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“ISOLDA, MUERTA DE HAMBRE” REGRESA ESTE 2 DE NOVIEMBRE, A LAS 22 HS, EN “LA HIEDRA 230”

El rostro de la guerra

* Por Héctor Washington



A menudo, el teatro suele convertirse en un espacio donde las emociones traccionan la acción dramática y se elevan hasta el extremo, un delicado equilibrio que se explora con profundidad en “Isolda, muerta de hambre”, una adaptación del texto original de Patricia Suárez que nos presenta a su protagonista en su mayor desdicha, cuyas pasiones se intensifican a medida que avanza su relación con el mundo que la rodea, llevando al público a un viaje emocional por demás desgarrador.

Atendiendo a la demanda del público asistente, la obra regresa a escena este sábado 2 de noviembre, a las 22 horas, en “La Hiedra 230” (Julio A. Roca 230). Su directora, Laura Duré, dialogó con Cronopio acerca del arduo trabajo que significó para el equipo ponerla sobre tablas y su enorme satisfacción por tratarse de su primera obra “profesional” que se pone a consideración de los espectadores.

Con apenas una habitación maltrecha como escenario, que simboliza su mundo interior, Isolda recuerda sus largos días de penurias que la erigen como una heroína griega atrapada en el capricho divino o de un destino cruel que se ensaña con su nombre. Su existencia se encuentra marcada por la miseria y el hambre que deja la guerra. A través de sus recuerdos, la obra revela una vida llena de sueños rotos. El contraste entre la esperanza de una vida próspera y la brutalidad de la realidad se despliega de manera despiadada. Lo que debía ser su tierra prometida se transforma con el tiempo en una trinchera desolada, y los hombres que amaba son reducidos a meras sombras en un conflicto devastador. La muerte se convierte en una presencia constante, llevándose a sus seres queridos y dejando a Isolda atrapada en un luto interminable.

“Hay que respetar mucho a nuestro público. Tiene que estar todo pensado, todo súper detallado, todo súper ensayado”, asegura su directora e invita a la comunidad a una nueva función de esta puesta, donde las emociones fluyen como un río tumultuoso, mostrando cómo el sufrimiento puede ser un motor para la memoria y la reivindicación. La obra invita a reflexionar sobre el costo humano de los conflictos bélicos, el poder del amor y la pérdida en medio de la adversidad. Una muestra más del teatro local que se alza como una poderosa alegoría de la resistencia.

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Vuelve “Isolda” este 2 de noviembre nuevamente a escena. ¿Cómo es la respuesta del público ante una obra tan cruda que nos toca de cerca como habitantes de la frontera?
- “La respuesta del público es muy buena. Teníamos ganas de que así fuera y trabajamos para eso. Es una obra que llevó mucho tiempo, tiene como dos años de proceso, de trabajo, de investigación. Así que es la respuesta que esperábamos. La gente sale muy contenta, muy conmovida. Y la idea es esa: que se lleven algo. Y -más que nada- valorar también el trabajo de la actriz (María Cristina Coccia), que -además de actuar- fue la que hizo la adaptación del texto original de Patricia Suárez”.

Hay, por estos tiempos, en la escena local una tendencia a los unipersonales. Pienso en “Agüela C” de “Kajay”, en “Que me dea” de “Arte-Facto”, en “Testigos” de Laura Saavedra… o en la propia “Isolda”. ¿Responde esto a dificultades económicas para montar una obra con más actores en escena o a necesidades de tipo creativo?
- “Y... hay un poco de cada cosa, pero más te diría que es por una cuestión de practicidad. Cuando se trata de una obra con elenco numeroso, cuesta mucho el tema de los ensayos. En este caso, yo quería hacer un monólogo hace mucho. En realidad, quería actuar yo, pero no encontraba quien me dirija. Y las personas en las que yo pensaba para que lo hicieran no podían, estaban ocupadas o ya tenían otras cosas. Entonces dije: ‘Bueno, lo hago yo’. Así que dirijo yo; me animé. Y es mi primera producción que se muestra a este nivel, porque si bien yo ya tuve talleres de teatro -hace muchos años que doy talleres para adultos- y he hecho obras como parte de la muestra de cierre de los talleres, en cuanto a lo profesional es mi primer ‘hijito’. Y trabajamos mucho, porque queremos dar un buen producto. Yo siempre digo que hay que respetar mucho a nuestro público. No hay que poner cualquier cosa en escena. Tiene que estar todo pensado, todo súper detallado, todo súper ensayado. Y cuando sé que el producto está como para salir, que puedo ponerlo en escena y que es un buen producto, que yo esté conforme y a la gente le gusta, vamos por buen camino”.

