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LA OBRA DE DELIA PEREIRA, EN LA MUESTRA FOTOGRÁFICA “FORMOSA EN COLORES”

Retratar el haiku

* Por Héctor Washington



"Todo en calma. / Penetra en las rocas / la voz de la cigarra". Se ha dicho que el haiku es la creación lírica de la observación minuciosa, de lo fugaz, de la humildad del poeta que se detiene ante la maravilla del universo que lo rodea con todos sus sentidos en estado de alerta. La naturaleza, el detalle y lo efímero del paisaje hacen de su poética la materia viva desde la cual puede crear un mínimo de mundo posible y hacerlo crecer en la sensibilidad infinita de quien lo disfruta. Aquellos versos primeros de Matsuo Basho lo confirman y de algún modo dan testimonio de la naturaleza sacra del lenguaje.

Más allá de su costado normativo, sus tres versos de cinco / siete / cinco sílabas respectivamente y sus disquisiciones idiomáticas devenidas de su origen japonés, el haiku impacta por su brevedad, su instantaneidad y, claro, la belleza que plasma de manera instantánea a través del ojo del observador.

Acaso la misma agudeza y la minuciosidad para observar los escenarios, el empeño denodado puesto a prueba y la necesidad de captar la fugacidad de un instante para inmortalizarlo corran también por cuenta de la fotografía de naturaleza, un arte que requiere de la contemplación y el detalle en circunstancias análogas. La resultante, podría decirse, es ese poema visual que gana nuestra atención en cada muestra, cada exposición que desnuda un universo que nunca antes habíamos visto.

Desde que se adentró por completo al estudio de la fotografía luego de una extensa carrera docente, la profesora Delia Pereira dedica largas horas de su vida a la contemplación de la naturaleza, a sus colores, sus texturas, sus tonalidades diversas, a la maravilla del movimiento que capta con suma pericia a través de su lente y cuyas obras expone esta vez junto a Ramón Maldonado y Pablo Córdoba en la muestra “Formosa en Colores”, abierta al público desde el pasado jueves hasta el 10 de octubre próximo en las instalaciones del Museo Histórico Regional “Juan Pablo Duffard”.

“Es una muestra colectiva que organizó la gente del Museo Histórico y nos convocaron a los tres para que mostremos nuestra producción. Creo que inician un ciclo de muestras de fotógrafos locales y esta es la inauguración. Ya el año pasado hacían un montón de muestras, sobre todo de cuadros; ahora parece que se van a dedicar a las fotos”, explica en diálogo con Cronopio y cuenta sus primeras incursiones en este arte de captar instantes teniendo a la naturaleza como espacio escénico inagotable: “En mi caso particular, siempre fui de espíritu aventurero, siempre me gustó el campo, el monte, los ríos… Yo hago también canotaje, por ejemplo, e hice varias travesías por Monte Lindo, Pilagá, el río Bermejo, el río Paraguay… soy medio salvaje [risas]. Y en algún momento me di cuenta que la fotografía me gustó desde siempre, sólo que uno está programado para producir ganancia con el trabajo que hace. Y entonces -salvo que hagas sociales o de productos, géneros con los que podés ganar- en este género tenés que bancarte vos solo. Y en algún momento, ya próxima a jubilarme, empecé a pensar: ‘Bueno, ¿qué voy a hacer cuando me jubile?’. Y ahí caí en la cuenta de que siempre me gustó la fotografía. Entonces, dije: ‘Bueno, es el momento’. Empecé a hacer los cursos en el Albertazzi y después formamos el FotoClub; Ramón Maldonado andaba dando vueltas por ahí, siempre como fotógrafo de naturaleza, y nos invitaba. Y empecé a descubrir la fotografía de naturaleza uniendo las dos cosas que me gustaban: la fotografía y andar por el monte recorriendo los lugares naturales casi sin intervención humana”, recuerda.

Su condición de exploradora y su afán por motorizar aquellas dos pasiones que la motivaban a tiempo completo le permitieron a Delia con el tiempo convertirse en un referente local indiscutible en fotografía de naturaleza y ser además la primera mujer en llevar adelante una muestra fotográfica de este género en 2022, que dio en llamar “Aves de mi Tierra”: “Si bien yo me inicié en la fotografía de naturaleza, lo que descubrí en el camino es lo maravilloso que es fotografiar nuestra provincia, porque todavía tenemos el privilegio de tener una naturaleza bastante poco intervenida por los humanos. Hay muchos lugares vírgenes o casi vírgenes, y somos afortunados porque al mundo lo estamos destrozando los humanos, pero acá todavía tenemos mucha naturaleza. Y sobre todo, ver la belleza que hay, no sólo yendo al campo sino acá en la ciudad. Muchas de las fotos que más me gustan a mí yo las hice acá en la ciudad de Formosa, en los barrios que están más cercanos a la naturaleza, como el Luján, toda la zona del Lote 4, la parte del Parque Industrial, en la plaza de al lado de mi casa…”, detalla como trazando un plano meticuloso de cada recoveco que supo recorrer oportunamente con su cámara en busca de belleza.

