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Retocando el mundo

Ciclo de Conversaciones en Vivo con Artistas Formoseños. Tercer Invitado: Alfredo Palacio, Artista Plástico – Pintor Muralista



Por Héctor Washington

Durante una conferencia en Caracas en 1960, David Alfaro Siqueiros, uno de los mayores exponentes del muralismo mexicano, conceptualizaba lo que se decía “un arte poderoso” y sentenciaba: “Mientras los artistas no conquisten la opinión de las mayorías populares, no podrán hacer, con sus medios expresivos propios, con su escala estética correspondiente, un arte poderoso”.

Bajo esta misma premisa y compromiso parece orientar su obra el artista formoseño Alfredo Palacio.

Él se define como artista plástico, ilustrador, pintor muralista y profesor de Artes Visuales. Nació en el año 1983 en Formosa e incursionó desde pequeño en el dibujo de manera autodidacta, inspirado en las historietas de “Pepe Sánchez”, “Nippur de Lagash” y “Caloi”, entre otros. Inició el Profesorado de Artes Visuales en el año 2005, experimentando con técnicas diversas en la pintura, el grabado, el dibujo, la cerámica y la escultura. Tiempo después, conformó espacios y centros culturales independientes, lo que le valió experimentar también con la música, el teatro y la danza.

En 2013 fue pare del Encuentro Sudamericano de Arte Público y Muralismo, donde descubrió su pasión por el arte mural. Inició entonces sus primeros trabajos en la disciplina de manera independiente. Siqueiros, Carpani, Miguel Ángel, Berni, Raquel Forner y Lino Spilimbergo son parte de sus influencias. Representa desde 2014 a Formosa en encuentros de muralistas que se realizan en la Argentina: Jujuy, Chaco, Misiones, Entre Ríos, Buenos Aires, Santa Fe y Santiago del Estero fueron algunas de las provincias donde dejó su marca.

Becado por el Fondo Nacional de las Artes, viajó a México en 2018 para una formación de intercambio académico en la Escuela de Muralismo “Siqueiros”, donde se nutrió en historia del muralismo mexicano, dibujo monumental, esgrafiado, teoría del color y elaboración de maquetas.

Desde 2017 forma parte del equipo de artistas plásticos que trabaja para el Área de Muralistas de la Subsecretaría de Cultura de Formosa, que pone en valor la gestión y organización de los encuentros de muralistas que se vienen realizando en la ciudad de Formosa. Con obras de carácter indigenista y expresionista, se especializa en murales pictóricos.

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Arrancaste con el dibujo, con ciertas influencias de historietas populares muy conocidas. ¿Cómo eran esos días en tu casa natal?

- “¡Qué recuerdos! Cuando uno se remonta a la niñez, es como ir a lo más profundo de uno mismo. A mí lo que me pasaba es que, como soy el anteúltimo de 9 hermanos -somos muchos y tengo hermanos que tienen 50 años más o menos-, ellos trabajaban, eran personas grandes y compraban (yo no recuerdo dónde venían) estas historietas. Pero ellos compraban un diario y en el diario venían las historietas, y las dejaban por la casa. Y yo, de curioso que era, iba y las leía. Como podía, porque también recién comenzaba a leer, a los 6 ó 7 años, recién empezaba a practicar la lectura. Pero más imaginaba qué contaban esos dibujitos por medio de la imaginación. Como no sabía leer muy bien, entonces empezaba a imaginar e iba ensamblando la historieta de ‘Pepe Sánchez’ con la de ‘Nippur de Lagash’… iba jugando con las propias imágenes, imaginándome mundos. Y me gustaban mucho los dibujos, las líneas que tenían, cómo manejaban el color, sin saber. También recuerdo que a los 7 u 8 años me habían regalado un diccionario de esos ilustrados, de los de antes. Y había partes del libro o diccionario donde venían obras de arte. Y yo empezaba a ver obras ahí de artistas, del Renacimiento, del Romanticismo… y no entendía de qué se trataba porque parecían fotografías. Y eran cuadros. Ahí empezó, ahí empecé a copiar y después recuerdo que para la escuela también, por ejemplo, te pedían hacer un dibujo para el mes. Entonces empezaba a copiar un dibujo, copiar la rama de un árbol y esas cosas. Ya desde chico tiraba línea”.

