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Comentario al libro “Caperucita Rojas”, de Juan Páez

Colaboración: Herminia Terrón de Bellomo*



Juan Páez pertenece a una generación de escritores que se complace en sorprender a sus lectores cada vez que publica un libro, ya sea por la temática o por el género: relatos, ensayos, crónicas, poesía… en fin, hasta llegar a este último libro publicado, en el que se autodenomina “compilador”, y con el que nos presenta historias de distintas temáticas que circulan en forma oral. La recopilación se hizo respetando pautas establecidas y ya puestas en práctica en dos libros anteriores y, claro, en el que ahora se presenta, los tres como resultado de un proyecto del Profesorado de Educación Secundaria en Lengua y Literatura (ISPRMM), de Formosa.

Quienes lean estos relatos encontrarán cosas sabidas, elementos que circulan en el campo y en la ciudad y que hasta ahora eran escuchados sin ninguna etiqueta. Es por eso que los lectores comenzarán a valorarlos como testimonios de una forma de vida con bienes que conforman el patrimonio cultural de un lugar determinado.

El primer relato, titulado “Una topetitud”, muestra la situación de quienes no tienen un trabajo fijo o reconocido por las instituciones. La protagonista pasa de ser una vendedora a acceder a un cargo en el Poder Judicial, sin haber sospechado que tenía condiciones para ese desempeño.

En la página siguiente se incluye un fragmento de una de las “Aguafuertes” de Arlt, muy bien seleccionada, ya que se refiere al valor que se da a los empleados de banco por las buenas jubilaciones que reciben. De manera que son buenos candidatos para las jóvenes solteras. Y, además, enriquece la nota preparada por nuestro escritor, ubicando a estos personajes dentro de un marco de seriedad.

La intercalación de poemas, artículos, canciones o notas periodísticas relacionadas con los temas de los relatos se mantiene a lo largo del libro y resulta de interés por mostrar desde otro ángulo el valor de las historias incluidas.

El siguiente relato, “Te llaman por teléfono”, retoma los motivos del anterior por la falta de oportunidades de trabajo para los más jóvenes. Si bien este relato es optimista, cuenta sobre las escasas posibilidades de conseguir trabajos para las mujeres, exceptuando los quehaceres domésticos como, por ejemplo, la realización de hacer pan casero, el ocuparse del mantenimiento y la limpieza de casas particulares, entre otros. En este caso surge una nueva posibilidad cuando la protagonista se entera de la próxima apertura de un local de cabinas telefónicas en el pueblo. Decide postularse al cargo sin muchas expectativas, pero finalmente gana el puesto.

Todas estas “ganadoras” dan importancia a algo que se les repite: que para el momento del “examen” deben ir “bien vestidas”, es decir, no deben llevar sus ropas habituales. Y para ello recurren a pedir ropa prestada, ya que la que usan cotidianamente no es la correcta. Es una forma delicada de denunciar la falta de oportunidades para conseguir trabajo. Sin embargo, hay en general una forma alegre de contar estas experiencias en las que las protagonistas nunca se habían imaginado salir triunfantes y de esa manera acceder a mejoras en sus vidas cotidianas.

Resulta interesante el relato de “El primer alambrador”, que es recordado por su nieto y al que continúa la inclusión de la letra de la canción “Mi viejo”, que Piero hiciera muy conocida hace unas décadas, la cual resulta muy apropiada para completar la historia.

Podría decir que a partir de esta narración comienza una segunda etapa, puesto que se incluyen las dificultades para comunicarse con quienes hablan la lengua wichí y es en la escuela, principalmente, donde surgen las dificultades y problemas del bilingüismo. La narradora dice que el trabajo del docente es “desafiante, intenso” y “arduo”, pero no hay quejas. Trata de incluir a los wichís en el castellano y propone la enseñanza de este ya que constituye para ellos un beneficio.

Y así llegamos a una tercera parte que es la que da nombre al libro, “Caperucita Rojas”. Se han seleccionado dos relatos que presentan de manera distinta a la conocida niña: por un lado, la versión oral recuperada por una docente, y por el otro la traducción de Graciela Montes a partir de “Los cuentos de Perrault”. Se trata de un capítulo -podríamos llamarlo así- porque el núcleo que une a estos cuentos está totalmente relacionado con la versión tradicional, tantas veces escuchada y leída desde que los Hermanos Grimm la recogieron del saber del pueblo, hace ya tanto tiempo en Europa.

