabilidades propias y ajenas, y que el problema tiene remedio si tanto las autoridades como los ciudadanos/as actuamos mejor de lo que lo hemos hecho hasta aquí. Es de inteligencia menuda, en cualquier orden, pretender resultados distintos haciendo siempre lo mismo.



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