Claro, eran las carátulas que hacíamos en los cuadernos cuando llegaba una estación… hacíamos un dibujito: Mes de “tal cosa”…

- Claro, por ejemplo, el Mes de la Bandera, el Mes de la Primavera… Todas esas cosas. Entonces yo ya me mandaba. Y después me gustaban mucho también los dibujos que tenían los manuales Estrada, los manuales Santillana, los Kapelusz… tenían muy buenos dibujos. Y también, por medio de los dibujos que yo hacía cuando era niño, me sacaba millones de Excelentes, porque siempre en todo: en Matemática, Lengua, Ciencias Sociales… en todo le mandaba un dibujito. Creo que por ese lado iban los Excelentes”.

Es un plus, es cierto. Yo recuerdo que los compañeros que sabían dibujar tenían un plus siempre importante.

- “Claro, con eso ya pasaron al frente”.

Tu mamá es docente, maestra jardinera, ¿no?

- “Sí, maestra jardinera. Mi mamá es empleada de la Provincia, pero hizo cursos para trabajar con niños en lo que eran las guarderías. Entonces tenía un montón de revistas de maestra jardinera, se especializó, se formó en eso. Y cuidaba chicos en la guardería”.

Como maestra jardinera que era ella, también habrás tenido un mundo importante para jugar, para dibujar, cantidad de materiales…

- “Sí, claro. Por las revistas que ella tenía de maestra jardinera y demás. También recuerdo que, por ejemplo, en la escuela siempre te pedían que hagas maquetas o que hagas los famosos afiches para dar clases y las ferias de ciencias y todas esas cosas. Y mamá se ponía la camiseta y me decía: ‘Bueno, vení, yo te hago la maqueta’. Y yo la veía cómo manejaba la tijera y todo, veía que dibujaba. Mi mamá era modista también, y antes venían todos los moldes de las ropas. Y yo veía eso… cómo ella lo hacía también, veía cómo dibujaba en grande para hacer moldes de ropa. Así que imaginate, entre la costura y las cosas que ella tenía que eran para los chicos, más las revistas y los diccionarios y las revistas de historietas… ya tenía un mundo bastante divertido para jugar ahí”.

Claro, la ecuación tiene bastante sentido digamos, ¿no?

- “Claro, claro”.

Hoy por hoy, las artes plásticas son tu actividad artística principal, pero también a lo largo de la vida fuiste explorando la música, el canto, el teatro… ¿Cómo fue todo ese transitar y qué te dejó cada cosa?

- “Yo, cuando terminé la escuela secundaria, no sabía muy bien qué iba a hacer de mi vida, no sabía qué estudiar. Yo vengo de una familia humilde, con bajos recursos. Mi madre lo primero que me dijo cuando salí de la escuela secundaria fue: ‘Andá a probar a la Policía’. Y voy y pruebo en la Policía, y me dicen: ‘No, no podés estar acá.... qué sé yo’. Un día iba yo caminando por el centro, por la plaza San Martín, y veo el ‘Albertazzi’ y que algo pasaba ahí. Entonces me acerqué a preguntar qué se estudiaba ahí. Y me dijeron: ‘Acá se estudia Diseño Gráfico, Artes Visuales, están los talleres…’. Y casi sin saberlo, dije: ‘Bueno, me anoto en esto’. Y me anoté en un cursillo de Diseño Gráfico, que eran nueve meses. Ahí fui tratando de entender más o menos qué quería hacer, porque sinceramente no entendía siquiera qué era el Diseño Gráfico. Pero dije: ‘Bueno, si se trata de dibujar tipografías, dibujar un objeto que más o menos uno tiene que analizar y algo de ilustración… bien’. Entonces iba como ensamblando eso, hasta que después fui haciendo los talleres libres de dibujo y de pintura ahí en el ‘Albertazzi’, que eran gratis antes. Después me tropecé con la biblioteca del instituto en horas de la siesta. Ahí empecé a ver libros en una escuela de arte y me fascinaban. Eran increíbles. Ahí lo vi a Siqueiros, a Rivera, ahí lo vi a Spilimbergo, a Berni, a artistas argentinos, de Europa... Y ahí me quedaba horas a la siesta; me acuerdo que me hice muy amigo de la bibliotecaria, entonces me dejaba entrar y yo me quedaba ahí desde las 7 hasta el horario en que tenía que ir a clase, hasta las 6 de la tarde. Me quedaba mirando imágenes, como buscando, buscando…”.

