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Tendremos Patria si tenemos política

Una columna de opinión de Carlos Alberto Roble



Es innegable que Argentina vive horas muy difíciles. Sumida en una profunda crisis política, que nos retrotrae inexorablemente al contexto del 2001 en un presente que no consigue conformar exitosamente un modelo de país que nos incluya a todos de manera digna y decente.

Tengamos en cuenta algo muy importante: la crisis es de representación política, no de divisas ni fiscal. Esto no es un dato menor, ya que es notorio que quienes se ocupan de la política a nivel nacional no supieron, no quisieron y ni siquiera entendieron que la política no se hace con aplaudidores y mucho menos que los proyectos colectivos, para que sean viables, no pueden nunca ser pensados, ideados y ejecutados por una sola persona que no venga de la política.

En el contexto que estamos viviendo, claro está que el futuro no resulta para nada alentador. Esto es simplemente porque las crisis políticas no se resuelven en forma instantánea, necesitan de tiempo y de renunciamientos personales y eso no se vislumbra en el horizonte y menos en esta nueva derecha que nos gobierna.

Esta falta de preparación y de formación política, sin dudas potencia hasta el máximo la crisis, ya que aplaudir no es lo mismo que pensar la política, actuar y tomar decisiones claras y contundentes que pongan freno a lo que se está viviendo. No hay discursos convincentes y mucho menos acciones que enciendan una esperanza a un pueblo que está cansado de esperar que se haga, aunque sea un poco de lo prometido.

Esa falta de política hace, por ejemplo, que hoy el radicalismo nacional esté a la merced de los caprichos de Lilita Carrió, quien este último fin de semana dejó claro que el partido Centenario de Alem e Yrigoyen tiene que conformarse con ser parte de cortejo que está para vitorear, para halagar, para exaltar, para aclamar, para lisonjear pero jamás para conducir en conjunto los destinos de un país que día a día deja cientos de miles de compatriotas fuera del sistema.

Cristina no logra traspasar su núcleo duro del 35 por ciento en una parte por un ataque constante del Gobierno nacional con la justicia y por otra por su incapacidad de no haber creado puentes políticos más amplios durante los años de sus gobiernos.

Los gobernadores peronistas están casi todos (menos Gildo Insfrán) atrapados en el Teorema de Baglini, que dice que cuanto más cerca se encuentren del poder, mayor es la responsabilidad que los obliga a pensar en el todo dejando de lado sus propias ideas o ideologías. Es por eso que muy probablemente le den los diputados pata el presupuesto nacional, que es un requisito indispensable para que el FMI le otorgue la bala de plata que necesita Macri para no tener otro 2001 este diciembre.

Es muy probable que la corrida cambiaria se calme en un tiempo porque ya cumplió sus objetivos principales que eran la de menguar y reducir el salario y poder de compra de los trabajadores y sacar del país millones y millones de dólares que ahora debemos pagar los argentinos. Sin embargo esta crisis no será la última porque la política deberá pensar los próximos años y de una forma seria qué modelo de país queremos y cuáles son los objetivos centrales, porque si dejamos que el FMI decida las políticas públicas, seguramente jamás tendremos Patria.


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