El relato “Caperucita Rojas” resulta conmovedor, ya que en él se contraponen las posturas de dos maestras: una mayor, ya jubilada, y otra joven, espontánea y, en cierto modo, ingenua. La docente mayor intenta corregir a la joven, explicándole que “Rojas” no es el apellido de la protagonista del cuento. Pero esta última no acepta la corrección. Es así que la que intentaba corregir se da cuenta de que la joven desconocía el cuento original y decide no continuar la “conversación” o lección.

Esto, que parece solo un detalle dentro de la narración, es de suma importancia para quienes estudiamos estos relatos. En mi caso, por ejemplo, es la primera vez que lo encuentro registrado. ¿Por qué partir de la idea de que todos conocemos los cuentos originales? En su ingenuidad, la joven maestra nos da una lección: “Rojas” es un apellido y suficiente. Y si seguimos, tal vez tampoco sabía qué era una “caperucita” o “caperuza”. Pero esos elementos no son fundamentales para la versión que esta maestra está utilizando, entonces aceptémoslos para niños y trabajemos con ellos, ampliando los nuevos alcances del relato. Además, tal vez sin saberlo, la joven maestra estaba relatando el cuento en la forma ancestral de realizar esta “tarea”: sentada en el centro de una rueda formada por niños que escuchan con atención.

En “El misterio de los platos” la voz adulta recupera la de los niños, quienes asistían a albergues existentes en las escuelas rurales, principalmente destinados a aquellos que vivían lejos del establecimiento. Esta versión recupera la frescura del lenguaje infantil, los maestros hábiles supieron registrar esta visión de infancia: en la historia narrada, los ruidos nocturnos producen temor en los adultos, pero no en los niños.

A su vez, las respuestas de estos ruidos siguen el hilo de lo misterioso. Tiempo después de haberse escuchado esos ruidos “durante la noche”, cuyo origen puede basarse solo en suposiciones, platos que habían desaparecido en esa ocasión aparecen ¡en el fondo del aljibe! El misterio no es aclarado, ya no hace falta, pero este queda en el ambiente ¿habrán sido fantasmas? ¿o aparecidos? El tema merece ser investigado.

Los relatos que completan el libro son muy interesantes desde el punto de vista de la evolución de la provincia de Formosa, y los recuerdos que cada narrador/a-informante aporta. La instalación del pavimento; el paso del tren, que siempre es un acontecimiento en los distintos pueblos de las provincias; datos de Historia; la irrupción de lo nuevo, como la habilitación de plazas; en fin, todo lo que los mayores conocen por haberlo vivido o escuchado y que hay que transmitir a los más jóvenes. Por ello también resulta valiosa la inclusión de la “biografía” de una de las docentes, por los detalles que aporta.

En cuanto a los datos históricos que se incluyen en el relato “La pasada del tren”, considero de gran valor que se haya mencionado a las acciones en materia de educación realizadas por Domingo Faustino Sarmiento, quien entre sus varios y valiosos proyectos al respecto, trajo maestras experimentadas de Estados Unidos y Europa para que asesoraran a nuestras docentes. En el caso de Jujuy, se recuerdan hasta hoy las enseñanzas que dejó Juanita Stevens, traída a esta provincia como parte de ese proyecto, y a quien se la recuerda por dejar una huella profunda en cuanto a los beneficios de la educación.

Estos relatos recuperan numerosos hechos: la fundación de los distintos barrios, los establecimientos oficiales, las escuelas… todo un mundo que fue haciéndose de a poco, con elementos que muchos suponen “estuvieron siempre”. Estos datos históricos deben conocerse, ya que no fue fácil acceder a ellos, no solo por una cuestión cultural, sino también económica. Considero que este es un libro que ampliará sus valores a medida que sea leído por personas que reconozcan en él a estos elementos tan importantes para la conformación de una nación extensa y variada, que guarda en cada uno de sus rincones valiosos aportes para la conformación del tan mentado “ser nacional”.

* Doctora en Letras e investigadora categorizada de la Universidad Nacional de Jujuy. Su área de investigación está dedicada al estudio de narrativa oral en general y del Noroeste argentino en particular. Dirigió numerosos proyectos financiados por SECTER-UNJu y cuenta con una vasta producción científica en los campos de su especialidad.



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