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OBRA MUSICAL “UNA AVENTURA TRANSSSENSUAL”, UN CLÁSICO DE CULTO QUE SIGUE SUMANDO MÚLTIPLES ADEPTOS

Tratado de transssgresión

* Por Héctor Washington



"En los años setenta, cuando alguien me pidió que amenizara la fiesta navideña del equipo del EMI Film Studios y aparecí con una canción llamada ‘Science fiction / Double feature’, nadie podía imaginarse que aquello sería la semilla de la idea en la que se ha convertido hoy ‘The Rocky Horror Show’. Que siga deleitando al público cincuenta años después es simplemente emocionante".

En vista del recorrido que en todo el mundo ha hecho el musical cuyo guion de Richard O’Brien destaca por su provocación y desparpajo, no podemos menos que adherir a su sorpresa, sobre todo teniendo en cuenta que el espectáculo pasó casi inadvertido en su debut en el Royal Court Theatre de Londres en 1973.

Corrían los primeros años de la década y The Kinks ya había lanzado su emblemática obra “Lola versus powerman and the moneygoround” (1970), el mismísimo David Bowie había hecho lo propio con su “The rise and fall of Ziggy Stardust and the spiders from Mars” (1972) y The Who le daba los últimos retoques a “Quadrophenia” (1973). Eran los tiempos de la ópera rock.

Es en ese contexto que comenzaría a germinar la idea de una obra musical que lograra emular este tipo de propuestas y a la vez rindiendo tributo desde el humor a las películas de terror y ciencia ficción Serie B de fines de los años cuarenta a los sesenta.

Luego de sus primeras puestas que daban cuenta de otra obra musical destinada al olvido, “The Rocky Horror Show” fue llevada al cine dos años después con una suerte análoga, dirigida por Jim Sharman (al igual que el musical), con las interpretaciones de Tim Curry, Susan Sarandon y Barry Bostwick.

Nadie podía presagiar que con los años se convertiría en una obra de culto para la cultura glam y que hasta nuestros días sería catalogada como un himno a la libertad y a la diversión y una declaración de principios por medio de un espectáculo que pone el foco en la transgresión, el travestismo y el sexo libre en una sociedad por lo menos conservadora.

Manteniendo viva su potencia performática y haciendo gala del culto al hedonismo, la libre adaptación formoseña “Una aventura transssensual” nace como una coproducción entre “El Fuelle” Casa Cultural, el Centro Cultural “La Mandinga” y el grupo de teatro “Los De Al Lado”, que con un gran equipo de trabajadores explotan la naturaleza de un teatro inmersivo en que el público se siente interpelado no sólo por la acción dramática y la interpretación de una veintena de canciones que van trazando la columna vertebral del espectáculo, sino también por la complicidad que logra establecerse entre personajes y espectadores, borrando por momentos la cuarta pared, en efecto innecesaria a los fines del narrador/presentador y maestro de ceremonia Riff Raff (Joselo Mak).

El show inicia emulando una función cinematográfica en el cine por medio de la acomodadora (Carolina Sosa), que nos sumerge en la aventura a través de su interpretación de “Science fiction / Double feature”, referenciando a las más emblemáticas cintas clásicas de la época: “El cine... qué locura […] Medianoche viendo cine de ciencia ficción”.

Una pareja de apuestos y hasta virginales estudiantes universitarios, Brad Majors (Lucas Ramírez) y Janet Weiss (Laura Saavedra), pretende visitar a un amigo en común y antiguo profesor de ambos, el Doctor Scott (Leonardo Ávalos). Pero por alguna razón su auto sufre un desperfecto y acaban en la Convención Anual de Transilvania: “Todo va a estar muy bien”, repite ingenuamente Brad ante el temor atávico de su amada Janet.

La Convención es comandada por el Doctor Frank-N-Furter (Gabriel Sosa), un carismático científico con aires de drag queen del planeta Transexual, en la galaxia de Transilvania, que cuenta con un séquito de sirvientes enmascarados que le rinden pleitesía, donde destacan el propio Riff Raff; Magenta (Carolina Sosa), una empleada doméstica ninfómana; y la groupie Columbia (Jimena Bay); entre las fantasmas transilvanas (Mariana Ríos, Silvana Guanes, Desire Florentin y Silvina Delgado) que danzan y cantan en un éxtasis casi dionisíaco: “Esta noche, Brad y Janet serán testigos de un nuevo hito de investigación bioquímica. Esta noche el Paraíso será mío […] Esta noche en que una hermosa criatura está destinada a nacer”.

