La pérdida de poder adquisitivo generada por el agudo proceso inflacionario que vive el país no sólo afecta la alimentación de las familias de menores recursos, sino que también modifica otros hábitos que hacen a la vestimenta o el consumo de productos alternativos que se ajusten al diezmado bolsillo de los asalariados.

Pero como toda crisis también es tiempo de oportunidades, el propietario de un local dedicado a la compostura de calzados, ubicado por calle Pacífico Scozzina y avenida Juan Domingo Perón de esta ciudad, Trinidad Benítez, remarcó que en la actualidad tiene más trabajo que otros años y lo explicó de manera simple.

“A muchos no les sobra para comprarse calzados nuevos, que están desde 30.000 pesos para arriba. Son numerosas las personas que no pueden renovar un par de zapatos por el precio. Entonces mandan a reparar el que tienen. Una compostura te sale en promedio entre 4.000 y 8.000 pesos, aunque siempre hay excepciones según el estado de lo que se desea hacer arreglar. Algunos llegan al local y no tienen ni para pagar el 50% del anticipo que solicito para la reparación”, aseguró Benítez a La Mañana.

De acuerdo a su experiencia de 38 años como zapatero en la ciudad, afirmó que en tiempos de crisis económica, hay más trabajo en este rubro. “En mi caso, nunca tuve escasa actividad. Siempre trabajé muy bien porque tengo una clientela que me acompaña desde hace años”, expresó.

A todo esto, señaló otro dato curioso: unos 10 años atrás, el 80% de los clientes estaba conformado por mujeres y el 20% por hombres, pero en la actualidad ese porcentaje se equilibró y la relación es de un 50% para unos y otros.

“El hombre era más propenso a comprar calzados nuevos y ahora demuestra más interés por mandarlos a reparar”, agregó.

Un oficio en vías de extinción

Benítez aprendió el oficio en la zapatería “La Regional”, que estaba ubicada en Maipú casi Moreno, y su maestro fue su primo Mario Benítez, quien le inculcó valores como la responsabilidad y la precisión en las tareas de compostura.

“Comencé en 1985 y me llevó varios años conocer todos los secretos de la actividad. El oficio no cambió. Lo más importante es querer lo que uno hace. Me dedico al remiendo de calzados en general. Media suela y taco, suela entera en calzados de damas y caballeros. Tengo mucho trabajo por varias razones: primero porque soy muy fino en mis intervenciones y porque cada vez quedan menos zapaterías en la ciudad”, indicó.

Estimó que en Formosa hay sólo alrededor de cinco zapaterías, cuando hace unos 30 años atrás había 10, y entendió que por el propio crecimiento poblacional deberían existir por lo menos unas 20 dedicadas a la compostura.

“Quedan menos zapaterías porque la gente no quiere trabajar, es cómoda y no busca aprender el oficio. Para mí no hay otra explicación porque la demanda existe. Tengo mucho trabajo y hasta les pido paciencia a mis clientes para poder cumplir con todos. Me levanto a las 5 de la mañana y me acuesto pasadas las 22 horas. Es un trabajo sacrificado, pero se puede vivir bien con esta actividad”, acotó.

En medio de la entrevista, aclaró que muchos calzados no vienen tan reforzados como antes y se las ingenia para tratar de ponerlos nuevamente en condiciones. “La gente te los trae igual. Algunos no pueden ni tocarse fuerte porque se rompen. Con la crisis económica, aumentó la demanda de composturas de zapatos, zapatillas, botas, sandalias, etc. Lo que antes se tiraba, ahora se remienda y acondiciona para su uso por tiempo más prolongado. Es cierto, además, que los insumos para el rubro zapatería son escasos y llegan la mayoría de las veces de Buenos Aires, y los precios son altos, que se modifican en forma constante por la inflación”, concluyó.