En “Isolda”, la tensión emocional es llevada casi al límite en la puesta. ¿Cómo fue el proceso de construcción del personaje, más allá de los aportes del texto de Patricia Suárez y su adaptación?
- “Patricia Suárez tiene una característica muy particular y es que ella en los textos no te pone muchas didascalias, no te hace muchas acotaciones. Entonces, en algunos aspectos está bueno porque al resto lo tenés que empezar a crear vos. Y fue un proceso largo porque comenzamos con mesas, con sillas, con preparar una masa, preparar la pasta de la que Isolda habla. Hasta que quedó en los mínimos elementos. Fue de lo más a lo menos en lo que tiene que ver con la puesta en escena, con las cosas que usábamos, con los accesorios, con la escenografía, con la utilería. Fuimos probando, sacando. Imaginate, tuvimos dos años para probar. Así que... de que hay prueba, hay prueba”.

La guerra es una realidad habitual en el mundo que a veces sentimos lejana. Sin embargo, no dista demasiado de nosotros si pensamos en nuestros mayores. ¿Nace en ellos la necesidad de adaptar la vida de Isolda a nuestro contexto bélico de la guerra de la triple alianza?
- “Bueno, yo elegí el texto original y nos sentamos a hacer el trabajo de mesa con Cristina. Y le digo: ‘Esto está muy lejano a nosotros’, si bien lo podíamos hacer como estaba. Y ella me dijo: ‘¿Y si lo traemos?’. Y buscamos la forma. Ella se anotó en un curso de Dramaturgia, estuvo consultando con algunos dramaturgos locales y se puso a escribir. Y es lo que quedó. Incluso, le envié a Patricia Suárez el texto. Le encantó. Ella es una señora de 70 ‘y alguito’ de años, así que todo vale el triple, porque hay mucho tiempo, hay mucha emoción, hay muchos sentimientos, vivencias... Cristina es descendiente de italianos y ella también pensó, para la construcción del personaje, en su bisabuela, en la abuela... en situaciones vividas por ella. Así que todo se aprovecha, todo se usa. Se puso también a estudiar italiano. Si bien ella tenía sabido algo básico, hace dos años que está estudiando en la Asociación Italiana para mejorar su personaje. Es una actriz muy dedicada”.

Es un personaje muy logrado que se erige casi como una heroína griega sometida al capricho de los dioses, porque crece desde la pérdida y desde ahí se alimenta…
- “Es una obra que es un ‘dramón’. Entonces yo, como directora, soy muy puntillosa y muy quisquillosa. Y quería que toda la primera parte sea ‘pum para arriba’, casi rozando la comedia, porque tenés que bancarte después 40 minutos de drama contando ella todas esas cosas. Y nos pusimos a trabajar en eso, que la primera parte tenga ese condimento de que te instales en la escena, te acomodes, te sientas bien; y que después de la mitad para adelante se venga la parte densa. Hay tres grandes momentos marcados en la obra, y quería yo que se note eso. Ese fue el gran desafío”.

¿Qué experiencias como trabajadora teatral le dejó particularmente trabajar en la dirección de esta obra?
- “No es fácil animarse a la dirección. Y más cuando sabés que van a ir tus colegas, tus compañeros. Y nosotros, los actores y directores, tenemos la costumbre de trabajar mucho para los actores y muchas veces pensamos más en la crítica. Y está bueno también pensar -más allá de los colegas, que en algún momento me pueden llegar a dar una devolución que a mí me va a servir o no- que hay un público que no entiende ciertas cuestiones, pero trabajar como si entendieran, porque hay que respetar al público. Ya sea consumidor de teatro masivo y que esté en el rubro y sepa mucho o que nunca haya visto una obra, pero siempre que se lleve una buena impresión. Yo siempre pienso qué me pasaría a mí como público y desde ahí parto siempre cuando hago mis trabajos”.

¿Por qué no perderse una obra como “Isolda” este 2 de noviembre?
- “Porque vas a salir de ahí y en la vereda no vas a decir: ‘¿Qué podemos ir a tomar?’ o ‘¿Qué podemos ir a comer?’. Vas a salir de ahí luego de ver esa obra y vas a seguir pensando y vas a seguir hablando de ella. Y va a pasar una semana y vas a seguir hablando de la obra. Eso es lo que buscamos. No queremos que sea esa hora y nada más. Queremos que algo quede, que algo toque y que vos, cuando la comentes con alguien, digas: ‘Vos sabés que la vi... Está buenísima’”.



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