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Mujeres XS: la cultura visual de un cuerpo que mata



Por: Heliana Guirado, periodista y licenciada en Ciencias de la Comunicación


"Este pantalón no viene en talle más chico", "Esta medida es la única que me queda".... ¿Cuántas veces las mujeres escuchan estas frases cuando van a comprar ropa?

"Ahora que pariste deberías empezar el gimnasio", "Recuperé mi figura gracias a la lactancia", "Te recomiendo la 'dieta de la luna', dicen que es buenísima para bajar de peso", son otras de las expresiones que surgen en cualquier conversación.

Como todo patrón que se acepta y se transmite, los estereotipos de belleza femeninos son conocidos como una de las formas más crueles de adoctrinamiento. Y el disfraz que se pone sobre los mismos, hace que percibir la violencia sea difícil. 

El sistema heteropatriarcal que nos atraviesa, nos dice lo que significa ser bella. En la actualidad el modelo de mujer delgada, alta, blanca, preferentemente rubia es el imperante. A partir de ahí, todo lo que no encaje será definido como "no lindo", "feo", y por ende, no aceptado. 

El éxito también es otra meta que puede ser alcanzada si cumplimos con los estándares que nos exigen. Para esto, el mercado, la medicina, la publicidad y la sociedad nos envían mensajes sobre la panza que debemos esconder, la comida que no debemos comer y el cuerpo que debemos tener. Porque eso es lo que se hace con las mujeres: hablar sobre cómo lucen y realizar conjeturas acerca de qué habrá pasado para que"se dejen estar así".

En este contexto, diariamente se recurren a cirugías estéticas, productos de belleza (que en la mayoría de los casos no cumplen con lo que prometen) y esfuerzos por no comer esa torta que tanto nos gusta. La última parada del camino será entonces la frustración y el dolor de no ser todo eso que se nos exige.

Otras consecuencias, más graves, llegarán con el ejercicio de esta exigente cultura. Según la Asociación Psiquiátrica Norteamericana, "la anorexia nerviosa (que afecta principalmente a mujeres y niñas) no es sólo un trastorno de la alimentación, es también una especificidad de género y es la enfermedad mental que presenta la más alta tasa de mortalidad" (fragmento publicado por Liliana Hendel en su libro "Violencias de género, las mentiras del patriarcado").

Cuando se emite un mensaje, éste siempre tiene un destino y una intención comunicativa, que pretende ser cumplida. Ante este recibimiento, del otro lado obtendremos una respuesta. Esta brevísima descripción de un modelo simple de comunicación sirve para explicar por qué algunas violencias son tan difíciles de detectar y de aceptar como tales.

La ley 26.485 de Protección Integral a las Mujeres, define a la violencia simbólica como aquella que "a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmita y reproduzca dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad". Con este antecedente, se entiende que la fijación y reproducción de estereotipos que históricamente han ubicado a las mujeres en un lugar inferior, comprende una forma de violencia peligrosa. Cuando todos los ambientes donde nos movemos contribuyen a perpetuar esa desigualdad, el problema es aún más nocivo.

La violencia física es fácil de detectar: hay un hecho concreto que nos marca el traspaso de un límite. Sin embargo, las otras (como la económica, psicológica y simbólica), pasan casi desapercibidas. ¿A qué se debe esto? Simplemente, al no uso de la fuerza concreta y al lenguaje en todas sus formas, como medio de manipulación.

Así, las imágenes, videos, canciones, dibujos y películas, realzan el culto a la delgadez, como si fuera la única forma posible que pueden tener los cuerpos. Esto hace que se solidifique la hegemonía imperante y las personas pasen a ser simplemente partes de un todo, sin importar sus deseos e inquietudes.

Estos estándares se ponen en juego para "servir" al varón: si sos "linda" y eternamente joven, tu marido te quiere, tu novio te desea, servís para ser la cara visible de una empresa y tenés más chances de conseguir ese trabajo que tanto querés.

Decirles esto a las adolescentes sólo logrará que crezcan sin independencia, autoestima, amor propio y libertad. Estaremos criando entonces futuras mujeres que vivirán esforzándose para que el sistema las acepte y las continúe violentando.

Todo lo que se haga desde el deseo más íntimo y profundo es respetable: hacer ejercicio, no hacerlo, adelgazar, aumentar de peso, cambiar el color de pelo y otras innumerables decisiones. El problema surge cuando nuestro contexto nos exige tanto, que terminamos aceptando en contra de nuestros propios deseos y tratando de llegar a "la cima". En el camino, podemos caernos o incluso esfumarnos.








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