Concebir a la vida como una confrontación permanente entre “nosotros/as” y los “otros/as” no es un problema de la Argentina solamente, por más que en el último tiempo nos hayamos convertido en uno de los más altos exponentes de la lógica “amigo-enemigo” en el campo de la política.

Amnistía Internacional, organización que trabaja para que los derechos humanos sean reconocidos y respetados a nivel global, viene poniendo el foco en la “retórica del odio” que ha ido copando el discurso político en el mundo.

Entre las principales fuentes emisoras de los últimos años figuran la campaña electoral estadounidense que llevó a Donald Trump al poder en 2017, y el nacionalismo europeo. Pero no son las únicas. Por el contrario, podría decirse que casi ningún país está completamente a salvo de las oleadas de agravios en las disputas políticas. Es más, el secretario general de AI advirtió que este relato extremo alcanzó a mediados de la década anterior una expansión como no se advertía desde la década de 1930.

El esquema discursivo que se objeta es claro. Ante determinados temores de una sociedad cualquiera sobre cuestiones vinculadas tanto con la seguridad como con la economía, algunos dirigentes descargan la responsabilidad en la estigmatización de determinados grupos humanos.

Más allá de las consabidas descalificaciones de campaña, abundan los tratos inhumanos en el quehacer político de muchos países. Por ejemplo, cuando algún inmigrante en particular tiende a ser señalado como el “otro/a” que viene a robar los bienes, la vida o el trabajo de una o uno de los “nuestros”. No es extraño que aparezcan, entonces, propuestas o llamados a quienes se sientan incluidos en ese “nosotros/as” a luchar juntos contra la presencia de ese “otro/a”, que debe ser expulsado.

Amnistía encuentra este discurso no sólo en Estados Unidos sino también en Hungría, en Filipinas y en Turquía, entre otros países. En la Argentina, en tanto, no son pocos los/as dirigentes que enarbolan idénticos enunciados. El riesgo es que de ello se deriven políticas que atenten contra los derechos humanos.

Además de haber lanzado una voz de alerta frente a medidas de seguridad intrusivas implementadas por algunos países, y frente a situaciones de extremo sufrimiento que padecen miles de refugiados en otros, la organización criticó oportunamente la asociación de extranjeros/as con delincuentes que suelen hacer algunos referentes importantes de la política nacional.

La tendencia en Europa -por la fuerte presencia de partidos de tinte nacionalista- y ciertas propuestas sectarias o discriminatorias que vuelven a plantearse en nuestro país, tornan probable un agravamiento del cuadro general.

En consecuencia, es deseable que tanto los actuales candidatos/as en carrera en la Argentina como las y los líderes con predicamento en la escena internacional realicen declaraciones en sentido contrario. Reconocer al “otro/a” como un igual y proponer una convivencia armoniosa de “nosotros/as y ellos/as” debe ser el objetivo. Fomentar el odio o amenazar con la exclusión no es propio del mundo en el que deseamos vivir.