A estas alturas, todo parece haber sido librado a una trama disparatada que entre la ciencia ficción, el terror y la comedia, direcciona el humor (desde una engañosa y aparente ingenuidad) hacia los carriles del libertinaje, con irreverencias hacia la Creación desde la aparición en escena de Rocky (Juan Martorelli), un prototipo hegemónico, rubio y musculoso, diseñado exclusivamente por Frank-N-Furter a lo Frankestein y que le sirve de reafirmación de su poderío y glamour. “Yo soy como un dios, puedo un hombre crear”, afirma seguro en su tarea, luego de su fallido experimento con Eddie (Leonardo Ávalos), un rockero incorregible arquetipo de los años 50, a quien Frank extirpa el cerebro para implantárselo a Rocky.

El musical explora de forma alegórica numerosos tabúes de la época en que fue creado, por lo que podría explicarse su resemantización a través de los años y la enorme popularidad que ha experimentado hasta el día de hoy, en que cada nueva versión implica una apuesta no sólo desde el punto de vista artístico sino también técnico.

Plagada de simbolismos, “Una aventura transssensual” nos sumerge como espectadores en el amplio universo de la sexualidad y de parafilias como el sadomasoquismo y el voyeurismo; incluso con referencias alegóricas a prácticas como el bondage, en el momento en que Frank-N-Furter fija a los demás personajes al suelo impidiendo que puedan moverse.

Así también, abundan referencias al prejuicio social (el casamiento de Frank-N-Furter y Rocky) y al universo de la sexualidad como el elemento fálico de la Espada de Damocles, la habitación “como un útero” para Jack buscando seguridad y contención, la invitación al placer, al que “no es un crimen entregarse” y la recriminación de Columbia hacia Frank como alguien que “mastica”, “escupe” y “chupa, chupa, chupa y deja secas a las personas”.

A su vez, el triángulo rosa en la bata de laboratorio de Frank -a la altura del corazón y apuntando hacia arriba como signo de orgullo- no es un dato azaroso si tenemos en cuenta que ha sido instaurado (con la orientación invertida) por la Alemania nazi de los años 30 y 40 como insignia de vergüenza en las víctimas LGBT en los campos de concentración.

La idea de “Una aventura transssensual” germinó a partir de las experiencias de un taller en torno al teatro musical, que hasta el momento no se había visto en Formosa, por lo menos con este nivel de factura técnica, donde destacan las interpretaciones de sus actores, la puesta escenográfica y la explotación de un guion traspolado a nuestra propia idiosincrasia sin perder el sentido primigenio.

Esta suerte de pesadilla erótica en tono rockero, emblema de la cultura pop a estas alturas, ha contado con un sinfín de adaptaciones, que incluyeron expresiones y giros lingüísticos de un humor situado para lograr mayor complicidad con su público. Formosa no fue la excepción, con acertadas referencias localistas que tienen que ver más con nuestro acervo, como el hecho de que Brad y Janet hayan salido en su coche desde Riacho He Hé a finales de noviembre a visitar al Doctor Scott, que a su vez es un gran profesional y profesor de la (inexistente) universidad de la localidad. Así también, los usos lingüísticos en clave humorística surten el efecto espejo en el espectador, como “¡Nderacore, chera’a!”, “tu guampa”, “me tocó el pilín” o “medio tabyrongo”. “Chamamé, cumbia, cachaca, polca, bachata…” completan el círculo de localismos de gran impacto en un público extasiado que por momentos no deja de vitorear, abuchear y alentar a los personajes en escena, en una suerte de teatro vivencial, a pesar de la advertencia inicial de nuestro anfitrión: “Será mejor, para su salud física, mental y anal, mantener sus teléfonos celulares y demás artefactos electrónicos, digitales y vibradores intergalácticos silenciados”, en una clara invitación a ser también parte del show.

“Una aventura transssensual” no deja de sumar adeptos y público nuevo desde que abriera la 32° Fiesta Provincial del Teatro de Formosa y se ha convertido con el tiempo en un gran plan de fin de semana para los formoseños. Con la salvedad de que se trata de una obra de teatro musical apta para mayores de 16 años, este espectáculo de apología al divertimento y al goce invita a su público en cada puesta a olvidar sus prejuicios en la puerta de entrada de la sala con la misma directiva que en la Convención Anual de Transilvania recibe Janet Weiss una y otra vez: “Despabilate, Janet Weiss, y gozá el instante”.



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