Bueno, evidentemente fue un buen camino porque ya en 2018 fuiste becado por el Fondo Nacional de las Artes para una formación de intercambio académico en México. ¿Cómo fue esa experiencia allí, la cuna del muralismo americano?

- “Sí. En esa ocasión, fuimos un equipo de artistas plásticos de acá. Los que venimos trabajando en muralismo y arte público desde el año 2016 ó 2015 más o menos, ya veníamos trabajando con esto. Y salió una beca para la formación que da el Fondo Nacional de las Artes. Y nuestro coordinador, un compañero mío, eligió un punto, que fue México. Qué mejor lugar para ir a formarse que México. Fuimos. Como tenemos contacto ahí con la Fundación Siqueiros ‘Sin Fronteras’, entonces hicimos el enlace. Y la idea justamente era hacer un intercambio académico, donde nosotros tomamos el conocimiento de ellos, que era la construcción de maquetas, la teoría del color, composición, imagen monumental… y nosotros le llevamos de alguna manera en lo que nosotros nos especializamos acá en Formosa, que es el mural esgrafiado: una técnica de mural que tiene que ver con la obra civil, con diferentes capas de cemento, teñidos con ferrite, y a través del calado se genera la imagen. Es un mural en bajo y alto relieve. Esa técnica nosotros la llevamos; ahí les planteamos, les dimos una clase y plasmamos dos murales esgrafiados en México, en la localidad de Poxindeje. Y después la experiencia del mismo país, la cultura, su manera de vivir… Fuimos al Palacio de Bellas Artes a ver en vivo las imágenes de Siqueiros, de Rivera, de Orozco, de Camarena y de tantos otros muralistas. Es un país que está nutrido. Por donde vos vas, ya ves en los edificios los nuevos murales, el street art que ya manejan los jóvenes y cómo fue evolucionando. Ellos lo tienen incorporado a su vida a esto del muralismo, es parte de su idiosincrasia, de su manera de vivir. Es increíble. Fuimos a la casa de Frida Kahlo, a las Pirámides del Sol o las Pirámides Toltecas. Ahí ya había murales de hace millones y millones de años abajo de la tierra. O sea ya, eran muralistas hace tanto tiempo. Me nutrí de todo eso y saqué fotografías en mi cabeza que hasta hoy en día las tengo. Y ver la obra de Siqueiros en vivo y en directo, para mí es como… no sé… como verlo a Messi. Ahí aprendí mucho mirando, que es la mejor manera de nutrirse”.

Ahí yo imagino que ya estuvo confirmada tu vocación. Ahí ya dijiste: ‘Bueno, policía no. Definitivamente no”.

- “Claro, ya no. Yo dibujo desde que soy muy pequeño, pero empecé a pintar en el año 2006. Y comencé a decidirme y a cranear y a decir: ‘Bueno, esto voy a hacer’. Empecé a estudiar el Profesorado de Artes Visuales. Me gustaba mucho todo lo que tiene que ver con el arte en general. Después, con unos amigos se empezó a formar este Centro Cultural ‘La Mandinga’, que es un monstruo hoy en día. Y me dijeron: ‘Mirá, se está armando esto’. Fui y se formó una murga estilo uruguayo. Yo no entendía dé que estaban hablando, pero me gustó mucho, porque era para cantar y a mí me encanta cantar. Y eran unas cuerdas de voces cantando con base de percusión. Y ahí empezamos, con ese mundo mágico del arte. Comencé a incursionar en la percusión, la música, el canto… La verdad es que ese centro cultural fue el despegue de esto que me apasiona, que es el arte. Yo, a donde voy, siempre digo: ‘En este lugar, desde acá parte lo mío’. Y en el Centro Cultural ‘La Mandinga’ me acuerdo que trabajaba antes en la utilería, para todo lo que era títeres y teatro. Viste que siempre utilizan utilería y las artes plásticas. Y mi formación de artes plásticas empezaba a ser la utilería y de paso también hacía escenografías ahí, para las obras el circo, las obras de teatro…”.

