Basado en la premisa de que la violencia es un componente del mundo real, pero convencido también de que el desarrollo cultural de los pueblos y el fortalecimiento de una conciencia cada vez más fuerte sobre el significado de los valores éticos y espirituales puede contribuir de manera decisiva a neutralizar y contener los impulsos violentos, este diario ha instado en reiteradas oportunidades a reflexionar sobre las distintas formas que asume ese fenómeno, en nuestro país y en Formosa en particular.
Hablamos más de una vez de la angustia y la indignación que provoca la violencia familiar, pero sin dejar de lado aquella que se traslada a las calles poniendo en jaque la seguridad de todos/as, incluso en el tránsito urbano. Obviamente, nos hemos ocupado de la violencia en el delito, así como de otras caras preocupantes, como las que se manifiestan en la escuela, en el deporte, y hasta dentro de las propias fuerzas policiales. Ni siquiera pasamos por alto la violencia en algunos medios de comunicación, advirtiendo sobre el riesgo de que el periodismo contribuya a exacerbar pasiones ruines.
Empero, lejos estuvimos de imaginar siquiera que pudieran darse casos escandalosos como la violencia de género ejercida por el expresidente Alberto Fernández contra su exesposa en la Quinta de Olivos; situación que pone a dicho personaje en la cumbre de la hipocresía machista nacional. O la visita -habilitada supuestamente por Patricia Bullrich y otros referentes oficialistas- de diputados libertarios/as a conspicuos represores condenados por crímenes de lesa humanidad, en la cárcel de Ezeiza. Pocas cosas tan violentas para la sociedad argentina como la fotografía que ilustró dicho encuentro, y la posibilidad de que, efectivamente, esté rondando la idea de liberar a tamaños genocidas.
Mientras episodios de esta envergadura avergüenzan al país, en Formosa se vienen dando situaciones de inseguridad que mantienen en vilo a la ciudadanía. Además del aumento de las estafas virtuales y de los hurtos, en los últimos días tuvieron lugar por lo menos tres hechos inquietantes: dos asaltos a mano armada a casas de cambio clandestinas y el robo a un estudio jurídico en el microcentro.
Presente en la vida como un fenómeno de la naturaleza o causada por desviaciones culturales, económicas o sociales perfectamente evitables, la violencia es la expresión más clara del fracaso de los valores que definen y enaltecen la dignidad humana.
Es necesario movilizar las reservas morales de la sociedad capaces de cerrarles el camino a todas las fuerzas oscuras que conspiran contra la convivencia, la paz social y el espíritu de fraternidad; es decir, contra todo lo que nos hace mejores personas.
Y también urge que las autoridades se hagan cargo y no busquen pretextos del tipo “la inseguridad es una sensación”, como se atreviera a decir Aníbal Fernández siendo ministro de Seguridad de la Nación.
La sensación que se extiende hoy en el país, por la falta de respuestas adecuadas a la proliferación del delito y la violencia, es de indefensión.