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Saga trágica



La fuerte campaña que llevó a que en Formosa se masificara la utilización del casco protector por parte de las y los motociclistas, pasando a ser nuestra ciudad un ejemplo en este sentido no sólo en la región sino también en el orden nacional, no tuvo -como era de prever- impacto en la prevención de siniestros viales. Muy por el contrario, los incidentes de tránsito protagonizados por motos crecen a medida que aumenta la venta de estos vehículos.

Distintos factores hacen que hoy las calles se vean invadidas por este medio de transporte, ágil, económico, pero a la vez inestable, que se vuelve extremadamente peligroso cuando el tránsito no reúne las condiciones mínimas de seguridad, como sucede en la capital provincial.

El caos vehicular potencia los riesgos y hace que se disparen los índices de choques y caídas, de los cuales se desprenden diariamente traumatismos graves que tienen un alto impacto social y económico.

De este flagelo, que tiene réplicas igualmente preocupantes en algunas comunidades del interior, son testigos los distintos hospitales y centros de salud de la provincia. Las y los accidentados se cuentan por decenas cada semana, con atenciones que demandan de uno a varios días de internación y gastos descomunales en estudios de imágenes, análisis de laboratorio, intervenciones quirúrgicas, hemoterapia y el trabajo de las áreas de anatomía patológica. Sin contar las prótesis que puedan ser colocadas en las operaciones y la asistencia y el tratamiento posterior.

Como en otros lugares del país, una porción cada vez mayor del presupuesto hospitalario se lo llevan las internaciones de motociclistas. Médicos con años de experiencia en esta cuestión grafican el nuevo cuadro: “Hasta hace unos años, uno entraba a una terapia intensiva y el promedio de edad de los pacientes era de entre los 60 y 80 años, con patologías de cardiología, pulmonares o neurológicas. Hoy, están llenas de jóvenes con graves traumatismos por chocar en moto”.

Esta epidemia de accidentología vial en dos ruedas compromete seriamente los recursos -tanto humanos como económicos- que se destinan a la salud pública. Y, como no para de crecer, obliga a las autoridades a ideas nuevas estrategias de prevención.

Puede que el uso extendido del casco esté contribuyendo a evitar lesiones cerebrales más severas, pero el dato a tener en cuenta es que se siguen produciendo traumatismos craneanos graves. Y esto obedece a dos causas, que en Formosa aparecen combinadas: mal uso del elemento protector (motociclistas con el casco desabrochado y a mitad de la cabeza) y elementos de mala calidad (la mayoría, por razones de costo, usa cascos no homologados).

Ahora bien, el cuidar la cabeza no es todo. También hay que crear conciencia y luchar contra el peligro que encierran las distintas imprudencias en el uso de motovehículos, como su aplicación a traslados colectivos, los zigzagueos a alta velocidad y la negligencia por no respetar las normas de tránsito.

De continuar así, los hospitales seguirán siendo el triste y costoso escenario de una impactante saga de películas con final trágico.



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