“Formosa marca un rumbo, ya que es la primera del país en estar desarrollando un Plan provincial de prevención de suicidios, estrategia en consonancia con un programa similar aprobado a nivel nacional”, dijo en los primeros días de agosto de 2010 el doctor Héctor Basile, médico psiquiatra miembro de la Red Mundial de Suicidología, dependiente de la OMS; durante un curso que brindó en nuestra ciudad sobre esta problemática social, organizado por la Subsecretaría de Niñez, Adolescencia y Familia, dependiente del Ministerio de la Comunidad.
El especialista agregó, en aquel momento, que confiaba en la consolidación de “la idea que apunta a una ley nacional sobre el particular”. Esa norma vio la luz finalmente, cinco años después, bajo el número 27.130. Su objetivo es la disminución de la cantidad de suicidios en el país, a través de la prevención, asistencia y posvención.
Catorce años más tarde -casualmente en los primeros días de agosto también-, ante el crecimiento de la problemática en la provincia, la diputada opositora Carla Zaiser insistió con un pedido para que Formosa adhiera a aquella norma, “dada la gran necesidad de contar con equipos de prevención y asistencia” en la provincia.
Según el mencionado Basile, hace catorce años Formosa se erigía como pionera, mediante “una intervención planificada y con especialistas en la materia siendo parte de la fuerte intervención que se pretende dar a diferentes segmentos de la comunidad”. Entre elogios a esa política específica fue que destacó concretamente en una charla: “Es el primer Estado del país en diseñar y ejecutar un Plan provincial de prevención del suicidio”.
Lamentablemente, las estadísticas no acompañan hoy las saludables expectativas despertadas en 2010. Decenas de suicidios en lo que va del año imprimen dimensión dramática a la realidad provincial, poniendo en discusión la estrategia preventiva local y abriendo interrogantes acerca de la no adhesión -todavía- a la ley nacional vigente.
Quizá Formosa, una década y pico atrás, haya marcado en serio “un rumbo” en la atención de este flagelo de alcance nacional. Pero la situación actual dista bastante de acercarse siquiera a la que cabría aspirar si existiesen redes de contención, realmente eficientes, a lo largo y ancho del territorio.
Por esto resulta imprescindible barajar y dar de nuevo, aunque partiendo siempre de lo más básico: la capacitación de personal en distintos ámbitos, difundiendo conocimientos que podrían contribuir a detectar tempranamente los signos de alerta. Es el caso de las y los profesionales de la salud, los maestros/as y otras personas que tienen contacto, por ejemplo, con adolescentes.
Como señalara el referido Basile, “Formosa es una de las provincias más jóvenes del país, con gente con muchas inquietudes y con conductores que quieren construir un destino mejor”. De ser así, y volviendo a parafrasear al especialista, adquiere “gran valor ocuparse de los jóvenes que serán su futuro”. Por eso, darle un tratamiento serio a este tema demostraría que “realmente se piensa en un desarrollo integral de la sociedad”.