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Falta de urbanidad



La diferencia entre las sociedades civilizadas y las bárbaras es una delgada línea constituida por el respeto a la ley, y a los pactos que hacen que las civilizaciones funcionen. Pero no sólo hablamos de observar normas constitucionales y legales, o de cumplir premisas básicas simples como “no matarás” o “no robarás”. Las grandes sociedades son capaces de cumplir normas de urbanidad menos difundidas, como no tirar basura en la vereda. Algo que en Formosa, lamentablemente, no pasa.

No es que no haya operativos de limpieza. Los hay, y de vez en cuando a gran escala y en distintas zonas de la ciudad. Pero tan visible como esto es que, en muchos sitios, la pulcritud dura unos pocos días, ya que los propios vecinos beneficiados/as, con la “generosa” colaboración de inescrupulosos/as de otros barrios, se encargan de ensuciar todo al poco rato.

La pregunta después de tanto tiempo de insistir con este tema que hace a mejorar el ambiente y la calidad de vida es: ¿se está trabajando bien? La respuesta es clara y contundente: no. Veamos por qué.

El mapa de la capital formoseña se ha expandido notablemente en las últimas décadas. Ahora, el ejido urbano comprende barrios y conglomerados que hasta hace apenas un lustro no entraban dentro del radio de la recolección de basura. Hacia el sur, por ejemplo, se ha extendido hasta mucho más allá del aeropuerto, creando una demanda de higiene que la Comuna todavía no alcanza a cubrir satisfactoriamente. Es más, el volquete instalado a la altura de Villa del Carmen, sobre una de las calles paralelas a la Autovía 11, con sus desbordes permanentes, es la muestra cabal de un servicio que despierta quejas y protestas, no sólo porque funciona mal, sino porque además causa molestias insalubres.

No es que Formosa esté perdiendo uno de sus atractivos, ya que nunca destacó por la limpieza, el orden, el brillo de sus calles y veredas. Lo sorprendente es cómo, a pesar incluso de fuertes operativos, sigue sin encontrarse solución a problemas que reaparecen una y otra vez; y cómo afloran nuevos desafíos fruto de la desidia.

Si bien, como en otras ciudades, los efectos de la pobreza y la exclusión social influyen, no es cuestión aquí de cargar las tintas contra un sector social en particular. Faltaríamos a la verdad, por otra parte, si dijésemos que la ciudad no se limpia. Lo que sucede es que los formoseños/as no hemos alcanzado aun el nivel de urbanidad necesario para comprender y respetar las pequeñas reglas de convivencia.

Si no respetamos nuestro hábitat, no podemos esperar que nadie más lo haga. Por eso son tan importantes -tanto como el buen funcionamiento de la recolección de residuos- las campañas de concienciación. Para no dilapidar esfuerzos en vano.

La Comuna desde la responsabilidad que le cabe, las cámaras de comerciantes y de turismo, las ONGs, los medios de comunicación, incluso las y los docentes desde sus escuelas, deben inculcar las normas de urbanidad, esas que deberían hacernos dar un salto como sociedad enseñándonos a ser respetuosas y respetuosos con nosotros mismos, con nuestros vecinos, con nuestro ambiente, con el lugar en que vivimos.



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