Especialistas en asuntos ambientales han anticipado que este otoño será “más cálido” que otros anteriores. Eso no significa, aclararon, que se darán calores veraniegos, ni mucho menos, sino que las temperaturas estarán un tanto por encima de las tradicionales para la estación que arrancó hace una semana.

La manera en que la naturaleza se manifiesta frente a las modificaciones de la atmósfera -lo que conocemos como cambio climático- es una realidad que ya nadie puede ignorar. Y provoca o arrastra consecuencias sociales, económicas y ambientales que se hacen ver y sentir de diferentes maneras. Conviene estar atentos a este fenómeno, pues no es extraño que se manifieste en forma de catástrofes sin precedentes.

En el Acuerdo de París, firmado a fines de 2015, un amplio abanico de países reafirmó la necesidad de establecer una política internacional contra el cambio climático. Con el auspicio de Naciones Unidas, se redactó entonces un protocolo con base en la hipótesis científica que sostiene que un aumento de dos grados centígrados en la temperatura media del planeta causaría un deterioro irreversible: vastas regiones se volverían inhabitables por condiciones climáticas extremas; el mundo oscilaría entre grandes períodos de sequía y copiosas lluvias en poco tiempo; el derretimiento de los casquetes polares aumentaría el nivel del mar, que inundaría las zonas costeras.

¿Ciencia ficción? No. Ya hay zonas donde la vida humana y animal se ha puesto más que difícil; la alternancia entre sequías e inundaciones es conocida de hace rato en nuestra región; en tanto que el desprendimiento de bloques de hielo de la Antártida viene siendo una constante en los últimos años, así como en el retroceso de los glaciares.

Las consecuencias también están a la vista: la producción de alimentos disminuye de manera drástica en algunos países (el nuestro, sin ir más lejos, transita una crisis económica importante debido, entre otras causas, a la falta de lluvias que afectó las cosechas), mientras que contingentes humanos cada vez más numerosos se ven obligados a abandonar sus lugares de residencia. Esta migración impacta de forma negativa en no pocas economías nacionales, lo que a su vez deteriora el nivel de vida de más gente en distintos continentes.

En este nuevo contexto, con guerras que lo único que hacen es agravar todo, se torna indispensable que la comunidad internacional ratifique el rumbo adoptado en la capital francesa hace ocho años. Por ejemplo, las y los líderes políticos -también los locales- podrían coordinar acciones frente a este nuevo y desafiante escenario. Además, los Estados deberían convocar a las y los referentes científicos en el tema para diseñar campañas públicas de información, imprescindibles para sensibilizar a la sociedad.

Como medio sensibilizado en la materia advertimos que casi a diario se pueden encontrar noticias que dan cuenta de horribles desastres naturales en distintas partes del mundo. Cada uno de esos informes es una oportunidad para entender la innegable presencia -y contundencia feroz- del cambio climático.