Respecto de su aporte a la muestra “Formosa en Colores”, que busca poner en valor el paisaje natural formoseño a través de estos grandes referentes de la fotografía, Delia explica: “Ahora, yo lo que mostré fueron flores. Como Ramón y Pablo son más de paisajes y aves -en esta ocasión los dos mostraron paisajes-, yo dije: ‘Bueno, voy a mostrar flores’, porque es algo que empecé a hacer hace poco y que me gusta mucho. Y Formosa tiene flores todo el año; en pleno invierno, con dos grados, hay flores silvestres; vos te vas caminando por la vereda ahora y fijate: en las juntas de las baldosas aparecen unas florecitas amarillas diminutas que son preciosas; en los rincones donde se junta la pared con la vereda y se arma ahí un poquito de barrito, ahí te salen plantas con flores. Están por todos lados. Un baldío donde el pasto no se corta hace rato está lleno de flores, de mariposas, de insectos preciosos… hay unos aguaciles -o libélulas- de todos los colores, langostas de todos los tamaños, las larvas de las mariposas… una riqueza en ese pequeño mundo que uno no se imagina. Y cuando empezás a meterte con la cámara y a mirar y descubrir todo un universo en un terreno de 10 por 30 al que no se le corta el pasto, descubrís una riqueza impresionante”, revela maravillada por una verdad capital que quiere dar a conocer al resto del mundo.

Oriunda de la localidad de Clorinda y con una sólida formación en historia y antropología social, Delia Pereira no escapa a su condición de docente nata y se comunica de manera franca, buscando dejar en el oyente algún sesgo de aprendizaje: “Se aprende mucho a mirar los detalles. Yo, cuando empecé con esto, iba con Ramón y con otros amigos a hacer fotos. Y ellos decían: ‘Ahí está el bicho’; ‘ahí hay otro’ y ‘ahí hay más’… Y yo no los podía ver, no veía nada. Hoy, sin embargo, te puedo asegurar que voy manejando y voy mirando, y veo infinidad de animales. Si por mí fuera, pararía cada cinco minutos a hacer fotos. A veces no se puede por el tránsito, pero se va desarrollando esa capacidad de observación, es impresionante. Y en muy poco tiempo, vos te vas dando cuenta de que empezás a ver y se te abre un mundo. Es como que de pronto te sacás un velo y se abre ante vos todo un universo maravilloso que antes no veías”, confiesa.

Consultada acerca de la naturaleza del color en la fotografía en contraposición a otro tipo de muestras, como las exposiciones en blanco y negro, ahondó: “La fotografía en blanco y negro es toda una especialidad. Mucha gente -o muchos fotógrafos que recién comienzan- piensa que si a alguna foto no le queda bien en color, la puede pasar a blanco y negro y disimular los errores. Pero en realidad, no es tan así. Uno tiene que saber de antemano si querés mostrar en colores o en blanco y negro la imagen que estás retratando. Y la opción para el blanco y negro primero es una opción estética que se busca; pero también tiene que ver con que a veces, lo que estás retratando es tan confuso, hay tantos colores mezclados, que se pierden. Entonces, lo que te conviene es sacar esos colores de la escena y transformarla en blanco y negro. Y ahí resaltar lo que vos querés resaltar. Son decisiones. Si querés mostrar más las texturas que los colores y los colores distraen, entonces mostrás en blanco y negro, porque así te queda la textura y el color se va. Si el color no suma a la foto, hacela en blanco y negro; si el color suma y muestra más lo que vos querés mostrar, le da un mejor aspecto o queda mejor la foto en colores, hacela en colores”, aseguró categórica. “Yo, en este momento, estoy incursionando en la fotografía en blanco y negro, y me cuesta mucho porque estoy acostumbrada a ver en colores. Vos lo que tenés que hacer, cuando estás haciendo fotos en blanco y negro, es pensar la escena: cómo va a quedar en blanco y negro. Y es todo un cambio. Pero, de todos modos, primero es una decisión estética”, aconsejó. Y se permitió compartir unas anécdotas respecto de su actividad fotográfica: “El domingo pasado, fui con unas amigas a Herradura, a la quinta de una de ellas. Y salimos a caminar por los alrededores, por los caminitos que conectan las quintas entre sí. Íbamos charlando y, en ese transcurso, me hice alrededor de 30 fotos de flores. Después, cuando volvimos, les dije: ‘¿Vieron las flores que estaban ahí?’, porque yo al final me quedé atrás. ‘No, ¿qué flores? ¿Dónde estaban las flores?’, preguntaron. Cuando les mostré las fotos, se querían morir. Son hermosas las flores naturales, las flores silvestres nuestras son preciosas; sólo que no las vemos porque es ‘yuyo’; para nosotros, todo eso es ‘yuyo’. Otro día, estaba mostrándole unas fotos a mi mamá, que tenía un negocio. Y vino una clienta que quería verlas también. Y de pronto se pone a mirar y dice: ‘¡Ay, a este lugar yo quiero ir!’. ‘Y andate’, le digo. Y me dice: ‘Pero no tengo plata para viajar’. Y le digo: ‘Si es el Parque Infantil, está ahí’. Era una foto del lago, con unos lapachos florecidos y demás… ¡Y era acá! O sea, te podés ir caminando”.

Así, desde la simpleza más honesta, Delia Pereira vive sus días cazando instantes para memorar, escudriñando el paisaje y revelando un sinfín de universos posibles que muchas veces no logramos advertir ante la agitación de nuestra cotidianeidad. Retratar el haiku parece ser a todas luces su tarea más denodada y darla a conocer en cada muestra, como un verso nuevo, una revelación que desnuda la naturaleza sagrada del lenguaje.

El Museo Histórico Regional “Juan Pablo Duffard” abre sus puertas de lunes a viernes de 8 a 12 y de 15 a 19 hs; fines de semana y feriados: de 9 a 12 y de 17 a 20 hs.



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