Tu pintura tiene un fuerte tratamiento con el arte indigenista americano. ¿De dónde nace tu compromiso con los pueblos originarios del continente?

- “Trabajando en ‘La Mandinga’, hace algunos años teníamos mucho contacto con una organización del Oeste de Formosa, de Las Lomitas. Y ahí fuimos a trabajar con comunidades Wichí, Pilagá… y también acá en Formosa, después en ese tiempo, empecé a trabajar con los jóvenes de la comunidad Qom, en el barrio Namqom. Entonces, empezaba a ver cómo viven hoy y cómo habrá sido para ellos vivir lo de antes, con todo lo que pasó y quiénes estaban en estos territorios, a quién pertenece la tierra en sí… En ese camino, siempre me he planteado esa cuestión humana de decir: ‘¿De quién es esta tierra?’. Vos, a donde vas, en Formosa vas a encontrar comunidades Wichí, Pilagá… que son los que más están acá. Ahí me empezaba a replantear qué hacían antes ellos, antes incluso de la guerra de la Triple Alianza. Porque esto era territorio ancestral, eran tierras ancestrales, son tierras ancestrales aborígenes. Y recordando también lo que había aprendido en la escuela sobre las grandes culturas indígenas precolombinas, los Mayas, los Aztecas, los Toltecas, los Incas… Cuando voy a México, me doy un golpazo en la cabeza ahí, porque al ver todo lo que era eso, me doy cuenta que la realidad es otra, que lo que pasó -hablando de arte indigenista y viendo las obras de estos grandes muralistas- es otra cosa, es otra cosa lo que sucedió. Entonces ahí más todavía me hago ese replanteo de decir: ‘Hoy en día, ¿cómo están las comunidades aborígenes en Latinoamérica en general?’. Y qué era lo que había pasado antes. Mi obra va por ese lado, porque la búsqueda es permanente. Muchas veces hago homenajes a los aborígenes y a su manera de vivir, eso más bien es en mi obra personal. Por eso digo que tengo un carácter indigenista. Incluso hasta la paleta de colores: utilizo muchos marrones, muchos colores sepia, justamente porque toda Latinoamérica tiene ese color, tiene ese color marrón, ese color sepia que está en la piel de los aborígenes, de los indígenas, de los originarios”.

Podemos señalar ahí también en tu obra, más allá de una cuestión estética -que lo es-, la constitución de una herramienta de transformación social. Pienso en estas temáticas que mencionabas recién que solés abordar: la mujer latinoamericana, el medio ambiente, la flora, la fauna… Es un arte que propone una transformación social también, más allá de una contemplación pasiva, ¿no?

- “Claro, es que el arte mural tiene que ver directamente con eso. Es un arte para transformar, es un arte de transformación social. Al estar en el espacio público, de alguna manera tiene que dar -y hasta podría decirse que está obligado a dar- un mensaje. Pero hoy en día tenemos tantas temáticas para tratar, con el tema del COVID, la pandemia, la enfermedad… y un millón de cosas que están detrás de eso. Hoy en día también hay otras características de los murales; también están los murales decorativos… Cada muralista o artista es libre de disponerse hacia donde quiere ir, hacia un muralismo protestante o hacia el graffiti o hacia un muralismo que tenga que ver con las religiones. Incluso al ser un mural decorativo, está transformando el espacio donde uno vive, de alguna manera transforma tu espacio, transforma tu vida. De eso se tratan los murales. Y los mensajes van a criterio del artista o de los eventos, de los encuentros, de los festivales de muralismo y arte público que se hagan en el mundo. Cada uno puede plantarse en el estilo, en la temática o el mensaje que quiere dar con el mural. A todos nos ha tocado alguna vez lucrar haciendo un mural y a todos nos ha tocado alguna vez no lucrar, haciendo murales a beneficio, solidarios…”.

