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En el Mes de la Memoria, recordamos las luchas campesinas

Colaboración: Profesor Cristian Vázquez



El domingo 23 de noviembre de 1975, el padre Santiago Renevot celebró una misa en el Escuadrón de Gendarmería Nacional de Formosa, donde se encontraba detenido. A modo de homilía, leyó una carta dirigida fundamentalmente a la feligresía, con quien venía trabajando desde 1966. Entre los conceptos vertidos, Santiago sostenía: “Ustedes, que me han conocido, saben que nunca prediqué la violencia y la subversión, sino que siempre mis palabras eran para invitar a la bondad, a la paz, al cariño, al perdón”. Seguidamente el sacerdote agregó: “Invité a luchar por la justicia […], pero nunca por la Violencia sino por la Unión y el cambio de actitud de cada uno de nosotros”.

Santiago, al igual que otros dirigentes perseguidos y apresados, fue acusado de inducir permanentemente a la violencia y de ser uno de los principales organizado­res y agitadores de la Unión de Ligas Campesinas For­moseñas (ULICAF). En la semana que se conmemoran los 52 años de la creación de la organización campesina y 47 años del último golpe de Estado, resulta oportuno reflexionar sobre nuestra historia reciente.

El 28 de marzo de 1971, hace cincuenta y dos años, en la localidad de Riacho Hé Hé se realizó la “Primera Asamblea Campesina” bajo los lemas “Campesinos de pie” y “Aunque sea para nuestros hijos”. Según recuerdan las y los dirigentes campesinos de esos años, esta Asamblea marcó el origen de las Ligas Campesinas Formoseñas. Este proceso va a concluir el 11 de diciembre del mismo año, cuando en el “Segundo Congreso Campesino” se designó como nombre de la flamante organización “ULICAF” y se aprobó su estatuto. Podemos decir, en términos metafóricos, que las Ligas en Formosa nacieron el 28 de marzo y fueron bautizadas -o inscriptas- el 11 de diciembre.

La convocatoria para la “Primera Asamblea Cam­pesina” la hizo el Movimiento Rural de la Acción Católica, entidad que venía desplegando sus actividades en la provincia desde mediados de la década del sesenta. De la Asamblea, que no fue un hecho aislado sino parte del ciclo de protesta social que se vivía en la Argentina, participaron aproximadamente un millar de agriculto­res en representación de una veintena de colonias del interior provincial. Entre los presentes se encontraban Raúl Marcelo “Pacífico” Scozzina, primer obispo de la diócesis de Formosa, y funcionarios del gobierno provincial. Tomando como referencia los documentos de la época, los principales temas abordados fueron:

1) La humillante degradación del hombre del campo formoseño.

2) La injusticia que soportan los campesinos en la comercialización de sus productos.

3) La irracional distribución de tierras fiscales que sólo beneficia a los terratenientes y capitalistas.

4) El sistema de créditos bancarios que nunca favore­ce al hombre de campo.

A partir de este momento, el campesinado provincial fue creciendo en conciencia, organización y capacidad de movilización. En este proceso, el eslogan “Aunque sea para nuestros hijos” se alzó como estandarte de la lucha. Esto fue posible porque el lema, en su riqueza, pudo operar en una triple dimensión de interpelación.

En primer lugar, permitía inscribir las demandas en una escala temporal de largo alcance. De forma que, aun cuando no fuesen alcanzadas de forma inmediata sino por sus hijos, la lucha no perdería su sentido. Esta fue la interpretación que le otorgó Scozzina el día de la Asamblea al plantear: “El trabajo será duro, el camino a recorrer muy largo. Como han escrito en los afiches, piensen en sus hijos, en el futuro. La luz que hoy enciendan ustedes, brillará quizás en la futura generación”.

En segundo lugar, en la expresión puede leerse un amplio conjunto de reivindicaciones. En este sentido, podía englobar desde posesión y titulación de la tierra, hasta la comercialización de los productos, pasando por la necesidad de contar con crédito accesible y por el derecho a disponer de una educación y una salud dignas.

Por último, en tercer lugar, el eslogan lograba superar el argumento del gobierno que sostenía que los campesinos formoseños no podían acceder a la tenencia de la tierra porque, en su mayoría, eran migrantes de origen paraguayo. Lúcidamente le respondía el ca­mpesinado a través de su lema, sus hijos eran ciuda­danos argentinos por haber nacido en estas tierras. Después de todo, ya en 1965, Hilarión Patiño, de origen paraguayo, envió una carta a este mismo diario ante un eventual desalojo interpelando a los funcionarios, pero también a la sociedad en su conjunto: “¿Tienen que pasar necesidad en tierra argentina -no mi mujer y yo que somos extranjeros- pero sí mis cinco hijos que son argentinos...?”.

Para mediados de la década del setenta, la ULICAF era la experiencia de movilización social más importante de la provincia. Desde 1974, al igual que lo acontecido en otros puntos del país con los actores organizados, las ligas campesinas comenzaron a ser difamadas como subversivas y sus dirigentes a sufrir amenazas. Esta situación se fue agravando con el correr de las semanas y meses. El mayor nivel de represión contra la ULICAF se vivió después que Montoneros llevó a cabo el copamiento al Regimiento de Infantería de Monte 29 el 5 de octubre de 1975.

Al respecto, tuvo una amplia cobertura la conferencia de prensa realizada por el coronel Dardo Oliva, jefe del Regimiento con asiento en Formosa, en la que “divulgó la nómina de detenidos en operativos antisubversivos” realizados en la provincia (La Razón, 2/12/1975). Además, el coronel Oliva “reveló que las fuerzas com­binadas de seguridad iniciaron sus operaciones el 17 de noviembre último, aunque aclaró que los servicios de inteligencia ‘vienen trabajando con mucha antelación’ a esa fecha”. En esos “operativos antisubversivos” fue detenido el sacerdote Santiago Renevot junto a otros dirigentes campesinos.

Por lo tanto, al momento de producirse el golpe de Estado, el 24 de marzo de 1976, la ULICAF se en­contraba diezmada. Aquí se produce una paradoja: antes del golpe, la mayoría de las y los dirigentes liguistas se encontraban presos y con “cierta cobertura legal”. Esto permitió, en cierto sentido, que los miembros de las ligas no fueran víctimas de los mecanismos de asesinato y desaparición de personas, práctica represiva distintiva de la última dictadura.

Por último, a 52 años de la creación de la ULICAF, resulta importante seguir reconociendo a los miles de campesinos y campesinas que a pesar de todas las limitaciones económicas, políticas y sociales, dieron origen a la experiencia organizativa más importante de la historia provincial. Aquellas luchas, como dice la ex liguista Isabel Argüello, “viven en todos los que no nos resignamos a vivir en una sociedad desigual”.



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