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Jueves 25 de Abril de 2024

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No agravar la debacle



Mientras unas pocas pero influyentes mentes obtusas siguen negando la existencia del cambio climático, el planeta continúa sufriendo los efectos desastrosos de este fenómeno.

Las consecuencias no son producto de la imaginación de ambientalistas afiebrados sino hechos concretos como el calentamiento global, que se siente en la piel pero que además produce colapsos increíbles a nivel de glaciares y en la propia Antártida.

Por poner un ejemplo reciente y dramático, el domingo último se desprendió un enorme témpano del continente helado, cuya superficie equivale a siete veces el tamaño de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Su trayectoria podría afectar el desplazamiento del rompehielos ARA “Almirante Irízar”, que zarpó ayer desde Ushuaia rumbo a la Antártida precisamente.

El peligro es que dicha “pared de hielo”, de 1.500 km cuadrados (40 metros de alto, por 40 kilómetros de ancho y 60 kilómetros de largo), está en movimiento. “El problema es que si un barco se lo encuentra de frente tiene que dar la vuelta o esquivarlo”, explicó un científico.

Puede afirmarse que en los últimos años creció la idea de que la salvación del planeta es responsabilidad de todos y de todas. Bastante contribuyó a ello un informe científico divulgado por el expresidente norteamericano Barack Obama para crear conciencia entre las y los estadounidenses sobre los riesgos del cambio climático. Por primera vez, Estados Unidos se asumí como responsable de los descalabros ambientales, aceptando que contribuye a elevar la temperatura global con la emisión de gases invernaderos. Pero lo sucedió en el poder Donald Trump y todo volvió para atrás. Otras potencias como China y Rusia, cabe aclarar, tampoco hacen un aporte significativo a la causa ambiental; más bien lo contrario.

Pero volviendo a EEUU, también cuenta con líderes que buscan amigarse con el medio ambiente. Es el caso del exvicepresidente al Gore, ganador a comienzos de este siglo del Nobel de la Paz por “La verdad incómoda”, recordado documental sobre el cambio climático en el que ya se exponían las evidencias y acciones que hoy se reclaman para frenar la catástrofe.

Lo fundamental de esta cruzada es crear conciencia ciudadana y política con cuestiones tangibles, alejadas de imágenes abstractas de osos polares sin hielo y glaciares en retroceso. Ni quiera el mencionado témpano que desde cinco días navega a la deriva por los distantes mares del sur nos da la magnitud exacta de la hecatombe natural en marcha.

La tarea consiste en sensibilizar a la humanidad mostrándole cifras y experiencias más cercanas y diarias frente a tornados y huracanes más potentes; costas erosionadas; sequías, inundaciones e incendios; gastos económicos siderales en obras paliativas y reconstrucciones. Todo ello como producto de que la temperatura terrestre aumentó un grado en dos décadas, lo que no había ocurrido en tres milenios.

Un panel sobre Cambio Climático de Naciones Unidas concluyó que los efectos dañinos por las emanaciones de gases de efecto invernadero son irreversibles. La única esperanza, ergo, es no seguir agravando la debacle.



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