También sos capacitador de docentes, artistas… eventualmente también trabajaste o trabajás con adolescentes. Vivimos -es cierto- en la cultura de la imagen, pero ¿suelen anhelar los jóvenes la búsqueda de su vocación ahí en el arte o lo ven más como una suerte de hobby y optan más por ser abogados o contadores, por ejemplo?

- “Yo había presentado un proyecto para la Subsecretaría de Cultura, que era justamente capacitar a jóvenes en la adolescencia, en la escuela secundaria. La idea era tratar esta temática que tiene que ver con el arte. Y hablar de que el arte es trabajo y de que -en mi caso- ser un artista plástico es una profesión. Y que es un trabajo, por ende, remunerativo. Se puede vivir de esto también. A esto iban estas capacitaciones. Yo he dado talleres de muralismo en Pirané y ahí tenía un grupo de chicos de entre 13 y 16 años. Y a ellos les gusta. Yo les contaba que hay diferentes maneras de vivir del arte. Uno puede ser músico -que es lo más común-, puede ser actor, puede ser escultor… y también puede ser artista plástico. Todo depende de las pilas y de las ganas y de la convicción que uno tenga para decir: ‘Bueno, de esto voy a vivir. Esta es mi profesión. Esto es lo que quiero hacer’. Porque no es que todo es por arte de magia, es un trabajo que uno viene haciendo hace mucho tiempo. Yo creo que el artista se viene nutriendo todo el tiempo de seguir trabajando, convencido de que el arte que uno adopta -ya sea muralismo, el teatro, la danza o la literatura- es trabajo. Y qué mejor que trabajar de lo que a uno le gusta. Eso es lo que yo siempre les planteo a las personas con la que estoy capacitando, dando algún taller”.

¿Cómo ves el crecimiento del muralismo en la provincia en los últimos años? Ha sido importante, ¿no?

- “Sí, en la ciudad de Formosa -lo digo porque fui parte de la organización- se empezó a plantear la idea de pintar murales en las paredes de las casas de los vecinos, por circuitos. Y desde el año 2018 hasta el año pasado, que se hizo en febrero, se ensamblaba el Encuentro Nacional de Muralismo y Arte Público con la Fiesta Internacional de la Corvina. La verdad es que desde 2018 hasta el año pasado, creció bastante. Porque pareciera que antes de 2018 no había murales en las calles. Y a partir de ese año, se empezó a ver y empezó a ser consecutivo. Creció bastante, porque antes de eso, los Encuentros de Muralistas y de Arte Público se venían haciendo en otras localidades de la provincia, en Clorinda, en Las Lomitas, en Pirané, en Mansilla… Se hacían en las paredes y también generalmente se hacían en paneles de MDF. O sea, esto de los encuentros ya viene -según data que tenemos nosotros, con los compañeros- desde el año 2006 más o menos. Pero como siempre lo que sucede en la ciudad de Formosa es lo que más se va a ver, a partir del año 2018, con políticas culturales fuertes de parte de la Subsecretaría de Cultura, ahí todo fue para arriba, vino la prensa, los medios de comunicación… Y fuimos levantando bastante, con artistas locales, nacionales e internacionales. Así que desde el año 2018 al año pasado, crecieron bastante, en un 90%, los murales que hay en el espacio público”.

¿Qué te pasa particularmente a vos cuando vas por ahí desaprensivo por la calle y te encontrás con una obra tuya en un espacio público?

