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Antenor Gauna: la esencia, en la necesidad

En el barrio hay espacios que se disfrutan, otros que se valoran y otros, que se necesitan. Más allá de las demandas estructurales, hay un problema mayor: un comedor que paró por falta de mercaderías. La crónica de un barrio pequeño que crece, pese a los tropiezos.



CRÓNICAS DE BARRIOS 

Por Daniela Carrizo (periodista)
y Ramón Maldonado (reportero gráfico)


Dos chicas hacen ejercicio, cuatro jóvenes juegan a la pelota. Un padre lo acompaña al hijo en el sube y baja. Una pareja se ríe en el pasto, justo en frente de la vieja cancha de bochas. Señoras que charlan mientras caminan dos o tres vueltas. Un señor que pinta los banquitos con su hija, mientras su nieta corre alrededor. Todas, imágenes de la plaza. Hacia el interior del barrio, R{IOdistintos grupos de jóvenes toman tereré a lo largo de una misma vereda, algunos vecinos barren el frente de su casa, una moto pasa y pasa con tres personas a bordo y sin casco, mujeres que caminan por el medio de la calle, con sus niños en brazos, rumbo a la parada de colectivo. También hay carreros y caballos sueltos por las callecitas de tierra.

El barrio es chiquito, pero está bien organizado: tiene una plaza bien cuidada en la entrada, más al fondo se ubican las escuelas -la EPEP 525 "Maestro Jorge F. Ramírez" y la EPES N° 59 "Pablo Idoyaga", hasta ahora en construcción. En la misma zona, se ubica el Jardín de infantes N° 20 "Nuestra señora de Fátima", al lado del Centro de Salud "Antenor Gauna", que atiende alrededor de cinco mil pacientes. Sobre la avenida de Los Constituyentes, hay otra escuela, la N° 516 "Héctor Sorsaburu", y ahí no más, las paradas de colectivos. 

El barrio tiene una capilla, la de San Ramón Nonato. La misma se formó por impulso del padre Carlos Hermosa y la colaboración, y el trabajo, de los vecinos. Aunque las misas comenzaron en las escuelas y luego en el terreno donde se levantaría, tiempo después, la capilla. Así lo comentan los vecinos; aún mantienen en su rostro el ánimo de fiesta: "El 31 se hizo la fiesta de nuestro patrón, San Ramón Nonato", expresaron.

El barrio que es hoy, se hizo de a poco y por partes; primero se entregó una manzana con viviendas, luego otra zona de terrenos con viviendas incompletas, cuya construcción dependió de cada vecino, y en el último tiempo, se sumó otra tanda de casitas. Así lo cuentan los vecinos, que llevan casi veinte años, diez y otros menos, conviviendo en el barrio.

Protagonistas

"Vivíamos en el barrio La Floresta, de ahí nos trajeron acá, en los tiempos de Vicente Joga. Primero entregaron una manzana a la gente que estábamos allí, en zonas inhabitables de la Floresta. Harán más de 18 años, no recuerdo, que nos entregaron las viviendas: un dormitorio, el comedor y el bañito. Gracias a Dios, con trabajo y changas, fuimos ampliando", describió Teófilo Bóveda, un vecino comprometido. 

Teófilo es uno de los que mantienen su barrio limpio, y de paso, se hace una changa. Estaba terminando de limpiar un sector de la Plaza, cuando se sentó a relatar su historia. Llegó al barrio con su esposa y cinco hijos, allí nacieron los dos últimos. Sin embargo -cuenta- la mayoría formó pareja y se fue, "crecieron". Teófilo mide el crecimiento de sus chicos, con el del barrio y el paso del tiempo. Recordará así, cuando recién llegó, cuando en las casas el material predominante era el cartón. En esos primeros tiempos, en las avenidas hoy pavimentada, habían zanjas tan anchas que para cruzar había que improvisar puentes con tablas o palmas.

"El colectivo de ese entonces era San Martín, iba hasta la antena de Radio Nacional y daba la vuelta. Ahora tenemos más de dos líneas. El agua... había tres tanques en el barrio, frente a la Manzana N°1. Llegaban camiones y cargaban los tanques. De ahí, nosotros llevábamos en baldes a la casa. Era diferente, todo parecía más lejano, desolado. Cuando llegamos ya teníamos luz, eso sí".

"Tenemos una plaza hace diez años", dijo. Parece nueva. "Acá había dos canchas. La del fondo, dejaron, y la que estaba de pie a la avenida, la hicieron plaza", explicó. Teófilo es el encargado de limpiar y mantener la plaza, trabaja para una cooperativa y ese ingreso es como un plus, en sus trabajos particulares orientados a la construcción y a la pintura. 

Entre las cosas que faltan, vecinos mencionan: el sistema cloacal. Entre las características que resaltan, la tranquilidad. Si bien reconocieron que tiempo atrás, ésta sí era parte de la demanda. "¿Sabes lo que es la falopa?", preguntó Cipriano, uno de los vecinos, mientras "tomaba fresco" en la puerta de su casa. "En la esquina de mi casa estaba lleno, siempre. Ahora se calmó un poco", expresó. Otros vecinos destacarán la limpieza: "¿Vio como esta todo prolijito? Hay cooperativas de trabajo en el barrio, cortan el pasto y cuidan los frentes de las escuelas, el centro de salud, barren las avenidas y todas las tardes recolectan los residuos".

"No tenemos
con qué cocinar"

Hace varios años en una esquina del barrio, está la Fundación para la Asistencia Solidaria. Antes se brindaba allí talleres de oficios entre otras cosas, hoy sólo funciona un comedor, aunque también está en riesgo. Así lo comentó Doña Irene, quien se encarga de abrir, de cerrar el lugar y de la tarea más importante: cocinar. "Yo estoy encargada del comedor comunitario desde el 2012. Nuestro sistema es viandas: al medio día damos el almuerzo y la merienda. De martes a sábado. Las meriendas consisten en arroz con leche, cocido con leche, leche sola, mate cocido y los sábados toca chocolate. Vamos variando, siempre con pan de leche", describió. 

"Los almuerzos son variados y nutritivos. A veces hay guiso, bife encebollado, polenta con salsa, legumbres con arroz", siguió.
"Por día, por el comedor pasan alrededor de 160 familias. Algunos grupos familiares tienen dos personas, otros ocho, algunos hasta 13. No son sólo del barrio, también vienen personas del 20 de julio, del Porvenir. Sólo entregamos a los que están anotados. El cupo es de 156, en realidad. A veces hay que hacer maravillas para que alcance", describió. 

Doña Irene cuenta con pena que hace casi 20 días, no abren las puertas del comedor por falta de fondos. "El diez cortamos el servicio social. No tenemos con qué cocinar. No mandan. Y la gente realmente necesita", lamentó.





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