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Sobre “Dos luces de frente”, de Diego Planisich



¿Qué podemos leer de nuevo en la literatura del litoral? Es un momento de brillo este para la literatura del Nordeste, donde los hijos perdidos de los ochentas y noventas están generando una literatura con gran carácter, autosuficiente tanto en términos de crítica como de consumo, con poetas de la altura de Rocío Navarro, Franco Rivero, Marina Coronel, Martín Pucheta, Evelin Bochle y Diego Planisich. Una literatura que tiende a las trasparencias, cuyas raíces comunes pueden rastrearse en escritores de su misma geografía y también en una convivencia con el paisaje geográfico y cultural. Hijos del saqueo extractivista agroganadero, habitan un espacio de resistencia: la palabra.

“Dos luces de frente” acontece en la ruta, y la ruta es un territorio de guerra: “los cadáveres que habitan las banquinas”, “lechos de sangre de río arriba”, “esa línea blanca / que parece un caserío / no es más que el cementerio”, “el olor a bosta se me cruza / en un profundo cambio de aire: / trastabillo, porque acá / los caminos tienen huellas / que nunca sanan”. Los poemas van apareciendo a medida que nos adentramos en el libro, en el paisaje devastado de las rutas provinciales, con lluvias y barro, con nubes de tormenta. Allí la voz poética también lucha, cuando se manda a correr por la orilla de la ruta y la poesía acontece en el mundo: “Un zorro corta la negrura / con el brillo de sus ojos”. El libro de Diego va pulsando tecla tras tecla en el acordeón de la ruta y los ríos, con una mirada que se hace carne con ese paisaje y ese aire que le llena los pulmones, “junto al río / pasa que / se me inventan / emociones”. Corriendo o manejando por esas rutas, él es parte de ese paisaje, donde la vida y la poesía ejercen resistencia.

La voz poética atraviesa ese paisaje del Paraná, navega la geografía en la que se emplazó el pueblo: “Somos un algo en medio de todo / junto a una ruta interprovincial”. A veces el camino es una excusa para mirarse adentro: “El dolor se dispara / como un dibujo / las ondas / de una piedrita / al agua”. Otras, la ruta lo lleva al encuentro con la poesía: “Cualquier cosa que florezca / trae consigo el peligro”. La vida más insignificante es una guerra: “Somos hormigas / hombreando el camino”, “cuando una burbuja sube / desde lo más profundo / nada la detiene”, aunque “la luz no existe / cuando la oscuridad / es blanca”.

Los poemas de “Dos luces de frente” manejan una musicalidad profundamente cercana, como la charla con el mate o en la simple amistad. Cercana y potente: “El balcón / como la barranca de un río / es un lugar / para saltar”, dice un poema y asombra la profundidad porque cada poema invita a mirar desde una barranca el bailotear de los remansos, donde el río te chupa. Los poemas del libro son, como dice el mismo Diego, carteles en la ruta que encandilan las luces de los autos. Una acabada muestra del recorrido que está planteando la nueva poesía del litoral.

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“Dos luces de frente”. Diego Planisich; Santa Fe: Palabrava, 2019.

Diego Planisich nació en Avellaneda, Santa Fe, en 1979. Publicó “Arrullo” (Corteza Ediciones, 2014) y “Grayskull” (Corteza Ediciones, 2019). Coordina diversos talleres en la región, tanto de lectura como de escritura, y el ciclo de poesía “La mecha”, junto a Luciana Paruzzo.



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