- “Primero digo: ‘¡Wow! ¡Esto pinté yo!’. Porque uno va pintando y en un momento, tenés que dejarlo. Y uno va evolucionando y yo siempre voy buscando mejorar, voy buscando otras maneras, otras técnicas, voy incursionando… Y cuando voy y veo una obra mía, digo: ‘Bueno, ahora es momento de retocar esto’ o ‘Se puede hacer tal cosa’ o ‘Pude haber hecho tal cosa’… Me pasa, por ejemplo, con el mural que hice en el Centro Cultural ‘Los Iglús’, cerca del Paseo de las Aves. A ese mural, por ejemplo, lo quiero retocar porque me parece que ya está despintado, tengo que arreglar algunas cositas. Lo que me pasa generalmente es querer retocarlo”.

¿Los solés retocar fielmente o te das la libertad de intervenirlos, más allá de retocarlos? ¿Es tu caso o sos fiel al primer concepto?

- “No, no, no. Los retoco e inclusive los transformo, les cambio el color, algunas veces tapo todo, hago otra cosa… De eso se trata”.

Bueno, es una posibilidad que tienen los pintores, porque los escritores -por ejemplo- ya tienen el libro escrito por el mundo, ya no lo pueden retocar…

- “Claro, hay que escribir otro… Igual, de todas maneras, un mural pictórico puede remodelarse, pero un mural escultórico o esgrafiado es casi imposible. Tenés que demoler eso, porque es una obra civil. Si es pintado, sí. Todo lo que sea pictórico se puede retocar”.

Decime… ¿qué le da Alfredo Palacio al mundo al plasmar un mural? ¿Qué sentís que le das?

- “Amor. Le doy amor, porque le estoy dando toda mi energía. Le doy amor en cada pincelada, porque le regalo parte de mi tiempo, le doy bienestar para que se quede, se detenga, lo mire, lo analice, le saque fotos… Le doy amor, eso le doy. Le pongo todo”.

También participaste en el concurso “Aves de Formosa” hace poco, lo que hoy es el “Paseo de las Aves”… ¿Cómo fue esa experiencia? ¿Todavía no se inauguró o ya está inaugurado?

- “Sí. Fue un concurso de muralismo. Yo nunca escuché de eso en Formosa. Y cuando lo vi por redes sociales, me pareció bastante interesante. Y me dije: ‘Bueno, vamos a ver de qué se trata’. Empecé a preguntar y era por competencia; me dijeron que tenía que presentar un dibujo, un boceto, sobre aves típicas de Formosa y que había premios. Entonces me dije: ‘Buenísimo, espectacular’. Como era en equipo, lo invité a un amigo, un compañero, Luis Báez, para participar juntos. Se hizo un ensamble de murales y cada uno tenía un número; cada muralista trabajaba en equipo de dos o tres personas un ave específica que le habían dado o que había seleccionado. Fueron jornadas a la mañana, a la tarde… como a uno le quedaba. Los organizadores estaban en el espacio desde las 7 de la mañana hasta las 11 de la noche. Y fue muy lindo, la verdad… una experiencia muy buena porque al ver que son todos artistas de Formosa, ves gente que por ahí no conocés que se sumó también. Estar en ese juego divertido de competencia… porque yo -por ejemplo- vengo trabajando con murales de hace muchos años y ver que otros están trabajando con murales acá está bueno. La verdad es que nunca estuve en una competencia. Nosotros ganamos el segundo premio. Creo que esa parte -me parece- va a ser un centro cultural más adelante, no sé muy bien. Pero en esa zona van a hacer una plazoleta, que se llama precisamente ‘Paseo de las Aves’, un lugar para distenderse. Todavía no se inaugura porque están por poner los banquitos y demás”.

También hacés trabajos desde lo particular. No sólo murales sino también cuadros, escenografías, telones… ¿Cómo hace la gente para contactarte?

- “Sí, la gente para contactarse conmigo me puede buscar en la cuenta de Facebook, que es ‘Alfredo Negro Palacio’ o al WhatsApp 3704-815504. Y en mi Instagram: @alfredobpalacio. Ahí encuentran mis tarjetitas digitales. Hago letras, pancartas, pasacalles, escenografías, utilerías, cuadros, ilustraciones… Y, por supuesto, lo que es mi mayor aporte: el mural pictórico”.



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